Días de
re-flexión y re-consideración, donde ratifico mis convicciones personales, que contribuyen
también a poner en evidencia las propias incoherencias y contradicciones.
El ser humano tiene derecho a ser feliz y contar con los
medios necesarios para ganarse la vida digna y honradamente, sin que cada noche
le asalten la zozobra y la incertidumbre causadas por otros seres humanos que
viven a su costa.
El principal hilo conductor de toda persona y cada país
ha de ser la realización efectiva de los derechos humanos.
La tierra es para el que la trabaja, y no debe haber un
solo trabajador al que le falte un trozo de tierra, sin estar a merced de la
voluntad y los intereses del amo o del terrateniente.
Cada ser humano tiene el derecho de obtener el fruto de
su trabajo, sin que otro ser humano robe parte del mismo, consiguiendo hacerse
rico a base de explotar por sistema a otros seres humanos.
Todo ser humano tiene derecho a disponer libre y
responsablemente de su propia vida y el final de su vida.
Es imposible “crecer” ad infinitum, a no ser a costa de
arrasar la naturaleza y saquear a otros pueblos más débiles. Otro mundo es
posible.
Es posible ser relativamente feliz consumiendo, teniendo
y comprando bastante menos.
No somos consumidores ni votantes. Eso son solo etiquetas
que pretenden pegarnos en el cogote. Somos ante todo personas, seres humanos.
Cada uno debe contribuir con una parte de su salario,
proporcionalmente al grado de su riqueza, y tener así unos servicios comunes y
públicos de calidad, accesibles a todos y a todas en plena igualdad de
condiciones y sin discriminación alguna.
El primer deber de un gobernante es redistribuir justamente
la riqueza y los recursos de su país.
La banca pública es imprescindible y ha de estar al
servicio incondicional de la ciudadanía.
La banca privada ha de ser suprimida si sus reglas de
juego efectivas son la usura y la ganancia indiscriminada.
La banca privada y la empresa privada son responsables de
sus propios errores y deudas, sin que el sistema económico público de un país
deba hacerse cargo de tales errores y deudas.
Un Estado no puede mantener privilegios con un sector de
la ciudadanía. Por lo tanto, está de más cualquier financiación de las
confesiones religiosas con dinero público.
La aristocracia y los títulos nobiliarios han de quedar
eliminados. Sus poseedores regresarán a su estado originario: ciudadanos que
ganan el pan con el sudor de su propia frente.
Ningún país necesita ejércitos ni estar sometido a la
dictadura de los señores de la fabricación y el comercio de armamento.
No se sostendrá un solo colegio concertado con dinero
público, mientras no esté garantizada en todos y cada uno de los rincones de mi
país y del mundo una escuela pública, laica y de calidad.
Si no se aprende con gusto y con placer, no se aprende
nada. Si no se enseña con gusto y con placer, no se enseña nada.
Ningún cargo público, incluida la Jefatura del Estado,
puede quedar al margen de la voluntad popular.
Es preciso que en mi país estén socializados los medios
de producción de mayor importancia para la ciudadanía.
Hay una clase social cuyo poder reside en su capacidad de
explotación de otros seres humanos explotados. Cualquier armisticio con esa
clase es una trampa. Dicha clase social ha de ser combatida sin tregua alguna.
No puedo vivir sin agua: moriría. No puedo vivir sin
aire: moriría. No quiero ni puedo vivir sin luchar con todas mis fuerzas,
incondicionalmente, por que otro mundo –de personas libres, iguales,
noviolentas, formadas, con criterio propio, solidarias, dueñas de sí mismas-
sea posible y real.
Stardust........Polvo de estrellas
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