domingo, 15 de mayo de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 708, Petrushka




Estamos hechos de tal forma que percibimos y valoramos el mundo y la vida únicamente desde nuestra propia perspectiva. De ahí que ya escribiera Protágoras, pensador coetáneo de Sócrates y Platón, “el ser humano es la medida de todas las cosas”. Pero hoy no estoy para filosofar.

Hoy quiero contar que me despertado pronto; mejor dicho, me han despertado pronto. Hoy quiero contar que nada más abrir los ojos una especie de polichinela estaba sentado a los pies de mi cama. “Hola, me llamo Petrushka”, saludó, y sin aún dejar recobrarme de la sorpresa, prosiguió: “Vengo a contarte una historia universal, Antonio, la historia de lo que acontece al menos en un rinconcito del alma de cada ser humano”. “Vale, gracias, pero déjame hacerme antes un café”, le pedí, a lo que Petrushka accedió sin reparo, aunque él prefirió una taza de té verde. Y ni corto ni perezoso, inició su relato:



Hace más de un centenar de años, en una fiesta popular en una plaza de San Petersburgo, un “mago” hizo que comenzaran a bailar en un teatrillo tres muñecos: una bailarina, “el moro” y él mismo, Petrushka. Lo que ni el mago ni la bailarina sospechaban era que él y el moro estaban enamorados de la misma muchacha, de la bailarina, aunque esta, de hecho, prefería al Moro. (A Petrushka se le humedecieron los ojos en ese momento, pero yo hice como que no me daba cuenta). Petrushka no pudo evitarlo, y medio agredió al moro durante aquel baile, por lo que se armó la marimorena entre tanta gente y tanto bullicio y se suspendió el baile y la función.
Petrushka me ha seguido contando que fue encerrado por el mago en su cuarto como castigo, triste y sin comprender por qué había sido castigado simplemente por demostrar sus sentimientos. Sin embargo, con gran sorpresa por su parte, apareció la bailarina y a Petrushka le dio un vuelco el corazón y le expresó su amor, pero, debido al anhelo y al ansia que le embargaban, lo hizo con una cierta brusquedad, por lo que la bailarina se marchó asustada de Petrushka, que quedó sumido en la tristeza y la desesperación.
Para colmo Petrushka escuchó después cómo bailaban y reían juntos la bailarina y el moro. Petrushka irrumpió en la habitación del moro, protestó, desesperado, pero el moro lo arrojó sin contemplaciones fuera de su estancia, blandiendo su cimitarra.
Al mismo tiempo, reanudada la feria y la fiesta, la plaza  estaba de nuevo llena de gente. Todo el mundo bailaba:  las niñeras, los campesinos, un oso, algunos gitanos, los cocheros que aguardaban a sus señores... Por el escenario del mismo teatrillo salió corriendo Petrushka, perseguido por el moro, que al poco tiempo lo mató de un certero golpe de cimitarra. Al poco tiempo, un policía interrogó al mago, que adujo en su descargo que no eran más que muñecos. El mago, aliviado y ya libre de todo cargo, arrastró a Petrushka, aparentemente solo un patético muñeco  de paja y serrín, para dejarlo tirado en cualquier rincón. Sin embargo, el mago, espantado, vio en lo alto a Petrushka, haciéndole señas algo burlescas, y haciéndole ver que seguía siendo mucho más que un muñeco.



Petrushka se levantó, y siempre con su mirada clavada en la mía, concluyó: “Todos tenemos corazón, todos estamos enamorados e ilusionados por muchas más cosas hermosas y valiosas de las que somos conscientes y los demás suponen. Todos anhelamos y necesitamos querer y ser queridos. Nos rebelamos contra que nos puedan tener solo por polichinelas sin rostro y sin el corazón que siempre bulle dentro de nosotros. Por eso buscamos ser felices cada día, a la vez que también sufrimos cada día y cada noche. Hoy he bailado contigo y para ti, Antonio, te he convertido por unas horas en mi mago. Si me lo permites, te ofrezco ser siempre mago para ti, para que bailes y dances, por muy tullido que seas, hasta el último día de tu vida. Hasta siempre, Antonio, mi polichinela”. Y se fue con una sonrisa, acompañada con un alegre tour en l’air.

Como es sabido, “Petrushka” es también un ballet en un acto y cuatro escenas, con música y libreto de Igor Stravinski, estrenado en 1911. Su argumento corresponde al relato que Petrushka me ha relatado esta mañana. Para mayor claridad, las partes I y III están en rojo. Las partes II y IV, en azul. Puede verse a continuación el ballet completo, dividido en las cuatro escenas.

I

II

III

IV



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