Quedan 27 días
para cumplir un año completo en el portal de la vivienda de la Consejera de
Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón. Marisol,
Marga y el perroflauta motorizado han estado hablando con bastantes personas
que pasaban por allí.
Me topé ayer con
unos apuntes sobre Sociología para clase de Filosofía de 1º de Bachillerato. Repasando
los procesos de socialización, refresqué la Ley de Prioridad: cuanto más temprana sea una experiencia, más
potente será su efecto, pues influirá sobre la interpretación de experiencias
posteriores. Eso ocurre, por ejemplo, en el desarrollo primero de un niño.
En nuestra ignorancia, creemos que las experiencias de un bebé o un niño en sus
primeros años carecen de importancia por acabar esfumándose en una especie de
limbo o de nada o por suponer que el niño no se entera de nada. Y sin embargo,
tales experiencias troquelan con especial fuerza el carácter, la sensibilidad, el
modo de ser, las preferencias o las posibles fobias de ese ser humano. Creemos
que los primeros años de escolarización en Infantil y Primaria son
principalmente una ayuda para los papás que tienen que compatibilizar el
cuidado de sus hijos con otras obligaciones o una pequeña propedéutica cara a
Secundaria, Bachillerato y estudios superiores. Frente a todo ello está la ley
de la Prioridad: cuanto más temprana sea
una experiencia, más potente será su efecto, pues influirá sobre la interpretación
de experiencias posteriores.
Hoy he estado
hablando por Skype con el papá de Daniel, Javier, que me contaba que Daniel se
queda tranquilamente dormido al poco rato de ponerle música de Vivaldi.
Enseguida me ha venido a la mente la ley de Prioridad y todos los niños y niñas
a quienes, lejos de escuchar música, solo se duermen por agotamiento de tanto
llorar solos y solas.
Los actuales
gobernantes parecen compartir el prejuicio de que es pura filfa esa ley de la
Prioridad, si nos atenemos a sus medidas y decisiones de gobierno. Wert, Serrat
y todo su corifeo parecen más interesados por la propaganda ideológica que por
la educación, al servicio de una red de enseñanza privada a disposición de las
élites y sus fieles lacayos. La educación tiene como fin último formar personas
con criterio independiente, mientras que la propaganda proporciona modelos
prefabricados para evitar que se piense. El educador está embarcado en un
proceso lento y constante; el propagandista, quiere resultados rápidos. El
educador enseña cómo pensar y el propagandista qué debe pensar. El educador persigue crear una
responsabilidad personal y una mentalidad abierta, mientras que el
propagandista se esfuerza por crear una mentalidad cerrada.
Abramos las
ventanas de par en par al aire fresco de la libertad. Que entre por allí la
educación libre, crítica, sin prevenciones, supersticiones ni coerciones. Y
entonces cantemos muy fuerte
Dentro de un rato
toca TAC de coronarias.
Hasta mañana
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