jueves, 28 de mayo de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 510


Ayer publiqué en este blog Pablo Echenique, Podemos Aragón y el principio de realidad. Me están llegando por distintas vías opiniones y reacciones de todo tipo y condición. Lógico. Me parece básicamente sano. Eso sí, siempre que no se llegue al insulto o la descalificación por vía directa o indirecta.

Leo hoy en el repaso matutino de la prensa varia, entre otras perlas, que “España aprueba ventas de armas al Ejército iraquí por 95 millones” y que “España duplicó en 2013 sus exportaciones de armamento hasta los 3.203 millones”. Esta noticia invalida una gran parte de las afirmaciones y las negaciones proferidas por cualquier Gobierno y oposición. ¿Es compatible hablar de democracia con semejantes tropelías?

Creo que el mejor antídoto purificante es releer una vez más el Discurso de Gervasio Sánchez en la entrega del Premio Ortega y Gasset al periodismo.
Extraigo la parte final de su discurso:

Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.


Tócala otra vez, Sam


Hasta pronto







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