miércoles, 15 de enero de 2014

Acerca de los ex presos de ETA

Publicado hoy en el Periódico de Aragón
Es innegable que los miembros de ETA cometieron matanzas y asesinatos. Es igualmente innegable que fueron apresados, juzgados y cumplieron condena, de acuerdo con la legalidad española. Y también que son libres de reunirse donde quieran y acordar juntos lo que crean conveniente, siempre que no contravengan los derechos humanos y las leyes españolas.
Esos ex presos de ETA han pedido más excarcelaciones de presos, en aplicación de la derogación de la doctrina Parot, y se han reafirmado sin ambages en “las vías políticas” para alcanzar sus objetivos. Ciertamente, no han mostrado arrepentimiento, pero el Código Penal no lo exige. Y reconocen el daño causado en y por “el conflicto”, cuyas consecuencias enclavan en un marco “multilateral” (afirman que las víctimas y el sufrimiento se han producido en ambas partes).
En este asunto algunas opiniones suelen ser solo selectivamente empáticas con los agentes del conflicto,  si recordamos someramente qué es eso de empatía: ponerse en el “pathos” del otro, tener la voluntad de percibir las ideas y las emociones que otra persona puede pensar o sentir. Con esto no me refiero a estar de acuerdo con el crimen perpetrado por un etarra, sino solo a intentar salir de las limitaciones de la perspectiva únicamente propia.
Por mucha propaganda política que se nos haya querido lanzar desde la parte española, una buena parte de la población vasca reclama el “derecho a decidir”, la “autodeterminación”, el “autogobierno” o la “independencia”. En las últimas elecciones vascas su opción política obtuvo una amplísima mayoría nacionalista, a pesar de la cantidad de obstáculos puestos a determinados grupos políticos abertzales por “apoyar el terrorismo”. Asimismo, ya en el referéndum de diciembre de 1978 votó en Euskadi solo el 30% del censo (el “sí” a la Constitución obtuvo en Euskadi 479.205 votos, el “no” 163.191), y la abstención, promovida por el PNV, 859.427 votos. Invocar, pues, la Constitución española al pueblo vasco en esta cuestión es, como mínimo, poco ajustado a la realidad.
Equivocados o no, un grupo de vascos y de vascas optaron por la lucha armada contra el Estado español como única vía real para conseguir la independencia de Euskadi. Contra el régimen franquista, primero, y contra los gobiernos españoles surgidos a partir de 1978, se armaron, mataron, asesinaron, volaron con bombas y perpetraron atentados sangrientos. Pues bien, en sus mentes, lejos de considerarse criminales y terroristas, se consideraron “gudaris”, soldados y combatientes vascos. Y así los ve también una porción de la ciudadanía vasca. Lo han vivido como una guerra, han estado inmersos en su guerra, y –como ellos han declarado profusamente- en una guerra siempre hay víctimas. Ellos también hacen recuento de sus víctimas: además de las asesinadas por el GAL, cada año Amnistía Internacional ha denunciado a España por cometer torturas en comisarías y cárceles, obteniendo solo el silencio o la negación por parte de los sucesivos Gobiernos españoles. Y no otra cosa piensan y sienten los 110.00 participantes en la marcha por los presos de ETA.
Mal que les pese a algunas personas, los etarras fueron asesinos, pero ahora, cumplida la condena legal, la justicia los han declarado ciudadanos libres. Seguramente, consideran que han cumplido con su deber. Probablemente, en el futuro su pueblo les rendirá homenaje y les dedicará calles y plazas. Esto repugna a muchas personas que pertenecen al otro bando, pero este esquizoide y doloroso drama existente en toda sociedad que ha pasado por un conflicto armado, lo conocieron bien en el pasado en Argelia, en Bosnia, en algunas repúblicas ex soviéticas, y en muchos otros lugares del planeta. El pueblo vasco pide simplemente ahora un referéndum, el mismo derecho a decidir, a la autodeterminación, que numerosas personas y partidos políticos españoles reclaman, por ejemplo, para el Sahara Occidental o el Tíbet.
Los etarras han sido capaces de dejar de matar, pero los gobiernos españoles han sido incapaces de permitir pulsar y escuchar la voluntad popular de un territorio, Euskadi, hasta ahora administrativa, política y militarmente en dependencia del Reino de España (garante de la unidad de una nación no debe ser el ejército, sino la voluntad popular).
Personalmente, me parecen execrables los crímenes de ETA. Me duelen sin paliativos los asesinatos, los tiros en la nuca, las bombas, el llanto lde los familiares y de los amigos. Pero me abstengo ya de seguir volcando sobre los ex presos de ETA una retahíla de adjetivos descalificativos y de topicazos repletos de demagogia, pues legalmente han pagado por sus crímenes. De paso, me cabrea sobremanera ver aún encarcelado a Arnaldo Otegi por unos cargos que causan tanta irrisión como pena, y sigo sin hallar explicación racional a que en Euskadi no se celebre pronto un referéndum sobre su futuro y a que ETA aún no haya entregado su armamento.
El Gobierno de Rajoy persiste exclusivamente en la vía de la prohibición y la sanción, dando la espalda a las vías democráticas que permite la ley. Un error que conduce solo a un callejón sin salida.

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