La verdad es que es un misterio que
no soy capaz de resolver. Mira que los echo de menos en las calles y por la
madrileña Plaza de Colón, con sus pancartas (“No existe el derecho a matar”,
“existe el derecho a vivir”, “defiende la vida”, “vida, sí, aborto, no”…), sus
fieles vociferantes al unísono y numerosos dirigentes del PP a su vera. Antes daban
colorido a algunos domingos primaverales y el frufrú de sus sotanas hacían
competencia al trinar de los escasos pájaros supervivientes en las avenidas de
la capital. Ahora no se dónde se han metido…
Por ejemplo, el obispo católico de
San Sebastián, José Ignacio Munilla, dedicaba
su homilía del Viernes Santo a denunciar los abortos por considerarlos un
"holocausto silencioso" y una "masacre de inocentes". Desconozco
si se detuvo a pensar por qué las interrupciones del embarazo han aumentado un
22% en 2011 respecto de 2010 o sobre los motivos y circunstancias reales que
llevan a la mujer a tomar libre y responsablemente esa siempre difícil
decisión. Me consta solo que el obispo Munilla piensa que el aborto es
"una especie de suicidio espiritual por parte de la propia mujer", lo
cual es de una simpleza que pone de manifiesto la propia simpleza del obispo.
Sin embargo, como el señor Munilla y
el colectivo del que forma parte piensan así, echo de menos que sigan
manifestándose en la calle contra el aborto y a favor de la familia de toda la
vida. En los ochos de mandato socialista, bajo la Presidencia de Rodríguez
Zapatero, escribieron cartas pastorales, se manifestaron por las calles y
plazas, y cuestionaron la calidad democrática y moral del Gobierno socialista,
al que llegaron a acusar de fomentar una persecución laicista de la Iglesia.
Hoy, callan. Hoy se quedan en sus palacios episcopales. Hoy sus cartas
pastorales contra los gobernantes que permiten el “holocausto de inocentes”
dormitan en el tintero. Y les echo de menos, la verdad. De ahí que no alcance a
resolver el misterio de qué tendrán Rajoy, Aznar y todo el Partido Popular para
tener tan calladitos a los señores obispos católicos. Los misterios del
arcano conservador son así: el servicio incondicional
y multisecular a los señores del dinero permite que obispos y gobernantes compartan
el mismo cordón umbilical por el que se nutren de los mismos favores y
privilegios.
Pero no hablemos solo de iglesias y
obispos, pues las mismas preguntas sin resolver envuelven, por ejemplo, a la
Asociación de Víctimas del Terrorismo. Antaño, con gobiernos socialistas,
salían a la calle a repartir anatemas, paraguazos y banderazos a los dirigentes
sociatas que promovían treguas y conversaciones con los terroristas, pero ahora
hablan solo quedamente, en voz muy baja, casi en susurros, de las
negociaciones, regímenes en tercer grado o acercamiento de presos de ETA por
parte del Partido Popular. ¿Tendrá también la AVT y asimilados el mismo cordón
umbilical de los señores obispos y los gobernantes del Partido de la gaviota,
antes rampante, ahora plena del pringoso chapapote de la corrupción?
Nota final: como uno es así de
descuidado, no llevo cuenta de los escritos y homilías episcopales sobre los
seis millones de parados, los 11 millones de ciudadanas y ciudadanos bajo el
umbral de la pobreza, los cuatrocientos mil desahucios ya perpetrados, la
“reforma laboral” o las “reformas estructurales” del Partido de Rajoy y del PP.
Un día de estos, lo mismo vemos al obispo Munilla y a los suyos en la Plaza de
Colón o ante el Congreso de Diputados afeando la política gubernamental junto a
los miembros del 15M o la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. Amén.
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