PUBLICADO HOY EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
El año pasado conocimos que el
pregonero de la semana santa en Alagón era el director de la Academia General
Militar de Zaragoza, el general Francisco
José Gan Pampols, a propuesta de las cofradías alagoneras por sus visitas al
municipio “con motivo de su cargo”. El señor Gan tiene pleno derecho a hacer
efectiva su libertad de conciencia como desee, pero el general Gan, no: un
cargo público no debe intervenir ni asistir a actos y ceremonias religiosas y
confesionales en razón de su cargo.
Este año el Fiscal superior de
Aragón, José María Rivera Hernández,
será el pregonero de la semana santa de Tarazona. Igualmente, el señor Rivera
tiene pleno derecho a ejercer su libertad de conciencia como desee, pero el
Fiscal general de Aragón, no: los cargos e instituciones públicas, que forman
parte del Estado, deben abstenerse de participar e intervenir, en razón de sus
cargos, en actos y ceremonias de carácter confesional. Da la casualidad de que
el Fiscal superior de Aragón es primo del actual Presidente de las Cortes de
Aragón, José Ángel Biel Rivera,
beneficiario del milagroso portento de ser el único diputado que ha permanecido
en las Cortes de Aragón en todas las legislaturas. También es otra casualidad
que el alcalde de Tarazona, Luis
María Beamonte Mesa, sea también Presidente del PP y
de la Diputación Provincial de Zaragoza. Como se ve, las redes sociales, por
muy tupidas que sean, no existen solo en Internet.
Estos dos botones de muestra
dejan patente que el principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado
está especialmente arrinconado en la denominada “semana santa”, si bien es
extraño que haya una semana más santa que otras para un creyente, mientras que
para el resto de la población, cada vez mayor en número, no lo es ninguna.
Obispos, canónigos, corporación municipal, curas, monaguillos, cofrades,
imaginería de todo tipo y condición, la Guardia civil del acuartelamiento de
Casetas, mantillas, peinetas, cadetes, tambores, trompetas, Policía Local a
caballo y a pie luciendo galas y plumeros, legionarios, ministros, devotos,
penitentes y un sinfín de piezas más componen el abigarrado y heterogéneo puzle denominado en nuestro celtibérico país
“semana santa”.
Es obligado insistir en que cada
ciudadano y cada ciudadana tienen el derecho de ejercer su libertad de
conciencia (la libertad religiosa no es más que un caso más dentro del derecho
de libertad de conciencia) del modo que consideren oportuno con tal de no dejar
lesionados los derechos ajenos. Por ello y en consonancia con el principio
constitucional de la igualdad de todos ante la ley, cada persona puede expresar
su libertad de conciencia, religiosa o no, en igualdad de condiciones y sin
discriminación alguna. Nada pues que objetar a la celebración católica de su
semana santa y a la expresión religiosa de los fieles católicos en esas fechas.
Todo que objetar, sin embargo, a que las instituciones y cargos públicos del
Estado participen, en razón de sus cargos, en actos confesionales: representan
a todos por igual y no deberían conculcar el principio constitucional de la
aconfesionalidad del Estado y sus instituciones.
Es inevitable, sin embargo, que
en determinadas festividades haya unos vasos comunicantes entre lo religioso y
lo civil, no perjudiciales para nadie. De hecho, es posible que a una
considerable porción de participantes en las procesiones les mueva
principalmente el interés por formar parte activa de las mismas desfilando con
sus túnicas, tambores y capirotes, al igual que una treintena de bares y
restaurantes zaragozanos invitan otro año más a la “ruta gastronómica de Tapas
de la Semana Santa”, en alusión a la famosa Ruta del Tambor del Bajo Aragón.
Por la misma razón, el Gobierno
de Mariano Rajoy, además de
conceder diecinueve indultos con motivo de la semana santa, podría ayudar un
poco menos a las entidades financieras con el dinero de todos y obligar también
a estas a concertar la dación en pago de las viviendas hipotecadas de muchos
miles de seres humanos, condenados hasta ahora a la incertidumbre y a quedarse
en la calle. Por ejemplo, dos reclusos de Zaragoza han quedado indultados por
la solicitud de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y Santo Sepulcro, de
Zaragoza, y uno más a petición
de la
Hermandad de
Jesús Atado a la Columna y Nuestra Señora de
la Esperanza, de Teruel. ¿No es esto un claro ejemplo del chapapote confesional
en que se hallan muchas instituciones del Estado, en este caso en el ámbito de
una “justicia” impartida por el poder ejecutivo?
Con la que está cayendo, la zaragozana Hermandad de la
Sangre de Cristo ha presentado las imágenes restauradas del Cristo en la Cama y la Virgen Dolorosa.
La restauración ha costado 10.000 euros, de los que la Diputación Provincial de
Zaragoza (Luis María Beamonte, ¿recuerdan?) ha aportado 8.614 euros. Y mientras!, el alcalde Juan Alberto Belloch, flanqueado por los suyos, estos días a
procesionar y todo lo que haga falta.
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