http://elpais.com/elpais/2014/05/24/opinion/1400946456_184525.html
Con 60 años muy gastados, he aquí a un ciudadano de
vuelta de todo, cabreado por la corrupción, hastiado de la política, indefenso
ante la quiebra de las instituciones, zarandeado por el rigor de la crisis
económica. Puede que sea un euroescéptico militante, pero hubo un tiempo en que
Europa fue un sueño imposible para los españoles de su generación. Hoy no
piensa votar. O tal vez sí. Ante los embates del destino ahora se enfrenta al
dilema clásico: levantar el ánimo todavía y luchar con arrojo o dejarlo correr
y limitarse a soñar. Este ciudadano sabe muy bien que pelear no siempre es cosa
de valientes ni soñar significa que seas un cobarde. Cuando Europa era un
proyecto político excitante él era muy joven. En el álbum de su memoria se ve
con 19 años sentado en la escalinata de la plaza de España de Roma junto a
otros compañeros de curso en el viaje del ecuador o fregando platos en un
restaurante de Londres un verano que fue a aprender inglés. En otra imagen está
solo en París, en una callejuela del Barrio Latino, que a las ocho de la
mañana, recién regada, olía a cruasán. Allí olió también por primera vez la
libertad. Todos los jóvenes le parecían Yves Montand, todas las chicas eran
Brigitte Bardot y las parejas de enamorados se besaban a la luz del día en los
muelles del Sena. Todavía conserva llenos de polvo los libros del Ruedo Ibérico
que compró en aquella librería de un exiliado español. Entonces cualquier viaje
a Europa era iniciático. El muro de Berlín, la discoteca Paradiso de Ámsterdam,
el cielo bruñido sobre los acantilados de mármol de Grecia, aquellas chicas que
bajaban desde el corazón de Escandinava a nuestras playas, novias de verano,
que en el sexo no exigían nada a cambio salvo sentirse libres. En efecto, él
era muy joven y soñaba que un día aquella Europa de ríos navegables, de
democracia y cultura abierta, de vacas con ojos azules, de Erasmo y de
Voltaire, acabaría por sacudirnos la caspa negra del franquismo. Hoy siente una
asfixia ante el descalabro de aquel proyecto europeo que ha sido invadido por
burócratas corruptos, mediocres. Ante el dilema de pelear o soñar, este
ciudadano guarda sus últimas fuerzas para que nadie le arrebate aquel sueño de
juventud, que es su último bastión para no sentirse derrotado.
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