Hoy, al poco de llegar al portal de la
Consejera, el perroflauta se ha quedado de piedra. Una pareja acostumbrada
desde hace años a cabalgar a lomos de la madurez estaba viendo pulseras de oro
en el escaparate de una joyería cercana; al pasar por delante del perroflauta,
la mujer ha exclamado, dirigiéndose a su marido : “¡Mira, Escuelas Pías, los de
tu colegio!”. (Había leído someramente la primera línea del cartel –Escuela Pública-
y lo había traducido como “Escuelas Pías”). “Empezamos bien…”, ha pensado,
divertido, el perroflauta.
A media mañana, un hombre con edad de ser
abuelo de varios nietos, traje completamente negro, gafas muy oscuras y aires
de comisario franquista, se ha detenido
ante el cartel, lo ha leído, ha mirado al perroflauta, y le ha interpelado:
“¿¡Pero usted está afectado por esto de la educación!?”. El perroflauta, con cara
de asombro, responde: “¡¡Claro!!”, e inmediatamente el señor de traje y gafas muy
oscuras se da la vuelta y emprende la marcha, no sin antes hacer ante los ojos
del perroflauta un sonoro amago de carcajada contenida. (“Como un perroflauta
es incapaz de tener por sí mismo tales iniciativas, se trata de un agente
enmascarado de Moscú que ha venido a socavar los cimientos de la civilización
cristiana de don Pelayo y el general Moscardó").
Nelu, el tocador de cítara medio
húngaro-medio rumano, ha vuelto a saludar (http://lautopiaesposible.blogspot.com.es/2013/07/diario-de-un-perroflauta-motorizado-41.html)
al perroflauta. Según ha contado, sigue estando enamorado de la misma mujer
española con algún que otro intento de suicidio por problemas económicos. “Yo
le digo que la amo”, dice Nelu, “que me gusta su cara y toda ella, y ella me
dice que también me quiere, pero sigue con sus problemas en la cabeza, pues el
amor no es tan importante para ella como yo quisiera”. Con su cítara en mano, aún
se acuerda de que me debe “El tercer hombre”. “Otra vez será”, le digo, pero
como no me resisto a escucharla ya, aquí está para mí, para ti y para quienes
tengan el gusto de escucharla.
Salvador, ex profesor en Alcorisa y
escritor de varias publicaciones sobre educación, me enseña su nueva silla de
ruedas eléctrica y hablamos un buen rato. María A. está también un rato con el
perroflauta, dándole ánimos y recordando tantos amigos comunes.
De vuelta a casa, el perroflauta
motorizado se atreve a hacer lo que tenía en mente desde hacía días: preguntar
a un limpiabotas afincado en el Coso, casi esquina con la Plaza España, qué
libro estaba leyendo desde hace semanas, absorto y enfrascado en la lectura
entre tanto ruido de la ciudad, pues le
llamaba poderosamente la atención esa escena. Se llama Gabriel y es chileno.
“Todos tenemos problemas…”, dice, casi a modo de saludo. El libro –grande y
amarillento- que ha estado leyendo durante el verano “versa sobre Dialéctica”.
“Lo tuve que leer dos veces, porque la primera entendí poco”, explica al
perroflauta. Hoy estaba leyendo otro, nuevo y con una larga dedicatoria en
bolígrafo azul. No me acuerdo de su título literal, pero trata sobre la inteligencia
emocional y los problemas del comportamiento. Nos hemos dado la mano y el
perroflauta ha vuelto a casa feliz gracias a la maravillosa sorpresa que le ha
regalado el limpiabotas del Coso.
Hasta mañana.
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