jueves, 23 de enero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado, 171


Día climatológicamente duro en la calle Alfonso. El cierzo soplaba con tal fuerza que el cartel quedaba horizontal. La sensación térmica ha sido difícil. Mañana de soledad en el portal. Algunas personas se han acercado a conversar con el perroflauta motorizado. Un hombre se ha emocionado hablando con él. Irene, antigua alumna del perroflauta motorizado  en el IES “Pablo Gargallo” de Zaragoza, le ha proporcionado la gran alegría de la mañana. Irene es una de las alumnas que deja una huella especial en el perroflauta motorizado. Y está esperando un bebé. Los rigores de la mañana se han visto compensados con creces con la presencia durante unos minutos de Irene.

 Una internauta de Castellón preguntaba ayer al perroflauta motorizado a qué se debía que, tras ocho meses y tres semanas, un escrache ante el portal de un Consejero de un Gobierno autonómico haya tenido tan poco eco hasta la fecha. Y no sé qué decirle. Seguramente, se debe en parte a la poca relevancia que tiene un perroflauta, por muy motorizado que vaya. Pero creo que se debe sobre todo a otros factores, principalmente a la censura.
Hay censuras y censuras. No voy a entrar en censuras freudianas: aquellas funciones de la psique destinadas a impedir el acceso a la consciencia de los contenidos inconscientes, principalmente de los deseos y de las vivencias consideradas prohibidos o nocivos, enmascarándolos a fin de que sean irreconocibles y aceptables cuando afloran a  la consciencia.
Hay censuras externas e internas. Antiguamente, en la república romana la censura era eminentemente externa: había dos censores cuya misión era supervisar el comportamiento social y moral del público. Hoy raro es quien no lleva unos cuantos censores dentro, amén de otros muchos más que le vigilan y controlan en la calle, en la Red y desde los espacios y ámbitos más insospechados.
Está asimismo la censura externa del jefe, y del jefe del jefe, y del jefe del jefe del jefe. Suelen hablar poco explícitamente, pero se les entiende bastante bien. Es importante también en una organización la censura del “puto amo” de una organización, que no tiene por qué ser el jefe de la misma (en todo grupo y organización hay un “puto amo” que controla mediante sutiles censuras y presiones a los demás). Y está la censura interna/externa del qué dirán, del qué pensarán, del qué harán si…, así como la autocensura táctica del no mojarse hasta que se moje antes otro menos precavido, para así no correr el riesgo de meter la pata y salir perjudicado.  Y es que, reconozcámoslo o no, hay pocos héroes hoy en día por el mundo.
Escribir públicamente sobre el perroflauta motorizado es un compromiso para el escritor, le pone en un compromiso. Literalmente, es así.
El hecho es que sobre la presencia del perroflauta motorizado en el portal de la Consejera aragonesa de Educación se guarda un escrupuloso silencio en todos los medios de comunicación oficiales, menos oficiales y aun menos oficiales. Hay amigos y buenas personas que informan sobre el asunto del perroflauta en sus blogs y en publicaciones de confianza, en emisoras de radio y en revistas muy locales, que hacen lo posible por dar a conocer los hechos y los avatares de cada día. El perroflauta motorizado les está inmensamente agradecido por ello. Sin embargo, el perroflauta conoce otra gente en medios cercanos que se las dan de muy progres y comprometidos (tienen sus fieles, su clac y su séquito), pero no han escrito una sola línea sobre el tema. Un Consejero depende de un Presidente, del que dependen muchos dineros gubernamentales e institucionales, directos e indirectos, por los que un medio se somete a lo que sea.
La mayor parte de la censura en algunos medios proviene de la condición humana nuda y pura, en la que van fagocitándose mutuamente envidias, celos, rencores, miedos, ignorancias, zoqueterías, complejos de superioridad, complejos de inferioridad y, vete a saber, incluso complejos de castración (no necesariamente aplicables, señor Freud, solo a las mujeres).
Para los grandes medios seguramente el perroflauta motorizado es una insignificancia, pero esos medios están plagados de decenas de insignificancias cada día que llenan magazines, tertulias, telediarios, portadas y contraportadas.
Por su parte, los obispos católicos están muy frustrados porque no censuran todo lo que quisieran. Antes gozaban del nihil obstat, y detrás de ellos estaba el Gobernador Civil y la Guardia Civil. Ahora escriben y hacen declaraciones sobre homosexuales, abortos y divorcios (todo lo que vaya de cintura para abajo, que es el objeto principal de su interés), pero a la mayoría de la gente todo ello solo les provoca bostezos e indiferencia.
No hay que olvidar la censura represiva/compulsiva de la policía, los Delegados del Gobierno, sus cohortes y sus pelotas. Esos entienden la censura como la política del palo y tentetieso, del yo multo y tú pagas. Pero al menos tienen en cuenta al censurado, aunque sea como objeto de sus impulsos sadomaso.
En fin, que el internauta de Castellón se va a quedar sin recibir respuesta de mi parte, pues o no sé qué decirle o quizá le diría demasiadas cosas. Mejor dejar el contenido de esa respuesta a la consideración de la imaginación y del intelecto de cada quisque.


Hasta mañana

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