sábado, 18 de mayo de 2013

Las gaviotas de Wert revolotean, alegres, con su LOMCE



Pongamos que estamos en una sesión de evaluación en Secundaria. Sigamos poniendo que el alumnado corresponde a un grupo de 4º de la ESO (16-17 años). El profe de Mates suspende a un 56% porque, a su parecer, no alcanza el nivel mínimo estipulado en la programación de inicio de curso y no resuelve adecuadamente problemas. La profe de Física, por razones análogas, catea a un 41% y el de Lengua y Literatura castellanas se queda en un 37% de suspensos porque el nivel de teoría lingüística y de expresión escrita y ortografía deja mucho que desear. Acabada la sesión, firma el profesorado de ese grupo la planilla con las notas globales y… a otra cosa, mariposa. Acaban de ejecutar un acto repetido varias veces cada curso escolar sin que previa y posteriormente haya un análisis crítico y serio de los resultados: simplemente, fallan el alumnado y sus familias.
A esas sesiones de evaluación asiste también el profesor o la profesora de Religión y Moral católicas (otras confesiones religiosas –judía, musulmana, evangélica- también han suscrito acuerdos con el Ministerio de Educación para la enseñanza de sus respectivas religiones durante el período lectivo de la jornada escolar). Generalmente, la nota de Religión recibida por el alumnado que cursaba la materia era de 9 (una forma más de reclamar clientela, cada vez más menguante en Secundaria). Sus comentarios habituales sobre su alumnado eran “buen chico”, “esta chica ha cambiado”, “sus padres están divorciados” o “hace unos trabajos primorosos”.
Ahora el ministro Wert y su flamante Ley LOMCE, sobre la que cabalgan, sable en ristre, la Conferencia Episcopal Española, Opus Dei y similares, las asociaciones ultracatólicas de padres, los restos más nostálgicos del nacionalcatolicismo hispanovisigótico y las huestes más aguerridas del PP, ex Fuerza Nueva y ex Falange –más o menos auténtica-, han homologado la asignatura de Religión y Moral católicas al resto de las asignaturas, entre otras cosas para obtener la media de curso o de ciclo, solicitar becas y engordar el currículum escolar. A lo lejos se percibe el solemne repiqueteo de las campanas catedralicias, crujen de gozo las lápidas de los Caídos por Dios y por España adosadas a los muros parroquiales bajo el himno jubiloso de “Por algo hicimos una guerra”.
Volvemos a ponernos en esa sesión de evaluación de ese grupo de 4º de la ESO. ¿En qué consiste ser un alumno brillante en religión? ¿O suspender en religión? ¿O ser una mediocridad en religión? Imagino que los verdaderos creyentes en una verdadera religión se arrugarán de estupor e indignación ante esta corrupción por parte de los jerarcas católicos celtibéricos de lo que realmente es religión. Sin embargo, los nacionalcatólicos no buscan con la asignatura de religión propagar un mensaje religioso, sino defender a ultranza su poder y sus privilegios mantenidos a fuego, hoguera, espada y nihil obstat desde Leovigildo y Recaredo.
De paso, prostituyen la esencia misma de la educación: al menos en la escuela pública se debe enseñar saberes y no creencias. Confunden ciencia con catecismo, ética crítica, personal y cívica con mandamientos y encíclicas. Pero les da lo mismo: saben bien lo que quieren realmente y para conservarlo utilizan cuantos medios tengan a su alcance, incluida una publicidad carísima que pagamos todos y todas.
Por darles igual, hacen caso omiso, de las recomendaciones, preceptivas, aunque no vinculantes, que en 185 páginas les ofrece el Consejo de Estado con el fin de modificar críticamente algunos aspectos de la Ley LOMCE de Wert, como la exclusión de una signatura “relativa a formación ético-cívica que puede tener importancia en aras a la educación integral a que se refiere el art. 27.2 de la Constitución" o el blindaje de las subvenciones a centros   que separan por sexos.
El lingüista Max Weinreich escribe que “una lengua es un dialecto con un ejército y una armada”; en otras palabras, está afirmando que el medio por el que un grupo de personas se comunica queda relegado al mundo de los dialectos o lenguas de menor rango porque otro grupo de personas impone su propia lengua mediante la fuerza y la espada, mediante su ejército y su armada. Este segundo grupo, por supuesto, pensará que su lengua es mucho más rica y potente que el dialecto del grupo primero. Pues bien, con las ideas ocurre tres cuartos de lo mismo. Por ejemplo, las religiones imperantes se diferencian de las herejías y de las sectas en que las primeras han contado y siguen contado con un ejército y una armada (con el poder), que las sustenta y las ampara. A cambio, las religiones ortodoxas otorgan al poder político, militar y económico justificación y sostén ideológicos,  a la vez que sirven de lenitivo al pueblo frente a la desesperanza de su realidad (el opio del que habla Marx).
En este mismo orden de cosas, desde hace más de treinta años, España, sobre la abulia del PSOE gobernante y sobre la estrategia de obediente sumisión del PP gobernante hacia las fuerzas y grupos de presión ultracatólicos y hacia la derechona en general de la que el PP mismo forma parte, parece regresar a situaciones nacionalcatólicas que contradicen abiertamente la supuesta aconfesionalidad del Estado, tal como ambiguamente establece el artículo 16.3 de la Constitución.
Durante cuarenta años enviaron a sus comisarios políticos a adoctrinar obligatoriamente en la Formación del Espíritu Nacional (FEN), y a sus curas a adoctrinar obligatoriamente Religión y Moral en todas las aulas españolas, desde párvulos a la universidad. Ahora el nacionalcatolicismo no solo ha conseguido borrar la asignatura Educación para la Ciudadanía, existente en muchos países de la Unión Europea, sino que, desplegado su ejército y su armada, acaba de aprobar también la LOMCE del ministro Wert.


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