martes, 18 de febrero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 187


Frío y cierzo. Han parado y han saludado hoy más personas que habitualmente. Marisol y Paloma, al punto de la mañana, más Marga, Ángel y Maite han estado al pie del cañón también.


Da que pensar el prejuicio de algunas personas sobre el laicismo. De hecho, una buena parte de la gente que se para ante los carteles exhibidos en el portal de la Consejera pregunta/recrimina, desconocedora por completo de qué es el laicismo y qué significa un Estado laico, que presuntamente olvidamos a dios (el “único dios verdadero”, dijo una señora; ayer mismo, otra vino a decir lo mismo con cajas destempladas; hoy, otra por poco se come a Marisol por defender una escuela ¡pública!), menospreciamos la religión  o lo que para esa gente es lo mismo: ignoramos/criticamos la enseñanza privada (en su mayor parte, de corte religioso) y concertada.
España lleva siglos amasando con sangre, hogueras y represión el nacionalcatolicismo, donde dios, patria, religión y unidad del imperio vienen a ser lo mismo. Recuerdo con mucha ternura, en cambio, el cartel que se hizo Charo, una cristiana convencida y coherente, para mostrarlo en el portal de la Consejera: “Los recortes son antievangélicos”. Personalmente, le dije que me parecía de perlas que pusiese de manifiesto su punto de vista y sus convicciones. Sin embargo, un buen número de “católicos de toda la vida” distan mucho de las posiciones de Charo.
A media mañana ha llegado también, sin que nadie se diera cuenta,  Juan de Mairena y detuvo mis cavilaciones en torno a las consecuencias del constantinismo imperante en España desde Leovigildo y Recaredo. “Voy a contarte”, me dijo, “una conversación entre un filósofo y un confitero que mi maestro Abel Martín  me relató un día. Te la cuento tal como la dejó escrita mi creador Antonio Machado. Dice así”:


—Oiga usted, amigo Tortólez, lo que se contaba de un confitero andaluz muy descreído a quien quiso convertir un filósofo pragmatista a la religión de sus mayores [...] Escuche usted lo que decía el filósofo. «Si usted creyera en Dios, en un Juez Supremo que había de pedirle a usted cuentas de sus actos, haría usted unos confites mucho mejores que esos que usted vende, y los daría usted más baratos, y ganaría usted mucho dinero, porque aumentaría usted considerablemente su clientela. Le conviene a usted creer en Dios.» «¿Pero Dios existe, señor doctor?» —preguntó el confitero—. «Eso es cuestión baladí —replicó el filósofo—. Lo importante es que usted crea en Dios.» «Pero ¿y si no puedo?» —volvió a preguntar el confitero—. «Tampoco eso tiene demasiada importancia. Basta con que usted quiera creer. Porque de ese modo, una de tres: o usted acaba por creer, o por creer que cree, lo que viene a ser aproximadamente lo mismo, o, en último caso, trabaja usted en sus confituras como si creyera. Y siempre vendrá a resultar que usted mejora el género que vende, en beneficio de su clientela y en el suyo propio.»
         El confitero —contaba mi maestro— no fue del todo insensible a las razones del filósofo. «Vuelva usted por aquí —le dijo— dentro de unos días.»
         Cuando volvió el filósofo encontró cambiada la muestra del confitero, que rezaba así: «Confitería de Ángel Martínez, proveedor de Su Divina Majestad».
         —Está bien. Pero conviene saber, amigo Mairena, si la calidad de los confites...
         —La calidad de los confites, en efecto, no había mejorado. Pero, lo que decía el confitero a su amigo el filósofo: «Lo importante es que usted crea que ha mejorado, o quiera usted creerlo, o, en último caso, que usted se coma esos confites y me los pague como si lo creyera».

Recordé entonces uno de los cuentos más famosos de Dostoievski (en su novela Los hermanos Karamazov), que narra que Jesús de Nazaret vuelve a la tierra por un corto tiempo durante la inquisición en España, pero es arrestado por el Gran Inquisidor. Este le visita en la noche en la cárcel y le explica , porque su venida es una molestia para la iglesia. La iglesia ha aceptado desde hace mucho tiempo las tres tentaciones de Satanás en el desierto que Jesús había rechazado. En este vídeo se narra teatralmente  y literalmente dicho cuento.


Hasta mañana.

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