No son pocas las personas y los grupos que achacan muchos de los males
que aquejan al mundo al escaso respeto de las leyes y las normas vigentes en la
sociedad: si todos cumpliésemos con nuestro deber esto empezaría a parecerse a
un mundo feliz, a una sociedad perfecta, pero sin leyes y sin normas estaríamos
abocados al caos.
De hecho, en todo sistema social “de orden” existe la creencia de que la
sociedad está basada en el acuerdo de respetar y cumplir una serie de valores
morales y cívicos que permiten una convivencia pacífica y fructífera entre sus
miembros. Cuando tales normas faltan o se conculcan sistemáticamente por parte
de unos determinados individuos o sectores sociales, o la sociedad instituida
misma es incapaz de proveer valores, metas y normas capaces de conducir al
logro de las normas instituidas se está incurriendo en “anomia” (ausencia de
normas sociales realmente acatadas y llevadas a cabo por determinados
individuos o sectores de la población).
La toma de un barrio, por ejemplo, por parte de tribus urbanas que
imponen códigos de conducta colectivos al margen o en contra de las normas
sociales instituidas es un caso de anomia. O también es anomia la red de
corrupción generalizada de un grupo de personas o asociaciones que se
aprovechan de su situación privilegiada de poder para burlar la ley en su
exclusivo propio beneficio. O asimismo, aprovechando los vacíos legales que algunos
se han ocupado de establecer, adaptar a sus intereses de lucro ilimitado el
entramado de trampas legales y fiscales mediante las que personas y grupos,
principalmente empresariales y financieros, lavan su dinero, lo llevan a paraísos fiscales y evitan rendir cuentas al
fisco público.
Sin embargo, la anomia se aplica generalmente a las personas y sectores
de la población que ocupan los estratos inferiores de la sociedad o que
pretenden funcionar al margen o en contra de las normas establecidas desde el
poder. Así, quien roba sistemáticamente sus carteras a otras personas en la
calle o en el transporte público es un sociópata aquejado de anomia y es perseguido
por la policía, pero quedarse con millones de euros destinados a desarrollar
proyectos solidarios en países pobres solo es “un caso aislado de corrupción
que está en manos de la justicia”. Sustraer alimentos en una gran superficie
comercial para entregarlos a un comedor social de una ONG es un atentado contra
el sagrado derecho de la propiedad privada que provoca –afirman- una grave
alarma social, pero crear en unos pocos años una situación económica y socio-laboral
donde once millones y medio de personas (25,5% de la población) están en riesgo
de pobreza y exclusión social o –ateniéndonos a las empresas del Íbex 35- el
sueldo de los directivos mejor pagados supera más de noventa veces la
remuneración del empleado medio solo es producto de las leyes del mercado y
síntoma de la bonanza imperante en un país que ha alcanzado el crecimiento
económico y la creación de empleo.
“Las normas están para cumplirlas”, repiten los gobernantes y sus
señores cada vez que a alguien se le ocurre sacar los pies del tiesto. Quien
así lo acate será un buen ciudadano. Y quien no, una persona al borde de la
anomia. No obstante, las personas y grupos financieros más potentes rechazan cualquier tipo de
regulación o norma, por ejemplo, en el ámbito de las transacciones financieras,
un submundo con el que unos pocos ganan o pierden millones y millones de euros
en décimas de segundo al son de algoritmos que suben y bajan precios según
planes establecidos desde sus superordenadores. Se empezó tímidamente en 1980
con el 0,7% del PIB (Ayuda Oficial al Desarrollo, AOD) de los 11 países más
ricos del mundo (solo seis han cumplido este acuerdo. Se intentó concretar más
con la Tasa Tobin (0,05% del volumen de la transacción) o el Impuesto a las
Transacciones Financieras (TIF), sostenida y reivindicaba por asociaciones tan
lejos del desconocimiento de la materia como ATTAC.
Sin embargo, el mundo financiero-especulativo dirá que cualquier
regulación es contraproducente, e ilegal e impracticable cualquier regulación o
impuesto. ¿Anomia? Según el Banco Internacional de
Pagos, solo en el mercado de divisas circulaban diariamente en abril de 2013
unos cuatro billones de euros (1.000 billones anuales; 16,6 veces más que el
PIB mundial. La aplicación de una tasa del 0,05% significaría alcanzar cuatro
veces más los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas en 2013 (unos
170.000 millones de euros anuales), diez veces más de lo necesario para acabar
con el hambre en el mundo, que mata cada día a más de 40.000 personas.
¿Anomia? ¿Quién reivindica la madre de todas las anomias
–la financiera- con el aplauso de la mayor parte de los Gobiernos y los poderes
del mundo? La prepotente anomia de los poderes financieros y especulativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.