viernes, 6 de mayo de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 702. Silencio

 Esta noche he soñado que entraba a un cine de barrio para ver una película que deseaba ver desde hacía tiempo, pero era tal la algarabía dentro de la sala de gente chica y menos chica gritando, más el sonido de la propia peli que funcionaba muy mal, que he ido a reclamar y a que me devolvieran al menos el importe de la entrada y en la taquilla se han limitado a darme el DVD de la película. The end.



Como no tengo a mano ningún psicoanalista, me quedo en la superficie de ese sueño: la algarabía, la distorsión del sonido, la imposibilidad de escuchar, tranquilamente, en silencio. Padezco, como tantas otras personas, la algarabía de los noticiarios, las finales de la Champions, los papeles de Panamá, Sálvame de Luxe, la acorazada mediática… Echo en falta el silencio. Valoro cada vez más la conversación amigable con una persona que quiere escuchar y ser escuchada.

Cuando entraba en un aula para iniciar alguna clase de filosofía o de ética, buena parte del alumnado estaba hablando entre ellos/as, a menudo con un elevado nivel de decibelios. Yo me limitaba a sentarme sobre la mesa del profesor (siempre adoptaba esa postura) y mirarlos. Poco a poco, entre ellos/as, se iban dando cuenta de que debían callar y guardar silencio. Nunca les mandaba callar. Entonces empezábamos. Objetivo conseguido: había silencio porque así lo habían decidido, no porque el profesor les hubiese mandado callar. Había llegado el momento de hablar, de compartir, de debatir, pero desde el respeto y el orden que se habían autootorgado. Era el silencio fecundo, pleno del vivir y del con-vivir que nos puede enriquecer cada segundo.


Cuánto he necesitado silencio, cuánto. Cada mañana, buscando el equilibrio adentrándome en mí mismo, generalmente escuchando el quinto movimiento de la Sexta Sinfonía de Beethoven (emoción asegurada  pasados unos segundos de sus primeros cuatro minutos). Un silencio que capacita para caminar serenamente después en las sendas del  mundo y de la vida. El silencio…

Compañero fiel de horas profundas, de emociones y sacudidas, que cubre con su manto el temblor tenue del tiempo…


Silencio sereno, roto, neto, inalterable, enjuto, que a veces intenta cantar una nana y adormecer los bramidos del alma.

Silencio del beso, del libro, del amigo, del que se fue, del que se va, del que se irá, de la maravilla de ver al hijo que vuela solo, de tantos… de tantos…

En silencio puedo devolver las cosas a su esencia cristalina, invito a los míos a cimas prohibidas, donde el viento susurra profecías, donde la tierra es fuego y el agua es aire…

En silencio nacemos y después anunciamos la venida a la vida con un llanto que libera nuestros pulmones. En silencio nos iremos. Ojala, también con una sonrisa. Qué maravilla que lo último que veamos sea una sonrisa y una mirada silenciosas.

A los 200 días de estar junto al portal de la Consejera de Educación del Gobierno de Aragón, monté esto con el quinto movimiento de la Quinta:


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