Nos recomendaron que aceptáramos la
Constitución, a pesar de nuestras dudas, porque nos cantaron que nuestra
verdadera bandera es la roja y nuestro auténtico himno es La Internacional. Y
coló.
Creímos que la democracia que nos vendían
era similar a la democracia popular-parlamentaria (eurocomunismo, por aquel
entonces), que aún estaban por la socialización de los medios de producción,
que la república estaba al llegar, con un rey que había jurado los Principios
del Movimiento y nunca podría aspirar a premio extraordinario de bachillerato o
summa cum laude en ninguna universidad. Y coló.
Nos mosqueaba que la policía siempre
llegara diez minutos tarde cuando los guerrilleros y fuerzanovistas en general
asaltaban nuestras sedes. Los más ardientes partidarios del golpismo franquista
y del fascismo ultravisigótico ocuparon los escaños del pueblo y asesinaron a
mis compañeros y compañeras del despacho de abogados laboralistas de Atocha,
saliendo de rositas y pavoneándose de sus hazañas. Pedimos amnistía para todas
y todos a los carceleros de los derechos humanos durante cuarenta años.
Escuchamos cantar libertad sin ira mientras unos presuntos padres de una
supuesta constitución recitaban el mantra de la reconciliación nacional, el
olvido, la unidad de la ciudadanía. Cortaron con la guadaña de la unidad de
España las lágrimas legítimas de la Memoria histórica. Desde entonces, la
verdadera canción de fondo, escuchada hasta nuestros días, es “¿Dónde está la
bolita? ¿Dónde está?”.
Se negaron a condenar el golpe de Estado
del 36, pues muchos de ellos seguían y siguen custodiando con fervor la mente y
el corazón de los golpistas. Aplaudieron los huevos de Tejero, etiquetaron
botellas con su efigie, condenaron a prisiones de lujo y de pacotilla a Milans,
indultaron a ladrones y estafadores. Los hijos de Pablo Iglesias fueron
embadurnados de marcos alemanes, Felipe cenó con Brandt, desayunó con Palme, metió
en un asilo a Largo Caballero, declaró obsoleto el marxismo, y realizó un salto
triple mortal con su “de entrada, no”. Su
ministro Solchaga animó al ciudadano a enriquecerse en el país de las mil
maravillas fofas, montamos huelgas generales, y el país se fue deslizando hacia
las ideas progres europeas, tan liberales, tan de libre mercado y libre
contratación, tan de chicha y nabo.
Ante nuestros ojos han ido desfilando
Filesa, Naseiro, Banesto, Gescartera… Los obispos siguieron engordando en sus
palacios gorrineros, con su Concordato, sus Acuerdos, sus extorsiones. Derecha,
centro, pseudosocialistas, ZP, Aznar, González, y todos y cada uno de sus
ardorosos acólitos católicos se encargaron de echarles de comer cada día de
cada año a los señores obispos. Besaron manos, pies y báculos de Papas,
estatuas totémicas de santos, beatas, cristos y vírgenes. Y de todo esa orgía
de engorde sacro, creció y creció sin fin el Opus Dei y su padrecito Escrivá
hasta quedar hincado, bien hincado, en nuestro intestino grueso.
Se creen los putos amos del corral, del
cortijo, de esto, de este mal llamado “país”. Lo embadurnan con la pestilente
mierda de sus contabilidades B, sus tarjetas doradas, sus clases preferentes
cuando viajan, sus restaurantes de todos los tenedores posibles, sus “te firmo
esto si me das aquello”, su anemia de ideas, su ausencia de valores, su
palabrería sin referentes, su consagración a la picaresca fácil y rápida.
Niegan, amenazan, van, vienen, matan elefantes, se tapan los delitos unos a
otros con otros delitos, viajan a las Azores para urdir guerras preventivas y
fumarse un puro con botas de vaquero, intercambian como cromos jueces, se
jubilan a los cincuenta en despachos de ensueño, propiedad de aquellos a
quienes han servido como lacayos. Matan al pueblo. Matan su alma. Matan su
futuro. Expulsan a los jóvenes del país a golpes de ineptitud. Matan al pueblo,
sí, lo matan con saña. Lo matan de la peor forma posible: lo duermen.
Me
llamarán, nos llamarán a todos, dormidos, para presenciar el final (¿o lo
estamos perpetrando nosotros mismos, por acción u omisión)? Tú, y tú, y yo, nos
turnaremos, en tornos de cristal, ante la muerte del pueblo. Y te expondrán,
nos expondremos todos a ser trizados ¡zas! por una bala de carroña salida de
sus cajas B. Bien lo sabéis. Vendrán por ti, por mí, por todos. Y también por
ti. (Aquí no se salva ni dios, lo asesinaron.) ¿Despertaremos? Escrito está. Tu nombre está
ya listo, temblando en un papel. Aquél que dice: Abel, Abel, Abel...o yo, tú,
él... ¿Despertaremos?
Buenísimo artículo. De verdad que me ha gustado, has reflejado a la
ResponderEliminarperfección la rabia e indignación del pueblo español. Muchas veces me
pregunto cómo es posible que salgan ante los micrófonos los miembros
del gobierno y no se les caiga la cara de pura vergüenza, aunque la
respuesta es clara: o la tienen pegada con cemento o es que carecen de
ésta. España es más pobre que nunca (excluyendo la etapa
medieval-franquista) y vamos hacia un agujero del que no saldremos en
décadas. Es una situación realmente complicada y hay que huir como de
la peste de los que nos dicen que tienen la solución fácil a la crisis.
Es mentira. No hay solución fácil, sino un camino tortuoso que, desde
luego, no van a saber hacer los bastardos corruptos que tenemos en el
gobierno. Yo nací a mitad de los 80, pero gracias a una decente
educación de mis padres y algunos selectos profesores y amigos, he
sabido del timo de transición que nos colaron, de la patraña del 23F y
de cómo salieron "reforzadas" instituciones como la corona española.
Creo que somos muchos, muchos más de los que creemos los que estamos
hartos del huerto de amistades empresariales (patrios e
internacionales) de la casa real, sus chanchullos y regalos, de la
prensa babosa y sumisa que alaba la "alta labor" institucional de la
monarquía, cuando todos sabemos la ponzoña que esconden bajo las
alfombras. El innombrable papel del actual gobierno, con parte heredada
de la penosa labor de Zapatero y los suyos, nos está sumiendo aún más
en la brutal desigualdad económica, social y judicial. Hay quien dice
que tenemos lo que nos merecemos. Y aunque tengan mayoría absoluta,
creo que opinas como yo cuando digo que NO NOS MERECEMOS ESTO.
Un fortísimo y optimista abrazo. A ver si nos vemos pronto.
La roja nunca ha sido mi bandera, tampoco la azul.
ResponderEliminarLa constitución del 78 intentó unirnos a todos los españoles.
Todos cedimos con asombrosa responsabilidad en nuestra idiosincrasia histórica.
Nuestros políticos estuvieron a la altura histórica que les tocó vivir.
Iniciamos una sociedad nueva empezando de cero. Amnistiamos a los carceleros de los derechos humanos durante cuarenta años, al igual que a los terroristas, violadores, asesinos, psicópatas, incluso a algún inocente que permanecía entre rejas. Escuchamos cantar libertad sin ira mientras unos valientes padres de la constitución Gabriel Cisneros Laborda, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo de UCD, Manuel Fraga Iribarne de AP, Gregorio Peces-Barba Martínez del PSOE, Miquel Roca i Junyent de CiU y Jordi Solé Tura del PCE, recitaban el mantra de la reconciliación nacional, el olvido del odio y del rencor de una sociedad cansada de los últimos 40 años provocados, no por Franco, sino por los políticos inútiles, partidistas interesados en sus encarceladas ideologías, extremistas tanto en sus ideologías como en sus acciones provocando una crispación social que aprovechó un general republicano que hubiera muerto como general republicano cuarenta años después seguramente en un hospital militar como un jubilado más y del cual pocos tendrían conocimiento. Políticos incapaces de tener una visión histórica como la que tuvieron nuestros políticos a finales de los 70.
Los culpables de esta situación son la falta, la pérdida de valores sociales, la lealtad, la honestidad, la convivencia, el respeto, tolerancia, responsabilidad, justicia.
¿Por qué? Por permitir a unos partidos políticos que consiguieran que el poder ejecutivo fuera el mismo que el legislativo que pudiera elegir al judicial para proteger los intereses de unos inmorales sinvergüenzas de inmorales sinvergüenzas protegidos por leyes y sentencias creadas para el caso, partidos y políticos que fueron poco a poco ingresando en el mismo club de sinvergüenzas inmorales. Obligando a los que ingresaban en ellos a jugaran al mismo juego o promoviendo a que salieran del escenario si no jugaban con las mismas cartas.
¿Cuál es la solución? La solución la tienen ellos mismos. Desde los partidos políticos tienen que reinventar el juego en consenso y volver a los valores que representaban nuestros padres de la Constitución.
El éxito de cualquier sociedad no está las ideologías que representan sino en las personas que las dirigen y que las componen; las personas y sus valores. Valores sociales y no individuales.