PUBLICADO EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
Nos
dijeron que un ratoncito nos dejaría debajo de la almohada la libertad si éramos
obedientes y nos dormíamos enseguida. Y les hicimos caso. Después escribieron
en un documento llamado Constitución un montón de derechos y libertades, y
pensamos que al fin había llegado el día en que todos, al levantar la vista, podíamos
ver una tierra donde pone Libertad, pero nos hemos hecho mayores, nos hemos
quedado sin ratoncitos y llevamos tiempo tanteándonos la ropa, pues tenemos la
impresión de que nos han pirateado esos derechos y libertades.
Nos
aseguraron que unos personajes mágicos vendrían una noche de transición trayéndonos
el regalo de que todos somos iguales ante la ley y vivimos en un país donde impera
la justicia. Después nos enteramos de que los reyes son los papás y cada uno
recibe regalos de muy distinto precio, pues una mano invisible dispone que los
bolsillos sean diferentes unos de otros. Reclamamos entonces igualdad y
justicia, y replicaron que ya no éramos ingenuos infantes y cada uno debía
apechugar con lo que le había tocado. Además intentaron convencernos de que era justo, por ejemplo, que mi amigo Toño fuese a la prisión de Zuera por
robar cuatro perras en una farmacia, pero también que la infanta Cristina es inocente o que es aceptable
que el Gobierno de Rajoy haya dejado
en manos del Banco de España que Alfredo
Sáenz pueda seguir ejerciendo como consejero delegado del Banco Santander a
pesar de haber sido condenado en firme y tener antecedentes penales.
Nos
contaron cuentos fascinantes, pero ahora sabemos que estamos en manos de unas
megaempresas financieras y unos superpoderosos lobbies que deciden el presente
y el futuro de cualquier país del mundo, incluido el nuestro. Nos creímos que
nuestros parlamentarios españoles y europeos decidían y votaban pensando en el
general interés y el común bien de la ciudadanía que decían representar, pero
en realidad votan y deciden lo que les dicen su partido o su grupo
parlamentario, una vez que sus jefes se han dejado asesorar y persuadir por las
grandes empresas y lobbies a cuyos intereses y asuntos sirven.
Proclamaron
el deber de trabajar y el derecho al trabajo, pero hay más de 6,2 millones de
personas desempleadas; el derecho a una vivienda digna y adecuada, pero ya se
han producido en España más de 400.000 desahucios; el derecho universal a la
educación y a la salud, pero la educación y la salud se están convirtiendo en
un lucrativo negocio en manos privadas; la aconfesionalidad del Estado, pero
ese Estado parece estar a merced de obispos y ministros pertenecientes a sectas
ultracatólicas; lanzaron vítores a los cuatro vientos porque ya pertenecemos a
la UE, pero vivimos en una Europa donde, según datos de ATTAC España, los ricos
representan el 0,6% de la población de la UE-27 (500 millones de habitantes) y
su patrimonio equivale a más de la mitad (7,6 billones de euros) del PIB total
de la UE (12,2 billones de euros).
Pregonan
cada año el resurgir de mi tierra, y con motivo de la celebración del Día de
Aragón el pasado 23 de abril, la presidenta aragonesa, Luisa Fernanda Rudi, ofreció un pacto institucional con el
“centro-izquierda” (¡!) para defender el valor de la “comunidad” frente a la
“multitud” y contra los embates de las mareas y otros grupos de protesta,
afirmando que “no hay atajos ni hay futuro fuera de las instituciones”. Rudi
nos colocaba así en un verdadero callejón sin salida, pues ateniéndonos a los
hechos puros y duros, tampoco se atisba
ningún futuro dentro de las instituciones aludidas por Rudi: educación y
sanidad públicas, empleo o vivienda son netos ejemplos de que la política institucional
efectuada hasta ahora en Aragón, en España y en Europa del sur conducen a la
ruina o a la nada.
No
quiso ser menos José Ángel Biel,
presidente de las Cortes de Aragón, quien afirmó que “nada es gratis” y declaró
que es preferible “adelgazar” el estado de bienestar que “amputarlo”, pero su
perla más vistosa fue su critica a las "mareas de todos los colores",
representativas, según él, de “intereses particulares o gremiales y no del
interés general”. No somos pocos los que quisiéramos saber desde qué
condiciones particulares o gremiales ha dispuesto de generosos préstamos
bancarios su partido, el PAR, principalmente de la CAI (nacida del mismo
tronco) o su socio de gobierno, el PP, y de qué negociaciones y condonaciones
posteriores han disfrutado. De hecho, precisamente sobre la base de que “nada
es gratis” es lógico preguntarnos también por las posibles contrapartidas
pagadas y recibidas. Sin embargo, los numerosos desahuciados hasta la fecha por
la CAI no han contado con condiciones ni mucho menos similares de
refinanciación o condonación de sus hipotecas. ¿Realmente somos todos iguales?
No más
cuentos, por favor.
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