martes, 6 de mayo de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 239


Quedan 27 días para cumplir un año completo en el portal de la vivienda de la Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón. Marisol, Marga y el perroflauta motorizado han estado hablando con bastantes personas que pasaban por allí.


Me topé ayer con unos apuntes sobre Sociología para clase de Filosofía de 1º de Bachillerato. Repasando los procesos de socialización, refresqué la Ley de Prioridad: cuanto más temprana sea una experiencia, más potente será su efecto, pues influirá sobre la interpretación de experiencias posteriores. Eso ocurre, por ejemplo, en el desarrollo primero de un niño. En nuestra ignorancia, creemos que las experiencias de un bebé o un niño en sus primeros años carecen de importancia por acabar esfumándose en una especie de limbo o de nada o por suponer que el niño no se entera de nada. Y sin embargo, tales experiencias troquelan con especial fuerza el carácter, la sensibilidad, el modo de ser, las preferencias o las posibles fobias de ese ser humano. Creemos que los primeros años de escolarización en Infantil y Primaria son principalmente una ayuda para los papás que tienen que compatibilizar el cuidado de sus hijos con otras obligaciones o una pequeña propedéutica cara a Secundaria, Bachillerato y estudios superiores. Frente a todo ello está la ley de la Prioridad: cuanto más temprana sea una experiencia, más potente será su efecto, pues influirá sobre la interpretación de experiencias posteriores.
Hoy he estado hablando por Skype con el papá de Daniel, Javier, que me contaba que Daniel se queda tranquilamente dormido al poco rato de ponerle música de Vivaldi. Enseguida me ha venido a la mente la ley de Prioridad y todos los niños y niñas a quienes, lejos de escuchar música, solo se duermen por agotamiento de tanto llorar solos y solas.  
Los actuales gobernantes parecen compartir el prejuicio de que es pura filfa esa ley de la Prioridad, si nos atenemos a sus medidas y decisiones de gobierno. Wert, Serrat y todo su corifeo parecen más interesados por la propaganda ideológica que por la educación, al servicio de una red de enseñanza privada a disposición de las élites y sus fieles lacayos. La educación tiene como fin último formar personas con criterio independiente, mientras que la propaganda proporciona modelos prefabricados para evitar que se piense. El educador está embarcado en un proceso lento y constante; el propagandista, quiere resultados rápidos. El educador enseña cómo pensar y el propagandista qué debe pensar. El educador persigue crear una responsabilidad personal y una mentalidad abierta, mientras que el propagandista se esfuerza por crear una mentalidad cerrada.
Abramos las ventanas de par en par al aire fresco de la libertad. Que entre por allí la educación libre, crítica, sin prevenciones, supersticiones ni coerciones. Y entonces cantemos muy fuerte

Dentro de un rato toca TAC de coronarias.

Hasta mañana

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