Nos hemos desayunado con la noticia de que, según informa
el Pentágono, los suicidios de militares estadounidenses se elevaron a 349 en
2012, superando en más de 50 a las bajas en combate sucedidas en Afganistán
(295). En pocos asuntos se emplea tanta tinta y tanta oratoria como en el
ámbito castrense a la hora de arengar a las tropas. Los soldados
norteamericanos parecen no estar muy convencidos, sin embargo, de estar
haciendo algo útil y asumible en tierras tan inhóspitas y lejanas como
Afganistán.
Un día, el presidente George W. Bush y sus asesores declararon la guerra mundial
de Occidente contra el terrorismo mundial, es decir, contra Al Qaeda, es decir,
contra casi todo lo que pudiere oler a musulmán, término ya sinónimo de
terrorista. En menos de un mes, el Presidente estadounidense bombardeó e
invadió Afganistán en una campaña militar que bautizó como “Libertad Duradera”,
con el pretexto de que los talibanes no querían entregar a Ben Laden,
supuestamente oculto en las montañas de Afganistán. Al poco tiempo, el 9 de
febrero de 2002 Hamid Karzaï,
el nuevo primer ministro de Afganistán,
y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista Musharraf, fuerte aliado de los Estados Unidos en la zona,
cerraban un acuerdo para permitir la construcción de un oleoducto que enlazase
el mar Caspio con el océano Índico, atravesando el Afganistán recién invadido.
En ese acto los soldados estadounidenses
tenían explicados los verdaderos motivos de la invasión a Afganistán, al
igual que ocurriera en Irak o Libia: el petróleo.
Sus
jefes invocan la “legítima defensa”, la “guerra contra el terrorismo” y la
salvaguarda de la democracia occidental”, pero en realidad es solo el petróleo.
A los soldaditos españoles tampoco les sobran razones y explicaciones de qué
están haciendo en Afganistán. De vez en cuando, muere un militar español,
generalmente por la explosión de una mina. Cada vez que ocurre, me preguntó el
porqué de esa muerte, y no aparece un solo motivo aceptable y razonable. Y por
si fuera poco, hace tiempo leí en algún sitio de Internet que la estancia de
las tropas hispanas en suelo afgano nos está costando un millón de euros al
día. Para misiones absurdas no valen los recortes. Iglesia y Ejército, curas y
militares: toda una inveterada plaga en la historia de nuestro país.
Los verdaderos enemigos del soldado “aliado” en
Afganistán no son los talibanes, sino la ansiedad y la depresión, por un lado,
que puede conducir al suicidio; por otro, esos enemigos son sus jefes del
Pentágono o del madrileño Paseo de la Castellana, que meten en el mismo saco de
los “daños colaterales”, el “fuego amigo” y los “caídos por la patria”, a los
182 casos de suicidios en el Ejército de Tierra durante el año 2012, además los
59 suicidios de la Fuerza Aérea y los 60 de la Armada.
Imagine there's no countries
It isn't hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace...
You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one
Imagine no possessions
I wonder if you can
No need for greed or hunger
A brotherhood of man
Imagine all the people
Sharing all the world...
It isn't hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace...
You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one
Imagine no possessions
I wonder if you can
No need for greed or hunger
A brotherhood of man
Imagine all the people
Sharing all the world...
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