Ayer
publiqué en este blog Pablo
Echenique, Podemos Aragón y el principio de realidad. Me están llegando por
distintas vías opiniones y reacciones de todo tipo y condición. Lógico. Me
parece básicamente sano. Eso sí, siempre que no se llegue al insulto o la
descalificación por vía directa o indirecta.
Leo hoy en el repaso matutino de la
prensa varia, entre otras perlas, que “España aprueba ventas de armas al
Ejército iraquí por 95 millones” y que “España duplicó en 2013 sus exportaciones de
armamento hasta los 3.203 millones”. Esta noticia
invalida una gran parte de las afirmaciones y las negaciones proferidas por
cualquier Gobierno y oposición. ¿Es compatible hablar de democracia con
semejantes tropelías?
Creo que el mejor antídoto
purificante es releer una vez más el Discurso
de Gervasio Sánchez en la entrega del Premio Ortega y Gasset al periodismo.
Extraigo la parte final de su
discurso:
Es verdad
que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la
película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas
que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países
desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado
y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al
desminado.
Es verdad
que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados
por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José
María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de
armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad
que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al
mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy
fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en
el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad
que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los
olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis
representantes políticos.
Pero como
Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en
quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de
un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso
mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un
exportador de la muerte.
Tócala otra vez, Sam
Hasta pronto
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