Me estaban esperando todos, a los que he presentado a
Carmina, José Luis y Javier, que han estado arropados por todos durante toda la
mañana.
Al poco de llegar, un hombre maduro se ha detenido ante mí,
y sin leer el cartel, ha espetado con mucha saña en su rostro: “¡¡Esta España
no está hecha con carteles, sino con
mucho sudor!!”. Y se fue. “Si
pudiera”, pensé, “esté es de los que me fusilaría”. Y por unos instantes, mi alma
tembló.
Haciendo caso omiso
al incidente, Antonio Machado comentó: “Lo dejé escrito en el libro: Mairena no
se sentaba en la silla y tras la mesa del profesor, sobre la tarima, sino
encima de la mesa, cerca de los alumnos. Parece un detalle nimio, pero en
realidad está cargado de un mensaje clarificador: sin cercanía no hay
comunicación educativa real”.
“¡Vaya!”, pensó entonces el perroflauta motorizado para sus
adentros, “también yo me he sentado siempre en el aula sobre la mesa…”. Y notó su
ánimo mucho más aliviado.
“Un profesor”, Machado seguía hablando con mucha calma, pero
sin pausa, “puede buscar seguridad e impartir su asignatura parapetándose tras
una mesa más grande que los pupitres o las mesas de alumnado, elevándose sobre
su auditorio los veinte centímetros de la tarima, si la hay. El lenguaje no
verbal es entonces directo y claro: “lo
importante es la pizarra y el profesor, que no es como vosotros, que está por
encima de vosotros, a quien debéis a priori respeto y obediencia”, cuando,
en realidad, el respeto se debe a todos, en todas partes y en cualquier
momento, y la autoridad (la que proviene de su raíz latina auctoritas, lo que nutre, lo que hace crecer, lo que alimenta) no
se impone, sino que se reconoce sin coerciones en quien realmente la posee y en
quien esa autoridad forma parte de su carácter moral, de su ethos”.
Una chica joven en bicicleta se detuvo ante el perroflauta
motorizado, un poco inquieta al ver que este hablaba solo. El perroflauta
motorizado la puso al corriente del tema de conversación. La chica (llevaba una
camiseta verde de Marea Verde) dejó apoyada su bici en una farola de la calle,
y pidió intervenir. “Claro, claro”, dijo la muchacha con ostensibles gestos de
cabeza, manos y cuerpo, “malo si el argumento único del policía es la porra; la
del juez es la sanción; la del padre, el castigo; la del profesor, el suspenso
y el aprobado. Es lamentable, pero muchos profesores y profesoras aún no se han
enterado de que se enseña a pensar o no se enseña nada. Se aprende a pensar o
no se aprende nada. Si lo exigido es memorizar unos contenidos, pasar un examen
sobre ellos y promocionar de curso, la tentación inmediata es copiar en el
examen, atenerse a la ley del mínimo esfuerzo, montarse sobre una cinta
transportadora que conduce progresivamente a un mayor hastío cada año que pasa
por ir a la escuela. Estamos hablando entonces de pervertir, traicionar,
prostituir la vida misma”.
“Estáis tocando un tema que siempre me ha apasionado”,
exclamó entonces Federico Nietzsche, tras acabar de descender del balcón donde
habita la Consejera (el perroflauta motorizado desconoce si la Consejera tiene
o no tiene balcón, pero la imaginación no conoce límites).
“Al final, siempre aparece Nietzsche en mis efervescencias
mentales y emocionales”, pensó el perroflauta motorizado, siempre para sus
adentros.
Y así hablaba Nietzsche, con los ojos encendidos y un ligero
temblor en sus manos:
“El vínculo con el vivir es el empuje sin limites de la
naturaleza entera en todo su vigor y su fuerza. Vivir es mantenerse en
desarrollo permanente, entregándose, propagándose. Formamos parte de la
naturaleza y ella rige nuestras vidas y nuestras muertes. Pues bien, saber y
conocer son una necesidad natural más de ese vivir o es nada. Me han
malinterpretado mil veces cuando hablo de “la voluntad de poder”, que no es dominación o
sometimiento del débil por parte del fuerte, sino afirmación de la vida que
tiende a desplegarse en direcciones varias. Voluntad de poder es afirmar la
vida, la ilimitada tarea que es vivir. El ser humano es “voluntad de poder”, se
siente poderoso para realizar plenamente su vida, para ser señor, dueño de sí
mismo y de su vida”.
La chica de la bici habló entonces, medio ensimismada: “la voluntad de
poder nada tiene, pues, que ver con la lucha de los gobernantes, los ricos, los
partidos políticos, por alcanzar o conservar su “poder”, su canijo y tantas
veces podrido “poder” de pacotilla. El verdadero poder lo tiene cada uno de
nosotros y nosotras. Por eso no anda tan descaminado quien dice que el poder
viene y proviene del pueblo”.
“Sí, sí”, corroboró Nietzsche, “de hecho, la
antítesis de la auténtica voluntad de poder es el ‘complejo de poder’: la
voluntad de dominio y de sometimiento, que pretende por todos los medios
aparentar ‘poder’, pero que solo es manifestación de una carencia de poder.
Quien realmente es poderoso, y se siente tal, no se somete, se quiere
independiente, a la vez que no aspira a someter a nadie, sino a que todos sean
tan independientes y libres como él. Realmente poderoso es quien tiene como
valor fundamental la vida, quien se siente capaz de realizar, crear, el que
dice un incondicional sí a la vida. Los que se contentan con el ‘complejo de
poder’, asfixiando la auténtica ‘voluntad de poder’, son los dictadores, los
déspotas, los envidiosos, los dogmáticos: desconfían de su poder, de su saber,
de su obrar; desconfían de que los demás sí puedan, sepan y obren. De ahí que
recurran a privar de su poder a los demás. Ni comen ni permiten comer. No
aportan nada, sólo privan de cualquier cosa, a fin de mantener así su falso
poder. Quien se siente realmente poderoso, por el contrario, considera que
cuanto más desarrollen él y los demás sus potencialidades, tanto más se está desplegando
la vida. ‘Voluntad de poder’ es afirmación universal e infinita, no dominación”.
“El próximo lunes viene Wert a Zaragoza”, dijo el perroflauta
motorizado. “Sí”, confirmó la chica de la bici, “a inaugurar con el Príncipe
Felipe, y la Consejera aragonesa de Educación, y la Presidenta del Gobierno de
Aragón, y las más altas autoridades políticas, eclesiásticas y académicas el
nuevo curso universitario”.
“Un buen ejemplo de ‘complejo
de poder’”, terció Nietzsche.
“16ª semana ya en el portal
de la Consejera”, recordó Mairena al perroflauta motorizado, mirándole
directamente a los ojos.
“Sí…”, respondió el
perroflauta motorizado. “16 semanas, 80 días, 160 horas ante el portal de la
Consejera”.
Y remató: “hasta mañana”.
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