jueves, 9 de enero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 160


Han vuelto el frío intenso y la niebla espesa en esta primera semana del noveno mes en el portal de la Consejera aragonesa de Educación, que ayer y hoy ha vuelto a hacer aparición frente al portal. Su mirada sigue siendo fugaz y furtiva.
Jornada con Marisol, Marga y Marcos. Buena compañía, sin lugar a dudas.

Hoy el perroflauta se ha levantado renqueante. Se quedó mirando por la ventana, pensando que la niebla tenía pinta de ser sólida e impenetrable. En su auxilio ha venido Aristóteles, a quien el perroflauta motorizado, en su ignorancia, minusvaloraba en su primera juventud. “Estoy acabando la carrera y apenas si sé algo de filosofía”, le dijo a un profesor, especialista en la fenomenología de Husserl. “Lea usted los capítulos VI y VII del Libro I de la Metafísica de Aristóteles. Después, hablamos”, respondió. El perroflauta motorizado le hizo caso, para lo que tuvo que aprender griego, pues a aquel profesor solo le valía la lectura de un filósofo en su lengua original (enseñaba fenomenología con una obrita de Husserl en alemán y explicaba también a Spinoza en su versión latina pura y dura). Y así el perroflauta motorizado comenzó a amar intensamente el pensamiento de Aristóteles.
Aristóteles es uno de los hombres que más admiro. Durante muchos siglos, los perezosos del mundo lo convirtieron en una colección de libros de cartón piedra, pero él tuvo la osadía de dar un giro de 180 grados a las doctrinas de su maestro Platón, de investigar y pensar por su cuenta hasta sus últimas consecuencias. Esta mañana lo he visto pasear arriba y abajo por la zaragozana calle Alfonso. Es moreno, de mediana estatura y delgado, y habla y se mueve con mucha calma. Lleva más de 2.300 años viviendo entre nosotros, pensando con nosotros.

Cuando me preguntan qué libro de filosofía leer, casi siempre recomiendo sus libros “Ética a Nicómaco” y “Política”. Sentado bajo una farola de la calle, frente al portal, Aristóteles lee en voz alta un texto que conozco bien. Se trata del capítulo 1º del Libro Quinto de su Política. Quienes están conmigo en el portal no se percatan de su presencia y parecen no verle ni escuchar sus palabras, pero veo cómo estas penetran en su interior y allí reposan dormidas, a no ser que las ahuyenten. Su voz y sus silencios me van llenando de vigorosa y tranquila firmeza:
 No puede negarse que la educación de los niños y de los jóvenes debe ser uno de los objetivos principales de que deben cuidar el legislador y el gobernante. De hecho, allí donde la educación ha sido desatendida, el Estado ha recibido un golpe funesto, pues las leyes deben estar siempre en consonancia con los principios de la constitución y el Estado se afianza o se tambalea según sea el comportamiento de la ciudadanía. Así, las costumbres y las conductas democráticas de la ciudadanía consolidan la democracia, al igual que las costumbres y las conductas oligárquicas apuntalan la oligarquía. En fin,  cuanto más honradas y justas son las costumbres y las conductas, tanto más se afianza el Estado”.
(Las palabras en cursiva no son del texto, sino que sirven para poner de manifiesto dónde ponía Aristóteles especial énfasis esta mañana durante la lectura).
Mientras lo escuchaba, me venían a la mente l@s perpetrador@s de los recortes y de la sistemática demolición de la enseñanza pública. No saben ni piensan en educación, a la que solo abordan en términos de contabilidad y de rentabilidad. ¡Qué mentes tan pequeñas tienen! ¡Qué obedientes a sus amos resultan ser! ¡Cuánta presunta firmeza en sus declaraciones y decisiones: tienen la mente tan pequeña que no les cabe la menor duda!
Aristóteles prosiguió en la lectura:
“Como el Estado todo sólo tiene un solo y mismo fin, la educación debe ser necesariamente una e idéntica para todos sus miembros, de donde se sigue que la educación debe ser objeto de una custodia pública y no privada, por más que el sistema privado haya generalmente prevalecido. Sin embargo, lo que es común debe aprenderse en común, y es un error grave creer que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, siendo así que todos forman parte del Estado, puesto que constituyen sus elementos y que los cuidados de que son objeto las partes deben concordar con aquellos de que es objeto el conjunto. En nuestra opinión, es de toda evidencia que la ley debe regular la educación, y que ésta debe ser pública. Pero precisamente por ello, es esencial concretar qué debe ser esta educación, y el método que conviene seguir para conseguir sus objetivos formativos”.



Hasta mañana.

1 comentario:

  1. No quiere la educación quien espera de la ignorancia la indefensión de la mayoría.
    Un saludo

    ResponderEliminar

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.