domingo, 10 de mayo de 2015

¿El obispo Munilla habla, una vez más, por boca de ganso?


Cuentan que el obispo J.B. Bossuet, famoso por sus brillantes y grandilocuentes piezas oratorias, principalmente fúnebres, en la Francia de Luis XIV, exponía ante la aristocracia gala en un sermón funerario la futilidad de los placeres del mundo y del cuerpo, que podían privarnos del disfrute de la felicidad eterna. La duquesa-marquesa Madame de Pompadour, la amante además más celebre del rey, comentó en voz baja y con una sonrisa cargada de ironía en medio de la perorata del obispo: “¡Ah, pero no sabe que hay unos placeres maravillosos que pueden prolongarse durante mucho, mucho tiempo…!”. Para Madame de Pompadour, aquel obispo era un hipócrita (no es descartable que se predique lo que no se hace) o un redomado ignorante.


Yo no soy la reencarnación de la Pompadour, pero también me pregunto si  el actual obispo católico de San Sebastián, José Ignacio Munilla, escribe de lo que sabe o más bien ignora lo que dice  en su libro Sexo con alma y cuerpo (Freshbook, 2015). Munilla, que equiparaba hace tiempo el aborto con el despido libre, empuña en el libro su flamígera espada y pretende asestar contundentes golpes contra las relaciones sexuales entre jóvenes, amén de la homosexualidad, la pornografía, la homosexualidad y un largo elenco más de sus fantasmas interiores y exteriores.


No he tenido el disgusto de leer su libro, salvo los numerosos extractos que han ido saliendo en los medios de comunicación, pero así como esperaría de quien escriba sobre los osos polares en el Ártico que haya estado en el Ártico y haya observado durante un razonable período de tiempo a los antedichos plantígrados, de igual modo consideraría una tomadura de pelo por parte de Munilla las reconvenciones morales sobre relaciones sexuales en sus distintas modalidades si ese señor no ha visto, ni tocado, ni experimentado, ni cotejado algo al menos de lo que tanto critica.

¿Ha visto, se ha dejado caer Munilla, por ejemplo, por alguna zona de bares para afirmar que puede hablarse realmente de “cultura del rollo” (= veo, comparo y me enrollo cada fin de semana con quien sea)? ¿Ha hablado con gente joven a este respecto? ¿Sabe qué piensan, qué hacen y qué sienten realmente? Munilla puede predicarles la virginidad hasta el matrimonio, la castidad o lo que le viniere en gana, ¿pero no se habrá parado a pensar por qué desde hace muchas décadas su mensaje no llega, ni es escuchado ni atendido apenas por nadie? ¿Se ha preguntado asimismo Munilla el porqué de esas decenas de miles de casos de abusos de menores por parte de clérigos católicos en muchas partes del mundo (Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Chile, Colombia, Argentina, etc.)? Pues bien, a Munilla no se le ocurre otra cosa que dejar escrito: "La castidad es buena para nosotros; más aún, no sólo es buena sino que es bella y atrayente".



Critica el señor Munilla eso de “ir a buscar cacho” y se pregunta (¡pobre!) si se trata de un cacho de morcilla, de chorizo o de butifarra. Pocos placeres tan intensos, magníficos, anhelados y maravillosos ideados por su presunto dios creador como el orgasmo sexual. Ninguna entrega mayor a otra persona que desde el delirio del placer. ¿Lo sabe el señor Munilla? ¿Lo sabe o no lo sabe? ¿Cómo, dónde, cuándo, con quién o quiénes? ¿No lo sabe? Entonces, cito palabras regias: “¿por qué no te callas?”.


Munilla llama “lío” a las relaciones sexuales no sujetas a papeles ni ceremonias. También las considera “comida basura” (“uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece). ¿Y quién le dice a Munilla que eso que el sexo perjudica la salud? ¿Lo dice por propia experiencia? ¿Lo dice de oídas? ¿A quién se lo ha oído, a los partidarios o a los que abominan del “lío”?

Como al parecer, al señor Munilla le van también los placeres del gusto y del paladar, nos ilustra sobre el jamón de jabugo y el jamón de paleta cocida, comparándolos con la relación sexual con o sin amor, respectivamente. O Munilla es un evangélico sepulcro blanqueado o ignora lo que asevera. Dice que se trata de placeres “muy distintos”. ¿Cómo lo sabe? ¿Ha comprobado la diferencia de tener una relación sexual con amor y sin amor?


Subiendo escalón tras escalón, Munilla tacha los actos homosexuales de intrínsecamente desordenados” y “no pueden recibir aprobación en ningún caso”. ¿Pero es que algún homosexual o heterosexual requiere de él alguna aprobación? ¿A qué orden o desorden se refiere? ¿Al de la cultura semita judaica recogida en su Biblia o a las leyes y disposiciones civiles españolas avaladas en y por el Parlamento sobre parejas y matrimonios homosexuales?

En el colmo del paroxismo, afirma Munilla que “la masturbación (“una vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada”) es una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido". ¿Así es como Munilla ha vivido la masturbación? ¿O no se ha masturbado? (En ambos casos, está tan en su derecho de presuntamente no masturbarse como los demás de hacer lo que deseen respecto de la masturbación. ¡Violencia sobre el cuerpo! ¡Arrancar el placer! ¡Hasta qué punto puede degenerar el ser humano! ¡Y que relajado se le quedarían su obsesión sexual y su cabeza con una tranquila y buena masturbación!


Aquí van otras perlas más del libro de Munilla: Si una mujer se solaza con unas buenas imágenes de desnudos “reproduce modelos de comportamiento masculino” y si alguien te presenta a su novi@ puedes estar segur@ de que se tarta de personas cristianas: “No es habitual encontrar a un joven que te presente a su novia o a una chica que te presente a tu novio. Cuando ocurre, compruebas que están insertados en algún grupo de experiencia cristiana o que pertenecen a familias de hondas raíces cristianas". La ideología de género es tan “antinatural” que convierten en “antinaturales” los cursos de formación sexual “que se imparten en la enseñanza pública” (líbrenos el Señor de semejante pecado en la privada), ya que reproducen esa misma ideología.


Voy a ser finalmente aristotélico-escolástico, Munilla, para recordarle simplemente que el sexo siempre se hace, se da y se recibe con alma y con cuerpo, pues sexo solo con cuerpo-sin-alma es sexo con cadáveres, es decir, necrofilia. Allá usted si ha experimentado eso.





1 comentario:

  1. Me ha encantado el artículo (no Munilla) y además el estilo desenfadado, irónico y divertido. Gracias, Antonio.
    Pilar

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