Emilio
Lledó ha sido galardonado con el premio Princesa de Asturias de
Comunicación y Humanidades. Emilio Lledó es una de las personas que han
influido intensa y profundamente en mi entramado de ser y de pensar.
En una entrevista publicada ayer en
el País http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/20/actualidad/1432147019_624976.html desea, entre otras muchas cosas, que en las
elecciones del próximo domingo regrese la decencia y recomienda más que nunca
la filosofía a los jóvenes de hoy. Son excelentes ideas particularmente en un
país donde hiede la corrupción y el cinismo y donde el PP, a través del
terrorista educativo Ignacio Wert, ha cercenado las materias de Ética y de
Filosofía en los nuevos planes de estudio de la LOMCE.
Pocos
pensadores actuales se han ocupado tanto de la educación como Emilio Lledó,
fundándose en el principio griego del “Conócete a ti mismo”, como molde
primordial para que las ideas y la construcción de uno mismo y de la sociedad
en su conjunto perduren y se consoliden.
Emilio
Lledó sigue siendo también un acertado crítico de la cultura y la sociedad que
vamos construyendo sobre la desigualdad y la explotación. Dice en un texto que
tengo guardado en mi ordenador: “Los civilizados hombres del siglo XXI no
deberíamos escandalizarnos por el hecho de la esclavitud antigua. Vivimos entre
formas de esclavitud mucho más sutiles y perversas que las que corroían los
ideales de la democracia ateniense”.
Buen
conocedor del mundo antiguo, coteja los arquetipos más primitivos con los
actuales, haciéndonos ver sus raíces clásicas, para no perder su espíritu y
para hacernos sentir deudores del legado que nuestros antepasados han ido
dejándonos: ¡El mundo humano se
estructuró sobre palabras fundamentales que expresaban las estructuras primeras
de la vida: agua, tierra, aire y fuego. Paralelas a ellas, la cultura inventó
unos elementos ideales, tal vez cuatro también: Bien, Verdad, Justicia y
Belleza”.
Una
de sus ideas con las que más me identifico es que la democracia se sustenta en
la educación, como fomento y ejercicio de la libertad. Centrándose en la
libertad como libertad para poder pensar, Lledó afirma que esa lucha por el
pensamiento que nació de una liberación del mito como explicación de las cosas,
implicó algo que, bajo el sonido de palabras adormecidas, trivializadas por el
uso, como libertad de expresión, podría desviarnos de ese ejercicio de
libertad. Porque no se trata solo de poder decir, de poder expresarse, sino de
poder pensar, de aprender a saber, pensar para, efectivamente, tener algo que
decir.
Por
último, Lledó se ha manifestado siempre partidario de un Estado laico y de una educación
laica: “El Estado que pretende realmente ser un Estado democrático, tiene que
ser un Estado laico, en el sentido más amplio de la palabra, un Estado que no
permita las múltiples formas de manipulación, de corrupción intelectual, la más
despiadada, por cierto, de las corrupciones”.
¡Gracias
y enhorabuena, Emilio Lledó!
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