Marisol,
Juan Carlos, Maite, Alberto y el perroflauta motorizado han estado hoy en el
portal de la Consejera.
Hoy
ha sido el primer día en cuarenta semanas en el portal de la Consejera
aragonesa de Educación, Universidad, Cultura y Deporte que el perroflauta
motorizado no ha abierto la boca. Nada más situarse en el portal, un anciano
enfundado en una gabardina azul unas cuantas tallas mayor de la suya, su cabeza
protegida por una boina negra, en su cara unas gruesas gafas y unas poblabas
barbas blancas, algo descuidadas, llegaba hasta él y llevándose el dedo índice
a sus labios, le hacía la señal de guardar silencio.
A
los pocos minutos, estaban allí el ministro Wert y la Consejera Serrat. “Usted es un ignorante de lo que realmente
ocurre en el país. Nosotros conocemos las auténticas necesidades y la situación
real de la educación española”, han dicho al unísono, mirando fijamente al
perroflauta motorizado.
El
anciano ha tomado la palabra, recitando pausadamente:
“Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Yo nDigo
tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan en cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con
cuentos...
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
El
ministro y la Consejera se quedaron sorprendidos en un primer momento de la
presencia allí de aquel anciano, pero hicieron caso omiso de él, y continuaron
dirigiéndose al perroflauta motorizado: “Lo
que usted llama ‘recortes’ en educación
son en realidad sacrificios que exigimos a la ciudadanía a corto plazo, para
tener finalmente la red de enseñanza sostenible y realista que necesita el país,
que nunca dé la espalda a los requerimientos productivos y laborales que nos
llegan de las empresas”.
El
labio inferior del anciano parecía temblar. El perroflauta motorizado se
preguntaba si aquel hombre que apoyaba sus brazos en su silla, detrás de él,
estaba a punto de romper en sollozos de indignación o de pesadumbre. Pero este
se limitó a seguir recitando:
“No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y sé todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos.
Deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me arrullen con cuentos,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con
cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba
sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño!
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en
el viento”.
Y la Consejera Serrat se enfrentó directamente al
perroflauta motorizado, mirándole cara a cara, muy cerca, sin disimular su
agitada respiración, y le espetó que con razón se llamaba a sí mismo
perroflauta, que no tenía derecho alguno a estar allí, que ella también
precisaba intimidad y respeto para sí misma y para su familia, que por qué no
se iba a su casa y asentaba su cabeza de una vez. Respondió el anciano:
“- No andes errante, y busca tu camino…
-
Dejadme,
ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio…”
“Vete o te mando a la policía y te endilgo otra multa aún mayor”, se
oyó a lo lejos, cerca de la plaza del Pilar. El perroflauta supuso
acertadamente que era la voz del Delegado del Gobierno de España en Aragón,
Gustavo Alcalde. El anciano entonces, impertérrito, elevando mucho la voz a fin
de que le llegara al Delegado, exclamó:
“Ahora estoy de regreso, he llegado hace
poco,
soy nuevo en la ciudad.. y esto quiero
decir:
Me durmieron con un cuento...
Y me he despertado con un sueño.
Voy a contar mi sueño, narradores de
cuentos.
Voy a contar mi sueño.
Es un sueño sin lazos sin espejos,
sin anillos,
sin redes,
sin trampas...
y sin miedo”.
El ministro y la Consejera se marcharon. Al cabo de un rato, llegó un
furgón de la policía y pidió al anciano la identificación. Este sacó de un
bolsillo de la gabardina un libro donde podía leerse: “León Felipe Camino.
Versos y oraciones de caminante”. Al principio, el policía que parecía llevar
la voz cantante se quedó sorprendido por el gesto, pero a los pocos segundos
sonrió, saludó y se fue, a la vez que ordenaba al resto de los agentes que
volvieran al furgón. Antes de emprender camino de regreso, León Felipe Camino y
Antonio Machado se dieron un gran abrazo de despedida. Juan de Mairena y el perroflauta
motorizado fueron conscientes en esos momentos de que acababan de presenciar un
maravilloso encuentro entre dos grandes seres humanos.
Hector Alterio. ¡Quélástima! León Felipe
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