lunes, 9 de mayo de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 704. Muerden los tábanos del sistema


En cuanto se enciende la primera lucecilla de conciencia en nuestras mentes, ya estamos metidos en una “macro-cinta-transportadora” que nos lleva por las autovías de nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestros códigos, y que se suele llamar “sistema” (adornado con algunos calificativos políticamente correctos: “democrático”, “de libertades”, “de mercado”, “de bienestar”, etc.). Nos inculcan también que fuera del sistema no hay salvación ni otro mundo posible y “desarrollado”, salvo el submundo, el OtroMundo, como dice Martín Caparrós). En efecto, el discurso políticamente correcto declara que fuera del sistema solo hay caos y por eso repite que quien se opone al sistema es simplemente un “antisistema”.



Entretanto, los tábanos de ayer mutan en otros datos y hechos lacerantes. Ese mismo sistema, nuestros “gran sistema democrático” conduce, de hecho, a que 800-900 millones de personas pasen hambre cada día, cada 5 segundos un niño menor de 10 años muera de hambre, la agricultura mundial podría alimentar en la actualidad a 12.000 millones de personas (el doble de la población mundial actual), cada día se mueren 25.000 personas por causas relacionados con el hambre, cada medio minuto mueren de hambre entre 8 y 10 personas… Es cosa del sistema. Víctimas del fuego amigo de los señores del sistema. Y en Babia, nuestra nesciencia culposa.

Escucho la silenciosa marcha circular (círculo vicioso) de la macro-cinta- transportadora, la triunfante fanfarria de los medios adictos al sistema, el llanto del niño que se consume poco antes de morir, el silencio de los hambrientos ya muertos, sobre todo el de todos esos muertos (cientos) que han muerto mientras he estado escribiendo este nuevo post del Diario de un profeflauta, sin perro y sin flauta. Pican, muerden, horadan la herida los tábanos. Seres humanos muertos en y desde el absurdo, privados de todo, incluso del derecho a disponer de la propia vida. Pican, muerden, horadan la herida, sí, los tábanos.





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