viernes, 24 de enero de 2014

Diario de un perroflauta motorizado 172


Acaba la tercera semana del octavo mes en el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Treinta y cinco semanas. Esta, quizá, la más dura de todas. El cierzo ha dado tregua hasta mediada la mañana. Después, a pesar de haber arreciado, la temperatura ha hecho llevadera la jornada.

Me he quedado asombrado de la cantidad de personas que hoy se han acercado a saludar al perroflauta motorizado. Muchas. Conocidas y no conocidas. Incluso una abogada ha ofrecido su despacho en el caso de que alguna vez surgiera algún problema.

 

Hoy quiero empezar ofreciendo la interpretación de Itzhak Perlman de la Partita en D minor, n. 2, de J. S. Bach. Itzhak nació en 1945 en la Palestina bajo Mandato Británico. Es uno de los mejores y más famosos violinistas de la segunda mitad del siglo XX, y contrajo poliomielitis  a los cuatro años, debiendo desde entonces utilizar muletas y tocar el violín sentado. Ha ganado multitud de premios y de cargos de prestigio, pero ninguno de ellos es tan grande como haber llegado a ser él mismo, y haber conseguido brillantemente lo que se había propuesto.


Conectando con la admirable superación de Itzhak, hoy el perroflauta motorizado ha podido ver algo reconfortante en pleno centro de Zaragoza: están ultimando una rampa para sillas de ruedas en la fachada del Paraninfo, antigua facultad de Medicina y Ciencias, donde impartió clases el mismísimo Ramón y Cajal. Hasta ahora, si quería acceder a una exposición, conferencia (yo mismo mismo he impartido  o moderado varias en el Aula Magna) o al excelente restaurante allí existente tenía que ir por la parte trasera, sobre una rampa de madera bastante precaria, llamar a un timbre y esperar a que alguien de Conserjería pudiese abrir. 
Ahora el perroflauta motorizado accede por donde tod@s l@s demás. La normalidad se convierte en una fiesta.

La soledad del corredor de fondo…
Llevo siete años en silla de ruedas y desde el primer día la ciudad y el campo se dividieron en dos partes: accesible e inaccesible. Una multitud –la mayoría- de tiendas, cafeterías, restaurantes, casas de amig@s y edificios institucionales me están, de hecho, vedados. Como botones de muestra, no puedo acceder  a las sedes centrales de Correos, Telefónica, Delegación del Gobierno o a mi antiguo sindicato, así como a ninguna sala de cine (incluso en las que cuentan con ascensor, quedas abandonado a unos centímetros de la pantalla, sin posibilidad de subir las escalinatas para llegar a las butacas). El tema de los servicios en bares, restaurantes y comercios, por ejemplo, es para escribir un grueso volumen de anécdotas, pocas de ellas divertidas.
Por eso el perroflauta motorizado está hoy contento, pues un boquete más se ha abierto en el gris firmamento de la accesibilidad. La inmensa mayoría de la gente ayuda y se presta a echar una mano, si puede. Sin embargo, a las instituciones locales y gubernamentales les falta esa sensibilidad primaria en la mente y el corazón para no permitir barreras arquitectónicas en la ciudad. Poco a poco, se va consiguiendo dar pasos hacia adelante.
Para acabar, al igual que son anónimas y pasan desapercibidas las personas con dificultades de acceso por barreras arquitectónicas, el tema que Anonymous utiliza como música identitaria (A song of ice and fire).




Hasta el próximo día

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