martes, 7 de enero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 158

No parece invierno, al menos ese crudo invierno que hemos padecido antes de las fiestas del solsticio. Vuelve el carrusel de viandantes por la calle Alfonso, la mayoría de ellos, indiferentes. Regresa la comparecencia en el portal. 33 semanas. Inicio del noveno mes. Nueve meses, sí.
Interiormente, siguen firmes las convicciones para estar en ese portal, pero es mejor a veces no mirar hacia fuera: solo una minúscula minoría está con y por la reivindicación efectiva. No hablo de palabras (estoy ahíto de palabras y conversaciones hueras), sino de acciones, de inversión de la propia vida (unos jirones, al menos, de la propia vida) por una causa y unos valores que les merezcan la pena. Pero hay que seguir. A plena luz o a oscuras. Con mucha o con poca gente.
Quedo a la espera de lo que puedan decir l@s compañer@s de Marea Verde sobre una posible asistencia ante el portal los miércoles por la tarde. De ell@s, solo de ell@s depende.
Hoy voy a hablar solo de regalos. Elena, 12 años, 1º de la ESO, me regaló en Nochevieja un muñeco que representa al perroflauta motorizado. Le costó mucho trabajo y dedicó mucho tiempo a hacerlo, lleno de detalles. ¡Que ilusión me hizo y me sigue haciendo su regalo!

Bego me regaló en Nochebuena un documento manuscrito, igualmente lleno de detalles, donde trascribe “De las tres transformaciones del espíritu”, de F. Nietzsche. Lo hemos comentado ella y yo mucha veces. Es un texto para posarse y reposar en cada palabra, en cada sugerencia. Está guardado ya en mi cajón de los tesoros”. Quizá sea algo largo, pero lo dejo aquí para quienes tengan a bien paladearlo sin prisa y con deleite:

“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin en niño.
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.
¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien.
¿Qué es lo más pesado héroes? así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije.
¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador ?
¿O acaso es: alimentares de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad?
¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de si las frías ranas y los calientes sapos?
¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?
Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios?  Tú debes se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice yo quiero.
Tú debes le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente el  ¡Tú debes!.
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: todos los valores de las cosas -brillan en mí.
Todos los valores han sido ya creados, y yo soy -todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún 'Yo quiero!'. Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?
Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear- eso si es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores -ése es el tomar más horrible para un espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.
En otro tiempo el espíritu amó el tú debes como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir si: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”.

Por último, te propongo hacerte un regalo a ti mism@: escuchar The Lark Ascending, (La alondra ascendente) de  Vaughan Williams.

 


Hasta mañana

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