lunes, 5 de mayo de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 238


50 semanas en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Tiempo espléndido. Daniel cumple hoy seis meses. ¡Que maravilla! Hoy han estado en el portal bastantes personas, algunas de la cuales no han querido ser fotografiadas.  Ha sido un placer haber estado con Marisol, Ester, Pedro, Andrés y Jesús.  




Hace años, en cuanto pudo hacerlo la derechona más montaraz de la España ultravisigótica quitaron de los programas educativos la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Hoy queda patente por qué y para qué. La asignatura debería llamarse hoy Educación para la Rebelión. Buena falta nos hace.
“Debes obedecer a tus papás”, “debes hacer caso a ‘la seño’”, “no comas con la boca abierta”, “haz caso de lo que te dicen”…, y el niñ@ va asumiendo lentamente los primeros preceptos y deberes que le van inculcando. De esta forma, por ejemplo, rebelarse frente a un profe o un adulto es interpretado como síntoma de un niñ@ problemátic@.  “Lo que hay” se convierte en algo incuestionable e intocable. Las primeras instituciones conocidas (familia, autoridad, profesorado, colegio, policía, etc. etc.) van haciéndose objetivas, sobrevenidas, por encima de las voluntades individuales. Para llegar a ser buen ciudadan@ y no tener problemas –se piensa- hay que integrarse en la sociedad donde se nace. Y para ello se ha ido realizando dentro de la mente del niñ@ una labor de legitimación de las instituciones a fin de que resultan indiscutibles y plausibles.
En realidad, durante los primeros años no es preciso legitimar en el niñ@ las primeras instituciones que encuentra porque le resultan evidentes (la autoridad del padre o de la madre, o el acatamiento de la autoridad del adulto no necesitan apoyo alguno en los primeros años). El problema surge cuando con el tiempo, a medida que van cumpliéndose años en la propia biografía, puede quebrarse la visión de las instituciones como algo inamovible e incondicionalmente respetable. Si se quiere que el niñ@/ joven siga integrado en esa sociedad, hay que ofrecerle explicaciones y justificaciones en orden a su legitimación y aceptación.
Entonces puede surgir la crisis, personal y social, en la medida en que tal proceso de legitimación resulte insuficiente., pues las explicaciones y justificaciones resultan poco creíbles. “Constitución”·, “ley”, “mandamientos”, “órdenes”, “pecado”, “familia”, “respeto a los mayores”, cuestionamiento de ciertos elementos, muchos o pocos, existentes en la sociedad, etc. etc. o se imponen por “fuerza” (porque lo digo yo, porque siempre ha sido así, porque estás viviendo en mi casa y de mi dinero…) o se incluyen en el marco de otras instituciones que sustentan sus preceptos en la “fe” (iglesia, religión) o se silencian. En la escuela suele optarse por el silencio. De lo que no se habla no existe, y la legitimación de lo que hay es tan incuestionable como las tablas de multiplicar o que el tejado de una casa hay que pintarlo de rojo.
Sin embargo, a medida que una persona se aleja de la niñez ha de tomar una postura y una decisión acerca de la legitimidad de las instituciones y los principios morales y sociales por los que discurre su vida. Puede ser que este proceso legitimador sea, de hecho, una continuación de su niñez y no se cuestione nada. O que tras ese cuestionamiento, decida que le sirve lo que hay. O que crea que lo mejor es no complicarse la vida y no pensar en esas cosas. O que se limite a pensarlas y cuestionarlas, pero sin que ello tenga repercusiones reales en su vida, salvo una encendida conversación en una cafetería o una sobremesa sobre lo mal que funciona todo.
¿Por qué queda legitimada, por ejemplo, una autoridad basada solo en una votación realizada cada cuatro años, que incumple lo expuesto en su programa electoral o atenta contra algunos derechos fundamentales de las personas y l@s ciudadan@s? ¿Por qué hay que acatar las órdenes de los agentes del “orden” (orden institucionalizado, dado, al servicio de intereses a veces de una minoría) si tales agentes ofrecen como única razón las órdenes recibidas? ¿Por qué los padres tienen a priori la razón frente a sus hijos? Sea cual sea la respuesta, las preguntas y las respuestas, y sobre todo las realidades personales y sociales que subyacen en las mismas, requieren legitimación si queremos vivir en un mundo humano entre seres humanos.
Y no hay propiamente un verdadero proceso de legitimación social que previamente no haya pasado por el tamiz crítico, autónomo y responsable de  la conciencia ética personal y social de cada persona. ¿Por qué la escuela renuncia a desempeñar también esta función educadora?
¡Rebelión exterior e interior! ¡Revolución interior y exterior!



Hasta mañana.

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