Ayer cuatro policías nacionales se
personaron presencialmente (otros permanecieron en una furgoneta) en el Banco
de España de Zaragoza a requerimiento de la Guardia Civil que desempeñaba la
función de seguridad. Tres personas (dos chicas jóvenes y un hombre en una
silla de ruedas) habían mostrado en el Banco sendos carteles reclamando el
Impuesto a las Transacciones Financieras, Banca Pública y una Auditoría a los
responsables de la crisis.
Aquella misma mañana, el diario EL País
publicaba la contabilidad B del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, otro pico
emergente más de la corrupción reinante en el partido actualmente gobernante,
que, de ser ciertos los datos publicados, revela la podredumbre
institucionalizada sobre la que se asienta una considerable parte de la clase
política española, del mundo empresarial –principalmente el perteneciente al
sector de la construcción- y los
beneficiarios del botín (de dimensiones aún poco conocidas) de la cueva de los
cuarenta mil ladrones y sus incontables jefes.
Me pregunté ayer y me sigo preguntando
hoy qué hacía esa policía allí, en lugar de detener a corruptos (la pesca es
fácil: basta echar el anzuelo), cómo es que no tenían el zurrón policial
repleto de órdenes de detención de algunos capos de ese río revuelto de tonto
el último que no meta la mano en los dineros negros y pútridos de la
corrupción.
Me hubiera gustado leer que esa policía
había detenido a algún bancario y algún banquero acusados del timo de las preferentes
y del robo con alevosía de los ahorros de la gente humilde. Me habría alegrado
mucho saber que aquella furgoneta estaba llena de constructores,
intermediarios, chorizos, políticos y políticas que juran y perjuran por
enésima vez ser víctimas de una persecución política.
Me llenaría de satisfacción saber que los
jueces están tan indignados como la ciudadanía de a pie y se ponen manos a la
obra para limpiar su país de cuatreros y estafadores. Que esos mismos jueces
piden auxilio a los técnicos e inspectores de Hacienda para poder sacar a la
luz tanta mierda, tanta basura, tanta mentira, tanto cinismo.
Deseaba que esa policía que estaba
examinando nuestros móviles y nuestros Documentos de Identidad no estuviese
allí, sino poniendo a disposición del juez empresarios que dejan en la calle a
ciudadanos y ciudadanas mediante EREs tramposos, políticos de mucho o medio
pelo o políticos alopécicos, políticos con antifaz, con rosarios y cilicios,
con coartadas difíciles de destapar, sin coartadas, así como también banqueros
de todo tipo y condición (incluidos los indultados y los tapados mediante
arreglos impresentable).
Me duele este país. Me duele aún la
retina de haber visto ayer allí, en el zaragozano Banco de España, a todos esos
policías. Tenían muchas y más urgentes cosas que hacer en la ciudad.
Sí pero NO.
ResponderEliminarDe nuevo en medio desacuerdo, querido Antonio.
A la pregunta de qué hacían allí los policías, la respuesta es cumplir con su deber que es que se cumplan las normas y las leyes, aunque sean injustas por desgracia. Seguro que ellos están en total acuerdo con vosotros, con el 100% de ciudadanos normales. No se te olvide que son también ciudadanos al servicio de la sociedad.
Si estaban allí es porque los diputados hacen leyes injustas que persiguen madres que roban para dar de comer a sus hijos o ciudadanos que piden con pancartas lealtad y honestidad a sus representantes; e indultan a ladrones, Banqueros y políticos corruptos.
No culpemos a las fuerzas de seguridad que cumplen con su deber legal aunque injusto. Culpemos a la clase política deshonesta, desde la derecha más casposa a la izquierda sindical más falsa. No nos olvidemos aquí no se salva ningún partido ni sindicato, aunque dentro de cada uno de ellos existan honorables representantes que intentan ejercer su labor como pueden dentro de este estercolero en el que vivimos.
Mientras queden luchadores, habrá esperanza. Gracias Antonio y un fuerte abrazo. Ramón
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