Hoy ha sido un día de ojos muy abiertos y
de miradas. Juan de Mairena nos ha saludado al llegar los dos, Begoña y yo,
aunque no ha querido preguntarnos por qué Begoña estaba grabando y venga a
grabar desde que hemos entrado en la calle Alfonso. Ella quiere hacer un
pequeño reportaje sobre el perroflauta motorizado, aunque cuente con unos
medios muy limitados.
“Guardan
silencio sobre tus casi cuatro meses en el portal de la Consejera los medios de
comunicación de la localidad y los escritores y columnistas que se dan de
progres y comprometidos. Apenas te saludan los dirigentes políticos de postín
que pasan a tu lado, algunos bajan la vista y pasan por allí medio
avergonzados. Ya es hora, pues, de dar a conocer todo esto desde lo cotidiano.
Voy a grabar la mañana cotidiana del perroflauta motorizado. Quiero ver qué
ocurre durante una mañana contigo y con todos tus compañeros y amigos
pensadores y músicos que te acompañan cada mañana”, insiste Begoña. Juan de
Mairena no ha querido preguntarnos a qué viene esa grabación, porque no le hace
falta preguntar nada, pues ayer por la noche ya se lo estaba sugiriendo al oído
a Begoña.
Por eso Juan de Mairena nos comenta al poco de asentarnos en
el portal de la Consejera: “Hay que tener
los ojos muy abiertos para ver las cosas como son; aún más abiertos para verlas
otras de lo que son; más abiertos todavía para verlas mejores de lo que son. Yo
os aconsejo la visión vigilante, porque vuestra misión es ver e imaginar
despiertos, y que no pidáis al sueño sino reposo”.
Los tres nos hemos dedicado a observar miradas y a tener los
ojos muy, muy abiertos. Al principio, Begoña se ha quedado algo sorprendida
ante la indiferencia de una buena parte de los viandantes cuando pasaban
delante de nuestros carteles. Después, ha ido comprendiendo que no es
indiferencia, sino sobre todo miedo y desconfianza en ser sorprendidos leyendo
un cartel quizá comprometedor, en salir del escondrijo, del anonimato, del
mundo de lo impersonal. Se han detenido pocas personas a hablar y otras pasaban
de largo dejando una llamarada de desazón y revanchismo. Saludaban buena parte
de los niños y las niñas, decían adiós y hola con sus manitas, sonreían,
jugaban con sus miradas exentas de miedo y de prevenciones sociales. Y entonces
los tres nos sentíamos bien, bastante felices.
De vez en cuando, Begoña acariciaba la cabeza del perroflauta
motorizado y este notaba que dentro de sí mismo nacía una supernova de vida.
Cerraba entonces los ojos y se daba cuenta de que los tenía muy abiertos para
ver las cosas como son, y aún más abiertos para verlas otras de lo que son; y más
abiertos todavía para verlas mejores de lo que son. Juan de Mairena se había
quedado dormido, en un vigilante reposo, en el corazón de Begoña y en el de su
padre, el perroflauta motorizado. Por eso ambos corazones latían tan fuerte y
tan al unísono.
Aunque lejos, otro corazón late cada día con el vuestro... Un fuerte abrazo para todos.
ResponderEliminarLo mismo te decimos. Gracias y un fuerte abrazo de Juan, Begoña y Antonio
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