lunes, 18 de febrero de 2013

¿Corridas de toros? “De entrada, no”.



Con el barullo habido por las hipotecas y los desahucios, el millón y medio de firmas de la Iniciativa Legislativa Popular presentada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a última hora admitida a trámite en el Congreso por la mayoría absoluta  del Partido Popular, pasó de puntillas la aprobación a trámite por el Congreso de otra iniciativa parlamentaria para que “la fiesta de los toros” sea considerada Bien de Interés Cultural (BIC).
Me llamó especialmente la atención el discurso parafilosófico o pseudofilosófico pronunciado por el portavoz de UPyD en el Congreso, el actor Toni Cantó, a favor de la fiesta nacional (la fiesta de una de esas dos Españas que va helando el corazón y que muta de adeptos y causas, según las semanas, los crones o los eones).
Cantó corrigió a los parlamentarios, conminándolos a no andarse por las ramas y centrar debidamente el asunto: ¿Tienen todos los animales derechos o no los tienen? La pregunta misma ya tenía trampa: olvidaba que quien está formulando la cuestión es también animal (“racional” –lo describe- haciendo suya la distinción escolástica entre animales racionales e “irracionales”). A partir de tal omisión y bajo la luz refulgente de su “referente ético”, Fernando Savater, cofundador junto a la madre fundadora, Rosa Díez, de la asociación ¡Basta Ya!, de la que nace en 2007, cual brote verde esperanzador para muchos corazones patrios, la Unión Progreso y Democracia (UPyD), Toni Cantó blande la espada ajena y proclama que “los animales no tienen derechos, a la par que no tienen obligaciones”, no son “sujetos éticos”, “al carecer de libre albedrío” y ser “incapaces de discernir entre el bien y el mal”. Total, que, según Cantó y sus fuentes inspiradoras, los que nos separa de “los animales” es “el tema de la libertad” y la “capacidad de sufrimiento y percepción del dolor”, por lo que los animales no son “nuestros iguales”. Por lo mismo, continúa Cantó, no tenemos obligaciones morales con los animales, aunque el maltrato animal “degrada nuestra humanidad”. Concluye Cantó que los toros y los animales no tienen dos de nuestros derechos fundamentales: derecho a la libertad y derecho a la vida. Me quedé preocupado, tras escuchar atentamente la intervención de Cantó en el pleno del Congreso, pues no dejaba de preguntarme si Cantó fue capaz incluso de sentirse satisfecho de aquella ristra de pesudoargumentos.
Por otro lado, nada tiene de extraño que, ya analizado el percal de nuestros los representantes de la patria,  el pleno del Congreso admitiera ese mismo día a trámite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña para que la fiesta de los toros fuese declarada bien de interés cultural en toda España. Para ello, necesitó, amén de la mayoría absoluta del PP, los votos de UPyD, UPN y Foro Asturias. Cualquier ojo auténticamente patriótico  habría adivinado aquella tarde en el techo del hemiciclo al mismísimo Viriato, a don Pelayo, a Santiago y cierra España y al icono mismo de la Nación Española, la virgen del Pilar, arengando y bendiciendo a tanto defensor de las tradiciones hispanas.
Sin embargo, aquellos personajes históricos y celestiales se quedaron perplejos ante la postura del grupo socialista: abstención; o sea, una vez más ni chicha ni limoná, ni frío ni caliente, ni  aquí ni allí, ni ná de ná. Algunos diputados socialistas adujeron que de sus 110 diputados unos “aman" los toros, y otros solo “han ido a una plaza a un concierto de rock", afirmaron que  “los toros son cultura”, distinguieron entre “corridas de toros” y “tauromaquia” y decidieron pronunciarse sobre la ILP sobre “la fiesta nacional” como desde hace tiempo nos tienen acostumbrados: absteniéndose.
Fácil es concluir que, ante la abstención socialista, una considerable parte de la ciudadanía se quedó asimismo perpleja, estupefacta y consternada.
Aquellos parlamentarios olvidaban, culposamente o bien a sabiendas, que no se trataba solo de pronunciarse sobre esa carnicería denominada “fiesta nacional”, sino de declararla Bien de Interés Cultural, lo que, entre otras cosas implica su carácter público, con la consiguiente obligación por parte de la Administración de protegerlo, la necesidad de autorizar por parte de la Administración cualquier modificación, privilegios fiscales y ayudas para su mantenimiento y restauración, etc.
Desconozco además si los señores parlamentarios incluyeron en la admisión de la ILP sobre las corridas de toros las sabias y reflexivas admoniciones que Manolo Escobar, inequívoco defensor de las esencias patrias, nos dejó como legado moral-nacional: “No me gusta que a los toros te pongas la minifalda. La gente mira p’arriba, porque quieren ver tu cara y quieren ver tus rodillas (…) Me rebelo y me rebelo y tengo que pelearme y a los toros no los veo. Así que tú ya lo sabes, no te pongas minifalda, que los toros de esta tarde yo tengo gana de verlos sin pelearme con nadie”.
Desde luego, personalmente, yo ni voy a ir a los toros ni voy a ponerme una minifalda.




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