50 semanas
en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Tiempo espléndido. Daniel
cumple hoy seis meses. ¡Que maravilla! Hoy han estado en el portal bastantes
personas, algunas de la cuales no han querido ser fotografiadas. Ha sido un placer haber estado con Marisol,
Ester, Pedro, Andrés y Jesús.
Hace años,
en cuanto pudo hacerlo la derechona más montaraz de la España ultravisigótica
quitaron de los programas educativos la asignatura de Educación para la
Ciudadanía. Hoy queda patente por qué y para qué. La asignatura debería
llamarse hoy Educación para la Rebelión. Buena falta nos hace.
“Debes
obedecer a tus papás”, “debes hacer caso a ‘la seño’”, “no comas con la boca
abierta”, “haz caso de lo que te dicen”…, y el niñ@ va asumiendo lentamente los
primeros preceptos y deberes que le van inculcando. De esta forma, por ejemplo,
rebelarse frente a un profe o un adulto es interpretado como síntoma de un niñ@
problemátic@. “Lo que hay” se convierte en
algo incuestionable e intocable. Las primeras instituciones conocidas (familia,
autoridad, profesorado, colegio, policía, etc. etc.) van haciéndose objetivas,
sobrevenidas, por encima de las voluntades individuales. Para llegar a ser buen
ciudadan@ y no tener problemas –se piensa- hay que integrarse en la sociedad
donde se nace. Y para ello se ha ido realizando dentro de la mente del niñ@ una
labor de legitimación de las instituciones a fin de que resultan indiscutibles
y plausibles.
En
realidad, durante los primeros años no es preciso legitimar en el niñ@ las
primeras instituciones que encuentra porque le resultan evidentes (la autoridad
del padre o de la madre, o el acatamiento de la autoridad del adulto no
necesitan apoyo alguno en los primeros años). El problema surge cuando con el
tiempo, a medida que van cumpliéndose años en la propia biografía, puede
quebrarse la visión de las instituciones como algo inamovible e
incondicionalmente respetable. Si se quiere que el niñ@/ joven siga integrado
en esa sociedad, hay que ofrecerle explicaciones y justificaciones en orden a
su legitimación y aceptación.
Entonces
puede surgir la crisis, personal y social, en la medida en que tal proceso de
legitimación resulte insuficiente., pues las explicaciones y justificaciones
resultan poco creíbles. “Constitución”·, “ley”, “mandamientos”, “órdenes”,
“pecado”, “familia”, “respeto a los mayores”, cuestionamiento de ciertos
elementos, muchos o pocos, existentes en la sociedad, etc. etc. o se imponen
por “fuerza” (porque lo digo yo, porque siempre ha sido así, porque estás
viviendo en mi casa y de mi dinero…) o se incluyen en el marco de otras
instituciones que sustentan sus preceptos en la “fe” (iglesia, religión) o se
silencian. En la escuela suele optarse por el silencio. De lo que no se habla
no existe, y la legitimación de lo que hay es tan incuestionable como las
tablas de multiplicar o que el tejado de una casa hay que pintarlo de rojo.
Sin
embargo, a medida que una persona se aleja de la niñez ha de tomar una postura
y una decisión acerca de la legitimidad de las instituciones y los principios
morales y sociales por los que discurre su vida. Puede ser que este proceso
legitimador sea, de hecho, una continuación de su niñez y no se cuestione nada.
O que tras ese cuestionamiento, decida que le sirve lo que hay. O que crea que
lo mejor es no complicarse la vida y no pensar en esas cosas. O que se limite a
pensarlas y cuestionarlas, pero sin que ello tenga repercusiones reales en su
vida, salvo una encendida conversación en una cafetería o una sobremesa sobre
lo mal que funciona todo.
¿Por qué
queda legitimada, por ejemplo, una autoridad basada solo en una votación
realizada cada cuatro años, que incumple lo expuesto en su programa electoral o
atenta contra algunos derechos fundamentales de las personas y l@s ciudadan@s? ¿Por
qué hay que acatar las órdenes de los agentes del “orden” (orden
institucionalizado, dado, al servicio de intereses a veces de una minoría) si
tales agentes ofrecen como única razón las órdenes recibidas? ¿Por qué los
padres tienen a priori la razón frente a sus hijos? Sea cual sea la respuesta,
las preguntas y las respuestas, y sobre todo las realidades personales y
sociales que subyacen en las mismas, requieren legitimación si queremos vivir
en un mundo humano entre seres humanos.
Y no hay
propiamente un verdadero proceso de legitimación social que previamente no haya
pasado por el tamiz crítico, autónomo y responsable de la conciencia ética personal y social de cada
persona. ¿Por qué la escuela renuncia a desempeñar también esta función
educadora?
¡Rebelión exterior
e interior! ¡Revolución interior y exterior!
Hasta mañana.
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