Como siempre, ha ido
parando alguna gente a lo largo de la mañana. En esta fotografía aparecen
Ricardo (CGT Universidad, con quien el perroflauta motorizado ha tenido una
buena conversación), Jimmy (senegalés, que ha prometido mostrar un cartel cada
vez que pase por el portal y tenga algo de tiempo) y el perroflauta motorizado.
Teresa ha hecho la fotografía y Marga ha estado allí en el último tramo de la
mañana. Quienes tienen ojos especiales para mirar cosas valiosas podrán
observar a Marisol, en el centro, al lado de Juan de Mairena.
El perroflauta motorizado
ha visto hoy a Venancio en el sitio acostumbrado de la calle Coso, aunque ayer,
extrañamente, no estaba. Venancio estaba muy triste (“tengo el corazón roto”, decía),
pues el domingo había estado en la plaza del Pilar, disfrazado y pintado de
payaso, acercándose a la gente que pasaba por allí con grandes pompas de jabón.
Al final de la mañana se percató de que le habían robado un bolsito pequeño que
llevaba liado en el asa de uno de los dos carritos que contienen sus enseres.
Se había quedado sin un céntimo, salvo las pocas monedas que aún había en su
sombrero. “Homo homini lupus, cada hombre es un lobo para los demás”, aulló el
perro del perroflauta al escuchar aquello. Menos mal que, ya de regreso a casa,
Venancio le contó al perroflauta motorizado que casi mágicamente, al poco de
despedirse a primera hora de él, una señora le había regalado una bolsa con dos
bocadillos y una botella de agua mineral.
Gabriel, el limpiabotas,
leía a esa hora el libro del perroflauta motorizado “Del amor y otras soledades”. Le estaba gustando mucho, dijo. “Lo
leo despacio, despacio, pues no dejo que se escape una sola palabra, ya que
cada una tiene su significado e importancia”, añadió. “¡Vaya!”, pensó el
perroflauta motorizado, “cambias ‘palabra’ por ‘instante’ y aparece brillante,
brillante la clave de la vida y de la sabiduría”.
“Permíteme
que te diga una cosa importante al oído”, terció Max Richter, ya en la plaza
España. Nunca hubiera imaginado el perroflauta motorizado que un pianista y
compositor contemporáneo tan importante apareciese así, tan de repente, aquella
mañana. Max Richter le contó muchas, muchas cosas, todas valiosas y muy bellas.
Esta es una de ellas (All
Your Joys, All Your Pain):
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