La
secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, calificó el pasado 13 de
abril a los escraches de las víctimas de los desahucios de “nazismo puro”,
reflejo de “un espíritu totalitario y sectario” propio de los años treinta
(referido a la Segunda República Española, tan poco dilecta en las filas del PP)
y un intento de “tratar de violentar el
voto” y las reglas de la representatividad democrática. La número dos del
Partido Popular señala como punto común de sus críticas la supuesta violencia utilizada
en sus escraches por los miembros y socios de la Plataforma de Afectados por el
Desahucio (PAH).
Desde hace unas
semanas o unos meses tengo el placer y el honor de asistir activamente a las
protestas por los desahucios y las subastas de las viviendas de mis
conciudadanos y conciudadanas. Mi vivienda no está desahuciada ni tengo
problemas vinculados con esa problemática, pero me resultaría difícil conciliar el sueño sabiendo, por
ejemplo, que al día siguiente –es un caso real, entre muchos otros- una abuela
llena de vida va a ser desahuciada de su piso, donde ahora viven también su
hija y dos nietos con muy escasos recursos. Y es que para luchar contra el
cáncer no es preciso padecer un tumor maligno, como tampoco es condición estar
enamorado para escribir un libro sobre el amor y el desamor. Desde su recuerdo
y su ejemplo de solidaridad, vayan aquí unas cuantas reflexiones sobre el
asunto:
ESCRACHES. A
Cospedal, a los miembros de su partido y a otros dirigentes más de otros grupos
políticos les parece particularmente condenables los escraches efectuados en la
cercanía de los domicilios de políticos relacionados con el tratamiento y la votación
parlamentarios de la ILP presentada en el Congreso por la PAH (con un millón y
medio de firmas de ciudadanas y ciudadanos que respaldan y apoyan sus
reivindicaciones, principalmente, la dación
en pago retroactiva, el alquiler social y la moratoria de desahucio. A los afectados
por los desahucios apenas les queda otra alternativa que esa ILP. Sin embargo,
el PP ha tumbado prácticamente las reivindicaciones de PAH, ofreciendo una
contrapartida roma y rácana, que raya en el escarnio. Los miembros de PAH poco
pueden negociar o aguantar, pues sus viviendas y el futuro propio y de sus
familias bordean en muchos casos el acabamiento final. ¿Qué más les cabe hacer
o esperar? Sería ya demasiado grotesco repetir el mismo timo político
perpetrado contra una considerable porción del pueblo vasco: a) si queréis
independencia, renunciad a la violencia y escoged vías democráticas para ello;
b) si obtenéis mayoría independentista en unas elecciones y decidís hacer un
referéndum de autodeterminación, os lo negaremos porque va contra lo ordenado
en la Constitución; c) luego, os pongáis como os pongáis, no vais a ser
independientes. Al desesperado y a la vez consciente de sus derechos no se le
puede ni se le debe tomar el pelo.
VIOLENTAR EL
VOTO. Ahora hacen hincapié en que los diputados y diputadas no deben sufrir
presiones a la hora de ejercer su voto en el Parlamento o en las Cortes. Mueve
a risa el argumento solo al pensar cuándo o dónde o quién de algún partido
político ha votado alguna vez en contra o al margen del voto global de su grupo
político/parlamentario, que le dicta en cada caso el sentido de su voto con una
simple señal de “sí, “no”, “abstención”. Me viene a la cabeza, eso sí, el caso
excepcional del “tamayazo”, por el que dos diputados socialistas hicieron con
su abstención que Esperanza Aguirre consiguiese la Presidencia de Madrid (con
sospechas más que fundadas de corrupción). No hay un voto menos libre que el
que se da en los parlamentos nacionales y autonómicos, y en los plenos
municipales de las grandes ciudades. Muy posiblemente, un escrache violenta muy
poco el voto, y en cambio lo pone públicamente en evidencia.
VIOLENTAR LA
REPRESENTATIVIDAD DEMOCRÁTICA. Democracia es el sistema de representación y de
gobierno proveniente y fundamentado en el pueblo (demos). Desde la reforma
social de Clístenes en Atenas, los ciudadanos son iguales ante la ley
(isonomía) y la razón de la ciudadanía no se basa en la riqueza, la sangre o
los privilegios, sino en la vecindad de unas personas con otras dentro de una
determinada “polis”, ciudad-estado. La democracia ateniense era imperfecta
(mujeres, extranjeros y esclavos estaban excluidos de ella), pero inició un
modo nuevo de convivir entre iguales. Ahora el PP se aferra con uñas y dientes
a que la representatividad procedente de las urnas cada cuatro años concede
carta blanca para hacer y deshacer programas, planes, promesas, derechos y
servicios en detrimento del pueblo y en beneficio de los amos del dinero. La
política del PP y el sistema representativo existente en España tienen que ver cada
vez menos con una democracia formal, en lugar de con una verdadera democracia
(gobierno del y para el pueblo). Uno de los sectores dela ciudadanía más
perjudicados hoy está constituida por quienes han sido privados del derecho
fundamental que todo ser humano tiene a una vivienda digna y adecuada. La
política de vivienda y la legislación sobre desahucio mantenidas desde el
acabamiento de la dictadura de Franco hasta nuestros días por PP y PSOE supone
una grave amenaza y deterioro de ese derecho. Invocar el derecho a la propiedad
privada en detrimento del derecho a una vivienda digna y adecuada es, como
poco, fraudulento.
“NAZISMO
PURO”, REFLEJO DE “UN ESPÍRITU TOTALITARIO Y SECTARIO”. Demasiado
insultantes y obscenas las palabras de Cospedal como para detenerse un solo minuto
en ellas (pringan tanto que se corre el riesgo de terminar embadurnado de tanto
detrito). Solo una breve sentencia medieval: “quidquid recipitur ad modum
recipientis recipitur”, que, traducido libremente, viene a decir que la
realidad es percibida según el modo de pensar y de ser de quien la percibe.
Quizá sea esta la explicación de por qué Cospedal saca a relucir el nazismo y
el totalitarismo.
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