Leo en el sitio web del Gobierno español que “Palestina está a punto de
convertirse en Estado observador de la ONU”, pero “ha pedido a la Autoridad
Palestina que no use su nueva condición en la organización para denunciar a
Israel ante el Tribunal Penal Internacional”.
Como la cosa no es totalmente parecida a ponerle
el cascabel al gato, pero sí al menos a enseñárselo, las embajadas de España en
Israel y EEUU explicarán el sí español en la ONU, no sea que se mosqueen
demasiado ambos países.
Hay 193 países miembros de las Naciones Unidas,
algunos de ellos la mar de pintorescos, pero a Palestina solo le van a permitir
ser Estado observador, es decir, con derecho a asistir a ciertas asambleas
plenarias y hablar en ciertas ocasiones, pero sin derecho a voto, como le ocurre
a potencias internacionales tales como Ciudad del Vaticano y la Orden de Malta.
La cosa tiene su explicación: a los palestinos se les ha colgado en la frente,
en lugar de una estrella amarilla, un letrero con la leyenda “terrorista”, por
lo que eso de Estado observador parece complicarse.
Si acudimos al diccionario de la RAE, terrorismo
es “dominación por el terror” y “sucesión de actos de
violencia ejecutados para infundir terror”, por lo que nos encontramos con la
dificultad de aplicar el epíteto al pueblo palestino, pues no domina nada, sino
que lo dominan bien dominado. Eso sí, algunos de sus miembros, pertenecientes a
algunas organizaciones de resistencia, sí ejecutan actos de violencia, si bien suelen
ser bastante menores en cantidad y saña que los perpetrados por el supuesto
Estado víctima: Israel.
El Gobierno español recomienda a Palestina
que no denuncie a Israel ante el TPI, aunque, objetivamente, tiene sobradas
razones para ello. Desde la división de Palestina en dos mitades para judíos y
palestinos en 1947, la ONU se ha visto atada de pies y manos por el veto de
Estados Unidos, aliado incondicional de Israel, en el asunto de los Territorios
Palestinos Ocupados (básicamente, Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), que la
ONU y la Corte Internacional de Justicia han resuelto una y otra vez que sean
devueltos al pueblo palestino, aunque Israel no ha hecho caso alguno a las
recomendaciones y resoluciones de la ONU y de los altos tribunales. Tampoco hay
que olvidar los Altos del Golán, pertenecientes a Siria, o la zona de Shebaa,
reivindicada por Líbano. No obstante, España teme las represalias varias de los
amos del mundo (entre ellos y principalmente, USA e Israel), por lo que pinta
como una heroicidad diplomática la adscripción de Palestina como mero Estado
observador de la ONU.
De todas formas, pensándolo bien, no tiene
demasiada importancia relegar el Estado de Palestina a mero Estado observador
de la ONU, pues en la ONU la inmensa mayoría de los 193 países miembros no
dejan de ser unos simples observadores de lo que se cuece entre unas pocas
potencias mundiales. Al fin y al cabo, el órgano realmente decisorio es el
Consejo de Seguridad, que sigue siendo una pamema, pues de sus 15 países
integrantes, solo 5 son permanentes y solo esos cinco tienen derecho a veto
(Rusia, Francia, Reino Unido, China y Estados Unidos). En otras palabras,
Palestina tendrá derecho a observar, que es lo mismo que han hecho y siguen
haciendo casi todos los demás, incluida España. Lo demás es solo hojarasca.
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