17 días. Viernes. Otra semana…
Marisol ha vuelto hoy al portal con gran
alegría del perroflauta motorizado. Adrián, generalmente siempre en el portal
cada viernes, acaricia una vieja locomotora a la que añade unos años más de
vida. Josefina y Carmen (de CHA), Héctor, Noemí y Sara han estado también en la
calle Alfonso.
17 días, Viernes de la 51ª semana en el
portal de la vivienda de la Consejera aragonesa de Educación. Pasa el tiempo
traspasando las arterias de cada persona. Somos el tiempo, somos tiempo. A
veces imaginamos que el tiempo es una duración que tenemos por una temporada,
que existe al margen de nosotros y pulula sobre nuestras cabezas, y son los
relojes y los aparatos los que lo atrapan, lo miden y lo controlan. Por el
contrario, somos tiempo y hay que subrayar ese “somos”. ¿Qué es el tiempo? ¿Qué
es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Dónde está el tiempo de ese abrazo rehusado o
de esa indecisión que desembocó en nada?
Entonces llega el mismísimo Thomas Mann,
se sienta a mi lado, en el portal de la Consejera aragonesa de Educación, y lee
muy quedamente cerca de mi oreja izquierda, casi bisbiseando:
“Elige lo que un
día te invitó a pensar Settembrini: El
tiempo es tan limitado y finito como tú mismo, como todo lo que existe en el
universo: la muerte es una parte más de la vida y cuando mueras se acaba todo.
Todo tiene su fin. La zanahoria, el gusano de seda, la palmera, el rayo, el
electrón, el camello y la muchacha de la que te enamoraste en vano desde tu
niñez. Todo tiene su principio y su final. En cambio, otro, Naphta, te dijo por
las mismas fechas que el tiempo es infinito y que la cortedad de la vida abre
paso a una nueva vida. Recuérdalo, Naphta te dijo que el tiempo es un puro
espejismo y que la muerte, propiamente hablando, no existe”.
El perroflauta motorizado se levanta de su silla, corre y
corre hasta subir por la montaña hasta un hermoso sanatorio sito en los Alpes y
se funde en un gran abrazo con Settembrini. Alea jacta est…
“La monotonía
produce hastío, que en realidad no deja de ser una representación enfermiza de
la brevedad del tiempo. Cuando te hablan de siglos, milenios y eones están
encogiendo el tiempo en una medida que espanta mortalmente al espíritu. Muchos
días monótonamente iguales acaban siendo un solo día, muchos años vistos desde
la perspectiva de una mesa de despacho de un historiador, un geólogo o un
antropólogo asfixian la vida que hay dentro y te convierten en un átomo de
helio despedido por una estrella lejana y que vaga sin rumbo y sin identidad
por el espacio. Perdemos así la verdadera conciencia del tiempo, la propia
conciencia de uno mismo, nuestra fugaz y más intensa identidad”.
“Este último
párrafo no es mío”, dice Mann, sin dejar de bisbisear. “Nada es tuyo, ni de nadie”, responde el
perroflauta, “ni siquiera nos pertenecemos”.
Nietzsche corta por lo sano. Se atusa el abundante bigote
y dice a continuación:
“Wenn zeitgemäss,
dann ganz”, que viene a significar en libre traducción: “Si vivimos durante un periodo de tiempo
limitado, entonces vivamos plenamente y a tope”.
Se acaba el viernes. Se acaba la 51ª semana en el portal
de la Consejera aragonesa de Educación. El tiempo se agota. La melodía que
baila entre los agujeros de la flauta del perroflauta, también. Su perro, aúlla
con sus ojos clavados en la luna llena.
Hasta el próximo día
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