El señor Rubalcaba acaba de
presentar un documento para supuestamente aumentar el crecimiento económico y
crear empleo. Es conveniente antes reparar en casi una cuestión de lenguaje y
advertir que la existencia de 6,2 millones de españolas y españoles en el paro
no es solo, como dice el secretario general socialista, una “sangría”, sino una
tragedia en el más estricto sentido de la palabra.
A estas alturas de la estafa
planetaria llamada eufemísticamente “crisis” y si nos dejamos llevar por el
lavado de cerebro diario a cargo del Ministerio de la Verdad, la inmensa
mayoría de los protagonistas de esta crisis somos culpables de haber vivido por
encima de nuestras posibilidades y a la vez víctimas de un destino (Bruselas, BCE, Deutsche Bank, Big
Brother, Goldman Sachs, HSBC, Bilderberg, Trilateral, dioses, mano invisible, mercados
o como quiera llamárselo), cuya voluntad última es la mutación de nuestra
identidad cívica y social, y la jibarización de cualesquiera derechos y
libertades. Las víctimas se rebelan heroicamente en la tragedia clásica contra
ese destino, pero finalmente sucumben a él, mientras los espectadores se
debaten entre la compasión, la indignación y el espanto. No es otro el mensaje
que el destino y la mano invisible neoliberales quieren grabar en nuestro
cerebro: la pugna entre libertad y destino acaba en un desenlace funesto, nos
rebelemos o no, e incluso aún más funesto si nos rebelamos. Rubalcaba puede
hablar de sangría, pero en realidad esta crisis es una tragedia, y por ningún
lado se percibe en el PSOE ni siquiera una leve llamada a la rebelión.
Rubalcaba vuelve a acudir a palabras
como “frenar”, “taponar” o “aminorar”, como si no existiesen ya en su
diccionario “justicia”, “redistribución de la riqueza” o “regularización y
control de los mercados”. Propone así utilizar 30.000 millones de los 100.000
millones de euros que el Mecanismo Europeo de Estabilidad ofreció a España para
recapitalizar a los bancos españoles asfixiados por sus propias deudas y
trampas, y de los que España ha
utilizado hasta el momento 40.000 millones. Son millones extraídos previamente
del bolsillo de la ciudadanía europea y española, es dinero público en su
origen, al igual que los 1,33 billones de euros más para seguir insuflando
oxígeno a la falta de liquidez del sistema financiero español mediante
préstamos blandos, adquisición de activos, avales y garantías. Cada vez crece en mí más
la sospecha de que la inoperante “candidez” aparente de algunos partidos
políticos, incluido el PSOE, con bancos y cajas puede deberse a las deudas y
condonaciones de deuda de las que tales partidos han estado beneficiándose
desde los años ochenta. Y la sospecha comprende igualmente las posibles
contrapartidas requeridas a los partidos políticos por el mundo financiero.
Establecer, como propone Rubalcaba,
un nuevo fondo ICO de 20.000 millones de euros para financiar pymes y 10.000
millones más para “frenar” el tsunami diario de desahucios significa renunciar
a que los bancos y las cajas, principales perpetradores de la estafa económica
al pueblo español, se hagan cargo como responsables directos de los escombros y
daños infligidos al país y empleen el dinero, originariamente nuestro dinero,
en reparar tantas heridas en derechos elementales como el derecho a una
vivienda digna y adecuada o a ganarse la vida mediante un trabajo digno y justamente
remunerado. El documento de Rubalcaba refleja un programa netamente asistencial
(pan para hoy, mismo hambre para mañana), cuando el pueblo ya no necesita
ayudas, sino la realización efectiva de sus derechos, obligaciones y
libertades.
Por lo mismo, es posible que en
Alemania haya funcionado bien el programa laboral de reducir jornadas y
salarios en empresas en dificultades y que además el Estado se haga cargo de la
mitad del coste laboral, y que por ello lo proponga también Rubalcaba para
nuestro país. En realidad, dejándose de zarandajas, la primera medida a tomar sería
derogar inmediatamente la Ley de reforma laboral del partido en el gobierno,
fuente principal de lo que Rubalcaba insiste en llamar “sangría del desempleo”.
Si realmente falta liquidez en las
empresas para mantener, no destruir y crear empleo debe obligarse a la banca a
inyectar dinero en la economía real del país, para lo que obtuvo a casi coste
cero del BCE más de 650.000 millones de euros. Si falta liquidez impóngase con
carácter de urgencia el impuesto a las transacciones financieras, persígase sin
paliativos el fraude fiscal, el dinero opaco y negro en paraísos fiscales, la
corrupción en cada uno de los estratos de la Administración del Estado,
aplíquese la ley a corruptores y corruptos, hágase efectiva una política fiscal
acorde con la media de los países de la UE-15 en lugar de regirse única y
exclusivamente por el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la
Unión Económica y Monetaria (sobre el que se emplea la expresión “hacer los
deberes”), con el consiguiente fortalecimiento del personal técnico de la
Administración Tributaria (España tiene el nivel de personal de Técnicos de
Inspección Tributaria más bajo de la UE
de los 27, sólo superado por Italia).
Rubalcaba insiste, en fin, en la
creación de un fondo de 1.000 millones de euros
(400 para ayuntamientos, 400 para comunidades autónomas y 200 para ONGs)
con el fin de “taponar” las situaciones de mayor miseria y exclusión social
existentes en el país. Le ha quedado, sin embargo, por aclarar si para ello se
auxiliará solo de Cáritas o también de otras ONGs más de similares señas de
identidad.
Y como éramos pocos, adviene el rey
Juan Carlos para animar a los líderes del PP y del PSOE al consenso político y
concertar un gran pacto para frenar el paro y poder crear empleo. Un día lo leí
en un número atrasado de la revista El Jueves: “Exclamó Noé: Éramos pocos y
parió la hipopótama”.
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