viernes, 17 de enero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 166


Acaba la segunda semana del octavo mes en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Jornada plácida. Vanesa y Jonathan han estado con Marisol y el perroflauta motorizado.
La próxima semana Marisol se va de viaje y Marga solo podrá acudir al portal un día. Puede ser una semana de soledad. El perroflauta motorizado está a merced de algunas pocas personas que decidan ir o no ir al portal un día determinado. Normalmente, la gente achaca la responsabilidad de la situación actual a “los políticos”, pero, estando en lo cierto, olvidan también que los verdaderos y máximos responsables del mantenimiento de tal situación somos nosotr@s mism@s. El cáncer que aqueja nuestras vidas es nuestra abulia, nuestra falta de implicación; somos como esos típicos viejos jubilados que pasan la mañana viendo cómo otros trabajan en una obra. Hoy he recibido la noticia de que ha quedado en agua de borrajas, por falta de implicación y voluntad, una iniciativa de que hubiese siempre alguien del mundo de la educación universitaria en el portal de la Consejera. Pena, penita, pena…
El perroflauta motorizado no se ha quitado de la cabeza toda la mañana que iba a volver a encontrarse después de muchos años a Inmaculada y Rosina, dos grandes amigas. El encuentro ha sido una maravilla, toda una explosión de vida. Cuando hay una verdadera amistad, se conserva intacta, como oro puro, en el corazón de los amigos.


A la mesa del restaurante donde estamos los tres, se sienta también Aristóteles y se pone a leer algunas páginas memorables que dedica a la amistad en su Ética a Nicómaco:
“La amistad es una especie de modo de ser bueno, o por lo menos, va siempre acompañado por una cierta tendencia al bien. Es además una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría estar sin amigos, aun cuando poseyera todos los demás bienes. Cuanto más rico es uno y más poder y más autoridad ejerce, tanto más experimenta la necesidad de tener amigos en torno suyo. ¿De qué sirve toda esa prosperidad, sin disfrutar de una relación entre personas que se aman?  (…) Todo el mundo conviene en que los amigos son el único asilo adonde podemos refugiarnos en la miseria y en los reveses de todo género. Cuando somos jóvenes, reclamamos de la amistad que nos libre de cometer faltas dándonos consejos; cuando viejos, reclamarnos de ella los cuidados y auxilios necesarios para suplir nuestra actividad, puesto que la debilidad senil produce tanto desfallecimiento; en fin, cuando estamos en toda nuestra fuerza, recurrimos a ella para realizar acciones brillantes.
Rosina pregunta dónde esta Aristóteles. Inma toma un café irlandés. Aristóteles, a su lado, continúa hablando con mucho sosiego:
“Añádase a esto, que por una ley de la naturaleza el amor es al parecer un sentimiento innato en el corazón del ser que engendra respecto del ser que ha engendrado; y este sentimiento existe no sólo entre los seres humanos, sino también en los pájaros y en la mayor parte de los animales que se aman mutuamente, cuando son de la misma especie; pero se manifiesta principalmente entre los humanos, y tributamos alabanzas a los que se llaman filántropos o amigos de los demás. Todo el que haya hecho largos viajes ha podido ver por todas partes cuán simpático y cuán amigo es el hombre del hombre. (…) Cuando los hombres se aman unos a otros, no es necesaria la justicia. Pero, aunque sean justos, aun así tienen necesidad de la amistad; e indudablemente no hay nada más justo en el mundo que la justicia que se inspira en la benevolencia y en el afecto. La amistad no sólo es necesaria, sino que además es bella y honrosa. Alabamos a los que aman a sus amigos, porque el cariño que se dispensa a los amigos nos parece uno de los más nobles sentimientos que nuestro corazón puede abrigar. Así hay muchos que creen, que se puede confundir el título de persona virtuosa con el de persona amante”.


Hasta el próximo día

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