Publicado hoy en el Periódico de Aragón
Una mujer perdió el conocimiento hace unos días en una
avenida de Santa Cruz de Tenerife. Acompañada de sus hijo de dos años, que
seguramente estaba llorando de susto y miedo, la encontraron en el suelo, pues
llevaba dos días sin comer y destinaba a su hijo el alimento que le iba
llegando, ya que carecía de recursos económicos. Por esas mismas fechas, una
mujer fallecía, esperando ser atendida, en el servicio de urgencias de un
hospital gallego, desbordado cada vez más por el número de pacientes y la
escasez de personal y de recursos. Se
trata de dos gotas de agua en un vasto océano de necesidad y estrechez
crecientes, y suele echársele la culpa de todo a una entidad abstracta e
impersonal, llamada comúnmente “crisis”.
Me golpearon ambas noticias mientras leía el más que
recomendable libro de la escritora, investigadora y presidenta de ATTAC en
Francia, Susan Georg, (El Informe Lugano II. Esta vez vamos a
liquidar la democracia, Deusto 2013), donde una Comisión de expertos,
reunidos en la ciudad suiza de Lugano, vuelven a ofrecer a una élite de
dirigentes mundiales (el Grupo de Solicitantes) sus análisis y diagnósticos (El
segundo Informe Lugano) sobre la crisis económica planetaria actual y sus
previsiones. Se trata de una “ficción factual”, donde los personajes y la
historia misma son ficticios, pero los hechos, según la propia autora, están
basados en fuentes reales y fiables.
Cuenta el Informe II que, dada la ingente cantidad de dinero
con que el Estado norteamericano intervino para rescatar las
instituciones financieras, abrumadas por sus enormes deudas y su recíproca
desconfianza, el senador Bernie Sanders
obligó a la Reserva Federal a publicar la primera auditoría completa sobre tal
intervención. Pues bien, se llegó a conocer así que, como mínimo, solo la
Reserva Federal había proporcionado desde el 1 de diciembre de 2007 hasta julio de 2010 más de 16
billones de dólares (billón=un millón de millones) en préstamos secretos para
sacar a flote no solo los bancos norteamericanos, sino también muchos otros
bancos extranjeros.
Como ya tenemos la mente medio
anestesiada con tanto millón y corremos el riesgo de conceder poca importancia
a las cantidades de dinero con que cada día nos bombardean los medios de
comunicación y las redes sociales, Susan George proporciona un buen ejemplo de
su significado real: si cada segundo representara un euro, habría que esperar
32.000 años para alcanzar el billón de euros. Si hacemos el mismo cálculo con
los 16 billones suministrados por la Reserva Federal, si un dólar es un
segundo, dieciséis billones de dólares representan 512.000 años. Es decir, que
si las entidades financieras devolviesen la ayuda recibida a la velocidad de un
dólar por segundo, tardarían más de medio millón de años en saldar su deuda.
A todo ello habría que añadir las
restantes ayudas, intervenciones y préstamos realizados por la Reserva Federal
y otros Bancos estatales, pues de todos son conocidos los préstamos blandos y
los rescates de que los bancos se han
ido beneficiando hasta la fecha, que son dinero de la ciudadanía y que final y
lamentablemente el país respectivo suele
asumir como deuda soberana. Por ejemplo, Alemania, Bélgica, Francia,
Reino Unido y Suiza recibieron solo en el período antedicho 2,85 billones de
dólares.
El resto de la historia la sabemos todos,
pues la cargamos diariamente sobre nuestras espaldas: los gobiernos no se han
atrevido a tocar la política fiscal por la que se benefician los más ricos y
poderosos, el crédito se ha congelado, la actividad económica se va desplomando
diariamente cada vez más, aumenta el desempleo, el mercado financiero ni
siquiera permite que le roce la más leve
regulación, aumenta de forma considerable la deuda soberana (ilegítima, en
buena parte), se privatizan los servicios sociales básicos y la ciudadanía
sufre recorte tras recorte de sus derechos cívicos y laborales fundamentales.
Ni que decir tiene que con ello se
agranda cada vez más la brecha entre ricos y pobres en todos los países. Solo
en Alemania, presunto paradigma de la política económica europea y española, el
10% de los alemanes acapara en 67% de la riqueza del país. En los países de la
OCDE, la desigualdad, por ejemplo, de ingresos entre la población rica y pobre
ha alcanzado su nivel más alto en 30 años y España se ha convertido en el país
de la UE con mayor distancia entre las rentas altas y bajas.
Retomemos por unos instantes el cálculo:
si un segundo representa un euro, según nuestros banqueros y políticos, ¿cuánto
tiempo deberían estar pagando las vidas de José
Miguel, Amaia, Victoria, Francisco J, más una pareja mallorquina de jubilados y un hombre
canario (suicidados por desahucio por impago hipotecario), Ricardo, José Antonio,
más una mujer vallisoletana y un hombre alicantino
(suicidados por desahucio por impago de alquiler), Juan (suicidado por desahucio por ocupación) e Isabel (suicidada por desahucio por causas desconocidas)?
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