Acaba la tercera semana del octavo mes en el portal de la Consejera aragonesa
de Educación. Treinta y cinco semanas. Esta, quizá, la más dura de todas. El
cierzo ha dado tregua hasta mediada la mañana. Después, a pesar de haber
arreciado, la temperatura ha hecho llevadera la jornada.
Me he quedado asombrado de la cantidad de personas que hoy se han
acercado a saludar al perroflauta motorizado. Muchas. Conocidas y no conocidas.
Incluso una abogada ha ofrecido su despacho en el caso de que alguna vez
surgiera algún problema.
Hoy quiero empezar ofreciendo la interpretación de Itzhak Perlman de la Partita en
D minor, n. 2, de J. S. Bach. Itzhak nació en 1945 en la Palestina bajo Mandato
Británico. Es uno de los mejores y más famosos violinistas de la segunda mitad
del siglo XX, y contrajo poliomielitis a
los cuatro años, debiendo desde entonces utilizar muletas y tocar el violín
sentado. Ha ganado multitud de premios y de cargos de prestigio, pero ninguno
de ellos es tan grande como haber llegado a ser él mismo, y haber conseguido
brillantemente lo que se había propuesto.
Conectando con la admirable superación de
Itzhak,
hoy el perroflauta motorizado ha podido ver algo reconfortante en pleno centro
de Zaragoza: están ultimando una rampa para sillas de ruedas en la fachada del
Paraninfo, antigua facultad de Medicina y Ciencias, donde impartió clases el
mismísimo Ramón y Cajal. Hasta ahora, si quería acceder a una exposición,
conferencia (yo mismo mismo he impartido o moderado varias en el Aula Magna) o al
excelente restaurante allí existente tenía que ir por la parte trasera, sobre
una rampa de madera bastante precaria, llamar a un timbre y esperar a que
alguien de Conserjería pudiese abrir.
Ahora el perroflauta motorizado accede
por donde tod@s l@s demás. La normalidad se convierte en una fiesta.
La soledad del corredor de fondo…
Llevo siete años en silla de ruedas y
desde el primer día la ciudad y el campo se dividieron en dos partes: accesible
e inaccesible. Una multitud –la mayoría- de tiendas, cafeterías, restaurantes,
casas de amig@s y edificios institucionales me están, de hecho, vedados. Como
botones de muestra, no puedo acceder a
las sedes centrales de Correos, Telefónica, Delegación del Gobierno o a mi
antiguo sindicato, así como a ninguna sala de cine (incluso en las que cuentan
con ascensor, quedas abandonado a unos centímetros de la pantalla, sin
posibilidad de subir las escalinatas para llegar a las butacas). El tema de los
servicios en bares, restaurantes y comercios, por ejemplo, es para escribir un
grueso volumen de anécdotas, pocas de ellas divertidas.
Por eso el perroflauta motorizado está
hoy contento, pues un boquete más se ha abierto en el gris firmamento de la
accesibilidad. La inmensa mayoría de la gente ayuda y se presta a echar una
mano, si puede. Sin embargo, a las instituciones locales y gubernamentales les
falta esa sensibilidad primaria en la mente y el corazón para no permitir
barreras arquitectónicas en la ciudad. Poco a poco, se va consiguiendo dar
pasos hacia adelante.
Para acabar, al igual que son anónimas y
pasan desapercibidas las personas con dificultades de acceso por barreras
arquitectónicas, el tema que Anonymous utiliza como música identitaria (A song
of ice and fire).
Hasta el próximo día
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