lunes, 11 de marzo de 2013

Sobre las alegaciones presentadas por Europa Laica ante el Consejo de Estado


 
He leído atentamente las alegaciones presentadas por Europa Laica, mediante “audiencia por escrito”, al Consejo de Estado, sobre el anteproyecto de Ley de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) y no puedo menos que valorar positivamente el trabajo realizado y las alegaciones y gestiones llevadas a cabo para conseguir la "audiencia por escrito" del Consejo de Estado, y para, una vez convertido el Anteproyecto en proyecto en el Congreso, poder igualmente presentarlas a los grupos parlamentarios.
Sin embargo, considerando la celeridad y la contundencia con que se va ejecutando el cambio de rumbo y de contenidos en materia educativa por parte del actual Gobierno del Partido Popular, me pregunto si los métodos, las vías y los ritmos de oposición a la LOMCE por parte de Europa Laica sucumbirán necesariamente a un retraso burocrático e institucional que hará baldías, de hecho, sus gestiones y alegaciones tanto en el Consejo de Estado como en el Congreso de los Diputados. El actual sistema, cada vez más caduco, inocula caducidad a quienes osan acercarse hasta la viscosidad de sus tentáculos.
En primer lugar, basta repasar someramente la composición del actual Consejo de Estado para cerciorarse de que las alegaciones presentadas por Europa Laica contra la LOMCE tienen muy escasa, por no decir nula, posibilidad de ser atendidas y mucho menos aceptadas. ¿Así las cosas, corremos el riesgo de que tantas energías empleadas acaben en un acto “in vacuo”, en el vacío? Y no puede vaticinarse otra cosa distinta, dada la mayoría absoluta del Partido gobernante y la indefinición del hasta ahora principal grupo de oposición y otros grupos parlamentarios, cuando pudiere llegar a determinados grupos parlamentarios.
Hoy el combate verdadero y real (utilizo muy intencionadamente el término “combate”) está en las calles y en las plazas, en los centros de trabajo y en las asociaciones, colectivos y organizaciones ciudadanas que acometen diariamente ese combate. Hay poco tiempo ya para planteamientos que queden a la expectativa del cumplimiento de determinados proyectos a medio y largo plazo ni de la actividad de las organizaciones políticas y sindicales tradicionales ni de la fofa generosidad de algunas instituciones del Estado de postín, pues no están en condiciones ya de garantizar la salvaguarda de los derechos y libertades de la ciudadanía, incluido el derecho a la libertad de conciencia en plena igualdad de condiciones y la existencia de una escuela pública, laica, universal y de calidad.  
Como advierten, entre otros, los profesores Josep Fontana, Susan George y Jean Ziegler, si nos quedamos anclados dentro de los engranajes del sistema, aceptando las reglas de juego impuestas por el propio sistema y ateniéndonos a sus tiempos y procedimientos, solo nos resta esperar más desigualdad, menos derechos, más confesionalidad y más represión para que nadie lo cuestione. Por el contrario, esos profesores ponen lúcidamente su esperanza en que los movimientos de contestación social lleguen a meter el miedo en el cuerpo al sistema, pues los beneficiarios económicos, políticos e ideológicos del mismo ya no quieren ni pueden entender otro lenguaje.
Como botón de muestra, hace ya años expliqué a algunos sindicatos y a algunos miembros destacados del movimiento laicista que, tras muchos años y muchas  legislaturas de todo tipo y pelaje, y ateniéndonos a la realidad en lugar de a consignas, solo podría tener éxito la lucha contra la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública si el profesorado de los centros públicos comunicase a los Órganos Directivos autonómicos, provinciales y locales que, apelando al derecho fundamental de libertad de conciencia, se declaraban objetores de conciencia para impartir la asignatura “Alternativa a la Religión”, en todas sus denominaciones. Si tal movimiento de objeción fuese importante se produciría ipso facto el bloqueo del funcionamiento del centro educativo en lo que respecta a la enseñanza de doctrinas y creencias religiosas durante su horario lectivo. Pues bien, Europa Laica podría y debería ser una importante correa de impulsión y  trasmisión de tal iniciativa.
Los actos y gestiones de corte institucional encaminados a abrir brecha hacia la aconfesionalidad de las instituciones del Estado son necesarios y merecen el apoyo de todas y de todos. Sin embargo, a fin de no quedar finalmente convertidos en motivos decorosos y decorativos, las gestiones institucionales deben estar permanentemente sostenidas en acciones ciudadanas directas y pacíficas, mediante las cuales las estructuras de poder vean perturbado su status quo. De no ser así, el porvenir del laicismo en España está en el aire

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