Unos afirman que la palabra “linchamiento” proviene de James
Lynch Fitzstephen, alcalde de la ciudad de Galway (Irlanda) en el siglo XV,
conocido por mandar ahorcar a su hijo al estar acusado del asesinato de un
español y sin proceso legal alguno. Otros, en cambio, la hacen proceder de
Charles Lynch, juez en el siglo XVIII en el estado de Virginia, que ordenó la
ejecución de una banda de hombres conservadores sin proceso judicial. El 17 de
marzo de 2013 nos desayunábamos con otro linchamiento, perpetrado en el año
2004 en Irak por soldados hispanovisigóticos enviados por el Gobierno de José
María Aznar a invadir Irak con otros ejércitos igualmente “aliados defensores
de la libertad y la democracia”.
En efecto, el diario El País publicaba un vídeo, donde un
grupo de soldados españoles lincha (desconozco si la agresión acabó en muerte,
aunque, visto lo visto, poco debió de faltar para ello) a dos prisioneros
iraquíes en Diwaniya, por aquel entonces la base del ejército hispanovisigótico
en Irak. Tres golpean y patean salvajemente a un prisionero iraquí y poco
después también a otro que amontonan sobre el primero. Dos más miran y jalean.
Otro graba la escena. Otro más, al contemplar tanto golpe, exclama: “¡Jo! A
este se lo han cargado ya”. Asombra y aturde el empleo de esa tercera persona
del plural: “ellos” se lo han cargado, pero yo, no: yo solo miraba. El anonimato del grupo engulle la
responsabilidad de cada uno de ellos: han sido los otros. La brutalidad de la
alimaña enajena la humanidad de aquellos individuos. Así suceden las
violaciones en masa, los linchamientos de todo género y tipo.
El grupo exime de responsabilidad y de culpa. “Todos” es
nadie. Quizá aquellos hombres, individualmente, eran incapaces de cometer esa
salvajada, pero en grupo adquieren otra personalidad, colectiva, salvaje, cruel.
El prisionero no es un ser humano, sino “el enemigo”. El iraquí es culpable de
que estén allí, donde no deberían estar, jugándose el pellejo, mientras su
país, sus amigos, sus familias, arden en un solo grito: NO a la guerra. Se
regresa también dentro del grupo a los mecanismos más inmaduros e infantiles:
yo no empecé, yo no quería, fue Fulano el que me/nos empujó/obligó.
Se cita clásicamente en las obras sobre conducta social el
linchamiento de Leeville (Lousiana): un negro osa acceder a la casa de un
blanco, donde casualmente solo está la mujer, sin el marido. El negro pretende solo
reclamar seis dólares que se le debía de su salario, pero en Leeville pululan cada
vez más los rumores y los bulos (violación, robo…) y la multitud (siempre el
grupo, siempre la masa…) quiere tomarse la justicia por su mano. Unos guardias,
viendo la creciente violencia ambiental, meten al negro en una celda especial de
la cárcel, a lo que la multitud responde prendiendo fuego al edificio, volando
la celda con dinamita y arrastrando el cadáver del negro hasta el barrio negro,
donde los blancos incendian y saquean las casas y las tiendas de los negros,
que son perseguidos y tiroteados por toda la ciudad.
Sin embargo, no todos los linchamientos son violentos y
caóticos como el de Leeville, pues otros son planeados y programados por “gente
de bien” que se limita a “castigar al culpable”, aunque casi siempre son “los
pobres” quienes ejecutan finalmente el linchamiento. No hay que irse muy lejos
en el tiempo para contar con numerosos casos de linchamientos: por ejemplo, no
pocos casos de bullying, de hostigamiento, acoso y violencia escolar. Detrás
del bullying hay siempre un grupo de descerebrados, manipulados por un líder
manipulador y violento.
Probablemente, el linchamiento en Diwaniya de dos
prisioneros iraquíes a manos de seis o siete soldados hispanovisigóticos corrió
como la pólvora entre la tropa, pero nadie, al parecer, osó decir una sola
palabra (cuestión de “compañerismo” y desprecio al “chivato”). Igualmente, el
hecho fue seguramente conocido por cabos, sargentos, tenientes, coroneles,
generales, subsecretarios, ministros, y vete a saber si incluso por el jefe
supremo de las “fuerzas armadas” y del Estado español, el máximo
“irresponsable” de la nación. La cadena de mando fue así siempre acompañada de
la ley del silencio. Hoy mismo, la ex ministra Trinidad Jiménez acaba de
afirmar que se trata de un “hecho aislado”, que nada tiene que ver con las
fuerzas armadas españolas. ¿Habrá algún día alguna investigación sobre el
linchamiento de Diwaniya? ¿Quién conocía el linchamiento? ¿Quién decidió echar
tierra sobre el asunto?
Aquellos soldados estaban en Irak como podrían haber estado
en cualquier cuartel extremeño o cántabro. Aznar había asegurado que allí los
malvados iraquíes, en connivencia con Al Qaeda, guardaban armas de destrucción
masiva y el trío de Las Azores predicó cínicamente la defensa de la democracia
occidental, la paz, la lucha contra el terrorismo. Colgaron después a Sadam
Husein tras una vergonzante pantomima de juicio y ahora Irak está en ruinas. C’est
tout…
En la actualidad, José María Aznar, es presidente de FAES y
asesor para Latinoamérica de Endesa.
Tony Blair es ahora, entre otras cosas, asesor para diversas
empresas del sector energético y financiero, y además es representante del
Cuarteto de Paz para Oriente Próximo (¡manda güebos…!).
De George W. Bush poco se dice hoy, pues hace tan poco como
sabe. Conocemos que en 2011 el tribunal de Crímenes de Guerra de Malasia
condenó a Bush y Blair (Aznar ni pintaba ni pinta nada) al declararlos
culpables de genocidio y crímenes contra la paz, por abuso de poder y asesinato masivo de miles de iraquíes. Pertenece
a una familia nada en la abundancia debido a los negocios petrolíferos.
Común denominador del trío: sus vidas han estado al muy lucrativo
servicio del mundo del dinero, la energía y el petróleo.
No es de extrañar, pues, que aquellos soldados españoles de
Diwaniya cometieran tal tropelía, siendo comandados y enviados por aquel trío
de tramposos, mentirosos y lacayos de los poderes financieros y energéticos del
mundo.
Viendo esto..me avergüenzo de haber hecho la mili en un ejército post-franquista,no comprendo ni entiendo que la frustración de estos soldados se canalice en violencia irracional contra alguien indefenso. El ejército español es un apéndice minúsculo de la Otan que en sus misiones "internacionales" se ha mimetizado en imitar los crímenes del ejército americano. Estos no son más que fascistas descerebrados vestidos de uniforme con la bandera española.
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