Me están haciendo escrache a todas horas,
desde que me levanto hasta que me acuesto. En casa, en la calle y hasta en el
último pliegue de mi cerebro padezco sin tregua ese escrache. Por ejemplo, no
para de bullir mi cabeza desde que la lista de Hervé Falciani sacaba a la luz
130.000 cuentas bancarias en Suiza de defraudadores y blanqueadores de dinero
europeos, entre ellos, españoles de pro y patriotas confesos. Pero el escrache
proviene sobre todo de que la cosa ha ido quedando en el limbo de los ceros a
la izquierda, sin que ninguna autoridad competente hiciera algo al respecto,
salvo reducir en solo tres años 263 personas el numero de inspectores de la
Agencia Tributaria y no convocar nuevas plazas de Inspectores de Hacienda desde
hace tres años. Eso sí que es escrache, eso sí que atenta contra la esencia de
la democracia (utilizo una expresión de Alfonso Alonso, portavoz del PP en el
Congreso) y eso sí que es una auténtica tomadura de pelo.
Y el escrache viene de lejos: ya a finales de 2006 sólo una
veintena de grandes familias eran propietarias del 20,14 por ciento del capital
de las empresas del Ibex-35 y una pequeña élite de 1.400 personas, que
representan el 0,0035 por ciento de la población española, controlaba recursos
que equivalen al 80,5 por ciento del PIB. Y a renglón seguido, me voy a donde
se concentran los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y
compruebo cada vez los dramas enormes y los callejones sin salida en que se
hallan muchos de ellos. ¿Cómo va a parar así el escrache que a la vez a duras
penas aguanto y que mantiene viva mi esperanza?
Por
si fuera poco, una red periodística acaba de filtrar una lista de 134.000 evasores fiscales a nivel planetario, también
españoles, que guardan en paraísos fiscales billones de dólares sustraídos al
fisco nacional y a los servicios e infraestructuras necesarios de sus países
respectivos. “Primeros
ministros, baronesas, empresarios, familiares de dictadores, artistas,
políticos, militares, mafiosos, mercenarios, abogados, dentistas... Unidos por
el dinero, y por el deseo de esconderlo bajo el velo de secretismo que
alimentan legalmente los paraísos fiscales, miles de individuos que entran en
estas y otras muchas categorías han empezado a ver expuestos sus nombres y sus
movimientos bancarios en lugares como las Islas Vírgenes británicas, las Caimán
o Singapur” (Periódico de Catalunya). ¿Es eso escrache? ¿Es escrache por
antonomasia? ¿Cuándo irá la policía a detener y enchironar a todos esos
delincuentes, envueltos casi todos en la bandera rojigualda de los patriotas de
pro?
Los financieros que provocan la crisis y arrojan de sus casas
a los que previamente han echado de sus puestos de trabajo controlan los
mercados de derivados (que supone unos 700 billones de dólares) y los fondos de
inversión. Algo que no es difícil si se tiene en cuenta que el 80 por ciento de
estos últimos está radicado en Londres y que el mercado de los primeros está
controlado, según The New York Times, por una élite que se reúne el tercer
miércoles de cada mes en algún lugar del Midtown de Manhattan que, aunque sea
secreto, no debe resultar muy difícil para las autoridades dar con él
(información sacada del libro Hay
Alternativas, de ATTAC España). Esa élite hace las leyes, dicta las leyes,
impone las leyes que luego debemos cumplir para –dicen- ser buenos ciudadanos.
¿Para cuándo un político que se rebele real y radicalmente contra este estado
de cosas, que reúna al pueblo para derrocar al poder financiero y llevarlo ante
la justicia, ante una justicia no controlada por esa élite? ¿Para cuándo un
político que me libre de este continuo escrache que me toca padecer diariamente
en mi ánimo?
Y sigue el escrache: la Unión
Europea exige que en España se produzca el despido masivo de diez mil
trabajadores bancarios y a la vez alienta el rescate de 40.000 millones de
euros a la banca que despide. Esa misma banca ha provocado 400.000 desahucios
en los últimos años en España. ¿Acaso no atenta básicamente eso contra los
derechos humanos fundamentales? ¿Sigue señalando como único escrache el
realizado por Stop Desahucios Jesús Posada, presidente del Congreso de los
Diputados, cuya esposa, Blanca de la Mata, manejó 180 millones de pesetas (al
cambio actual, 2,5 millones de euros) en dinero negro en 1988 a través de unos
pagarés diseñados para esquivar a Hacienda? La mujer del presidente del
Congreso me está haciendo escrache insufrible, señor Posada.
España está muy por debajo del promedio de la UE-15 en pensiones, sanidad,
educación, servicios de ayuda a las personas con dependencia, escuelas de infancia,
servicios sociales, etcétera. En España sólo un 9 por ciento trabaja en los
servicios del Estado del bienestar, mucho
más bajo que en Suecia (25 por ciento). Un español de cada diez trabaja en su
Estado del Bienestar comparado con un sueco de cada cuatro (información. Hay Alternativas) . En otras palabras, la ciudadanía entera está
totalmente escrachada.
Los profesores de
religión designados por los obispos hispanovisigóticos nos cuestan 500 millones
de euros. Según
Europa laica, el costo en capellanes de hospitales, cuarteles y cementerios
para el Estado ronda los 50 millones de euros anuales. Cruje mi alma entera
bajo el peso abrumador de este escrache.
Desde hace años mueren de hambre
entre 30.000 y 35.000 personas todos los días en el mundo y unos 2.700 millones
de personas carecen de acceso. La carencia de agua potable causa la muerte de
unas 5.500 personas también todos los días del año.
Volvamos, pues, a la fuente
misma del escrache como único método para eliminar este escrache institucional
que asola nuestras vidas: Manifestación pacífica en la que un grupo de activistas de
Derechos Humanos se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quien
se quiere denunciar. Acción directa que tiene como fin que las denuncias y
reivindicaciones se hagan conocidas a la opinión pública. Hagamos, pues, del
mundo y de la vida un inmenso escrache.
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