Cuentan
que el obispo J.B. Bossuet, famoso por sus brillantes y grandilocuentes piezas
oratorias, principalmente fúnebres, en la Francia de Luis XIV, exponía ante la
aristocracia gala en un sermón funerario la futilidad de los placeres del mundo
y del cuerpo, que podían privarnos del disfrute de la felicidad eterna. La
duquesa-marquesa Madame de Pompadour, la amante además más celebre del rey,
comentó en voz baja y con una sonrisa cargada de ironía en medio de la perorata
del obispo: “¡Ah, pero no sabe que hay unos placeres maravillosos que pueden
prolongarse durante mucho, mucho tiempo…!”. Para Madame de Pompadour, aquel
obispo era un hipócrita (no es descartable que se predique lo que no se hace) o
un redomado ignorante.
Yo
no soy la reencarnación de la Pompadour, pero también me pregunto si el actual obispo católico de San
Sebastián, José Ignacio Munilla, escribe de lo que sabe o más bien ignora lo
que dice en su libro Sexo con alma y cuerpo (Freshbook,
2015). Munilla, que equiparaba hace tiempo el
aborto con el despido libre, empuña en el libro su flamígera espada y pretende
asestar contundentes golpes contra las relaciones sexuales entre jóvenes, amén
de la homosexualidad, la pornografía, la homosexualidad y un largo elenco más
de sus fantasmas interiores y exteriores.
No he tenido el disgusto de leer su
libro, salvo los numerosos extractos que han ido saliendo en los medios de
comunicación, pero así como esperaría de quien escriba sobre los osos polares
en el Ártico que haya estado en el Ártico y haya observado durante un razonable
período de tiempo a los antedichos plantígrados, de igual modo consideraría una
tomadura de pelo por parte de Munilla las reconvenciones morales sobre
relaciones sexuales en sus distintas modalidades si ese señor no ha visto, ni
tocado, ni experimentado, ni cotejado algo al menos de lo que tanto critica.
¿Ha visto, se ha dejado caer Munilla,
por ejemplo, por alguna zona de bares para afirmar que puede hablarse realmente
de “cultura
del rollo” (= veo, comparo y me enrollo cada fin de semana con
quien sea)? ¿Ha hablado con gente joven a este respecto? ¿Sabe qué piensan, qué
hacen y qué sienten realmente? Munilla puede predicarles la virginidad hasta el
matrimonio, la castidad o lo que le viniere en gana, ¿pero no se habrá parado a
pensar por qué desde hace muchas décadas su mensaje no llega, ni es escuchado
ni atendido apenas por nadie? ¿Se ha preguntado asimismo Munilla el porqué de
esas decenas de miles de casos de abusos de menores por parte de clérigos
católicos en muchas partes del mundo (Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Chile,
Colombia, Argentina, etc.)? Pues bien, a Munilla no se le ocurre otra cosa que
dejar escrito: "La castidad es buena
para nosotros; más aún, no sólo es buena sino que es bella y atrayente".
Critica el señor Munilla eso de “ir a buscar cacho” y se pregunta
(¡pobre!) si se trata de un cacho de morcilla, de chorizo o de butifarra. Pocos
placeres tan intensos, magníficos, anhelados y maravillosos ideados por su
presunto dios creador como el orgasmo sexual. Ninguna entrega mayor a otra
persona que desde el delirio del placer. ¿Lo sabe el señor Munilla? ¿Lo sabe o
no lo sabe? ¿Cómo, dónde, cuándo, con quién o quiénes? ¿No lo sabe? Entonces,
cito palabras regias: “¿por qué no te
callas?”.
Munilla llama “lío” a las relaciones sexuales no sujetas a papeles ni ceremonias.
También las considera “comida basura”
(“uno reconoce que no es buena para la
salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece”). ¿Y quién le dice
a Munilla que eso que el sexo perjudica la salud? ¿Lo dice por propia
experiencia? ¿Lo dice de oídas? ¿A quién se lo ha oído, a los partidarios o a
los que abominan del “lío”?
Como al parecer, al señor Munilla le
van también los placeres del gusto y del paladar, nos ilustra sobre el jamón de
jabugo y el jamón de paleta cocida, comparándolos con la relación sexual con o
sin amor, respectivamente. O Munilla es un evangélico sepulcro blanqueado o ignora
lo que asevera. Dice que se trata de placeres “muy distintos”. ¿Cómo lo sabe? ¿Ha comprobado la diferencia de
tener una relación sexual con amor y sin amor?
Subiendo escalón tras escalón,
Munilla tacha los actos homosexuales de “intrínsecamente
desordenados” y “no pueden recibir
aprobación en ningún caso”. ¿Pero es que algún homosexual o heterosexual requiere
de él alguna aprobación? ¿A qué orden o desorden se refiere? ¿Al de la cultura
semita judaica recogida en su Biblia o a las leyes y disposiciones civiles
españolas avaladas en y por el Parlamento sobre parejas y matrimonios
homosexuales?
En el colmo del paroxismo, afirma
Munilla que “la masturbación (“una
vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada”) es una especie de
violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a
cambio la verdad del amor que le da sentido". ¿Así es como Munilla ha
vivido la masturbación? ¿O no se ha masturbado? (En ambos casos, está tan en su
derecho de presuntamente no masturbarse como los demás de hacer lo que deseen respecto
de la masturbación. ¡Violencia sobre el cuerpo! ¡Arrancar el placer! ¡Hasta qué
punto puede degenerar el ser humano! ¡Y que relajado se le quedarían su
obsesión sexual y su cabeza con una tranquila y buena masturbación!
Aquí van otras perlas más del libro de
Munilla: Si una mujer se solaza con unas buenas imágenes de desnudos “reproduce modelos de comportamiento
masculino” y si alguien te presenta a su novi@ puedes estar segur@ de que
se tarta de personas cristianas: “No es
habitual encontrar a un joven que te presente a su novia o a una chica que te
presente a tu novio. Cuando ocurre, compruebas que están insertados en algún
grupo de experiencia cristiana o que pertenecen a familias de hondas raíces
cristianas". La ideología de género es tan “antinatural” que convierten en “antinaturales”
los cursos de formación sexual “que
se imparten en la enseñanza pública” (líbrenos el Señor de semejante
pecado en la privada), ya que reproducen esa misma ideología.
Voy a ser finalmente
aristotélico-escolástico, Munilla, para recordarle simplemente que el sexo
siempre se hace, se da y se recibe con alma y con cuerpo, pues sexo solo con
cuerpo-sin-alma es sexo con cadáveres, es decir, necrofilia. Allá usted si ha
experimentado eso.
Me ha encantado el artículo (no Munilla) y además el estilo desenfadado, irónico y divertido. Gracias, Antonio.
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