¿Y
quién es capaz o discapaz?, comenta Vigotsky con el perroflauta motorizado.
Juan de Mairena responde a la pregunta sin haber sido preguntado: “Todos, en un sentido. Ninguno, en ese mismo
sentido”. Desfilan por los senderos de mi memoria los recuerdos de mi
supuesta discapacidad física y los momentos en que decidí por la superación de
los obstáculos. ¡Qué falacia tan mayúscula tragarse la propia discapacidad!
¡Qué proyección tan ambigua de un@ mism@ asumir los parámetros sociales sobre
la discapacidad! ¿Capaz, para qué? ¿Discapaz, para qué? ¿Qué mente o qué dedo
mágicos dictaminan dónde empieza y acaba la capacidad y la discapacidad de los
seres humanos que habitan una ciudad, una sociedad, el planeta Tierra? Nunca me
he sentido más capaz como hoy me siento discapaz. Nunca me he sentido más
discapaz como hoy me siento capaz.
Mi mayor motivo de satisfacción es haber
hallado la clave de la felicidad: intentar cada día acariciar la coincidencia
entre lo que puedo, lo que quiero, lo que debo, lo que soy y lo que hago.
Hoy hemos tenido frío. El invierno ha
hecho su aparición sin llamar a la puerta. Ya están entregados a mi abogada,
Paula Hormigón, los escritos de los participantes que han redactado su
testimonio de lo acontecido el 3 de junio.
Hasta cuando pueda volver a escribir este
Diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.