lunes, 9 de septiembre de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 72


Hoy ha sido un día de ojos muy abiertos y de miradas. Juan de Mairena nos ha saludado al llegar los dos, Begoña y yo, aunque no ha querido preguntarnos por qué Begoña estaba grabando y venga a grabar desde que hemos entrado en la calle Alfonso. Ella quiere hacer un pequeño reportaje sobre el perroflauta motorizado, aunque cuente con unos medios muy limitados.
“Guardan silencio sobre tus casi cuatro meses en el portal de la Consejera los medios de comunicación de la localidad y los escritores y columnistas que se dan de progres y comprometidos. Apenas te saludan los dirigentes políticos de postín que pasan a tu lado, algunos bajan la vista y pasan por allí medio avergonzados. Ya es hora, pues, de dar a conocer todo esto desde lo cotidiano. Voy a grabar la mañana cotidiana del perroflauta motorizado. Quiero ver qué ocurre durante una mañana contigo y con todos tus compañeros y amigos pensadores y músicos que te acompañan cada mañana”, insiste Begoña. Juan de Mairena no ha querido preguntarnos a qué viene esa grabación, porque no le hace falta preguntar nada, pues ayer por la noche ya se lo estaba sugiriendo al oído a Begoña.
Por eso Juan de Mairena nos comenta al poco de asentarnos en el portal de la Consejera: “Hay que tener los ojos muy abiertos para ver las cosas como son; aún más abiertos para verlas otras de lo que son; más abiertos todavía para verlas mejores de lo que son. Yo os aconsejo la visión vigilante, porque vuestra misión es ver e imaginar despiertos, y que no pidáis al sueño sino reposo”.
Los tres nos hemos dedicado a observar miradas y a tener los ojos muy, muy abiertos. Al principio, Begoña se ha quedado algo sorprendida ante la indiferencia de una buena parte de los viandantes cuando pasaban delante de nuestros carteles. Después, ha ido comprendiendo que no es indiferencia, sino sobre todo miedo y desconfianza en ser sorprendidos leyendo un cartel quizá comprometedor, en salir del escondrijo, del anonimato, del mundo de lo impersonal. Se han detenido pocas personas a hablar y otras pasaban de largo dejando una llamarada de desazón y revanchismo. Saludaban buena parte de los niños y las niñas, decían adiós y hola con sus manitas, sonreían, jugaban con sus miradas exentas de miedo y de prevenciones sociales. Y entonces los tres nos sentíamos bien, bastante felices.
De vez en cuando, Begoña acariciaba la cabeza del perroflauta motorizado y este notaba que dentro de sí mismo nacía una supernova de vida. Cerraba entonces los ojos y se daba cuenta de que los tenía muy abiertos para ver las cosas como son, y aún más abiertos para verlas otras de lo que son; y más abiertos todavía para verlas mejores de lo que son. Juan de Mairena se había quedado dormido, en un vigilante reposo, en el corazón de Begoña y en el de su padre, el perroflauta motorizado. Por eso ambos corazones latían tan fuerte y tan al unísono.

2 comentarios:

  1. Aunque lejos, otro corazón late cada día con el vuestro... Un fuerte abrazo para todos.

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  2. Lo mismo te decimos. Gracias y un fuerte abrazo de Juan, Begoña y Antonio

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