martes, 31 de mayo de 2016

Diario de un perroflauta motorizado, 717


El viento… Es el viento, el viento que sopla suave o fuerte, como un beso o un patadón en el cerebro cálido del afecto. Es ese mismo viento que pide paciencia a los impacientes, pues ya llegaré –dice- para llevar a cada una y a cada uno a su sitio.

El viento me llevó estos días a disfrutar de una cena estupenda con mis hermanas. Y a recibir el tesoro más alto con la estancia de Begoña el sábado y el domingo pasados (aún tengo agujetas en el corazón y siento cosquillas en el alma). Y a pringarnos con Jose de merengue industrial por la noche, imaginando la alegría de Aznar y Rajoy, padeciendo el narcisismo primario de un tal CR7. El viernes también tuve un encuentro entrañable con un amigo de hace muchos años, al que quiero, admiro y tanto debo. Hoy, podré dar un gran abrazo a Sergio y tener el privilegio de degustar las filigranas culinarias de Antonio. Ayer tomé un primer café con Paula, llena de vida y de emociones. Alguna vez, en mi juventud, he ascendido a montañas altas tras subir y bajar por valles y valles de todos los verdes posibles. Así me siento ahora. Bien, bien, a pesar de las agujetas, de apenas poder recuperar el resuello por tanto esfuerzo y tanta caminata y tanto subir y bajar.



Procuro no enterarme de la precampaña electoral. Me produce arcadas, asco y cabreo. Ni que decir tienen que votaré a Unidos Podemos. (Y sin tan claro tienen ahora que pueden si están unidos, ¡¿POR QUÉ NO LO HAN HECHO AAANTEEEEEES?! A propósito de votaciones, no solicitaré esta vez el voto por correo, pues mi hermano Jose ha solicitado representar a nuestra opción electoral en mi colegio electoral y así poder ayudarme a llegar hasta la urna (existe una rampa que es un sarcasmo de rampa,que hace imposible subir hasta allí por mí mismo, solo, en mi silla de ruedas).

Wilco me insiste y me insiste en cantar aquí y ahora. ¡Gracias, amigos míos! Claro que sí, siempre una sonrisa…







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