PUBLICADO EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
El jerarca
católico de Córdoba, Demetrio Fernández,
ha vuelto a enseñar la oreja y asomar la patita en materia sexual.
Anteriormente, había acusado a la UNESCO de planear que la mitad de la
población mundial fuese homosexual, o a los medios de comunicación y a los
centros de Secundaria de incitar a la fornicación (fornicar: tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio. ¡Manda
güebos!. El jueves pasado mostró otra de sus perlas, una misiva a sus fieles,
titulada “La ideología de género rompe la familia”.
Según
Fernández, el sexo de un bebé lo determina antes de nacer una ecografía, y
punto pelota. “¿Esperamos un bebé, no? ¿Es niño o niña?”, escribe Fernández.
¿Niña? Pues ya no hay más que hablar. Dejémonos, pues, según Fernández, de que
el sexo (el deuxième y el premier) es también y sobre todo aquello
que uno decide ser, como decía Simone de
Beauvoir, a la que cita. Fernández pone de manifiesto así que confunde la
genitalidad material de una persona con su sexualidad y su inclinación sexual
real.
La
sexualidad se descubre a la vez que va descubriendo al ser humano. La
sexualidad no se tiene, sino que se hace, se ejerce y se comunica. La
sexualidad regala grandes dosis de placer y bienestar precisamente porque cada
persona quiere ser feliz como puede y como desea. Manda su corazón, mandan sus
gónadas y sus hormonas, manda su impulso vital hacia otras personas, según la
orientación sexual que le resulta natural. La verdadera naturaleza sexual de
una persona no viene marcada por su aparato genital, sino por el deseo y la
necesidad de amar a una persona concreta de un determinado género. La
sexualidad regala felicidad en la medida en que se desarrolla cabalmente
siguiendo el dictado natural concreto del deseo y la entrega a otra persona,
con independencia de su género.
Por
eso, cuando Fernández escribe que estas
ideas, que condensa en la expresión ”feminismo radical”, son nefastas y dañinas
para la juventud y la humanidad toda, pues –según él- rompen “con Dios y con la
propia naturaleza”, manifiesta su nesciencia real sobre el asunto. Y si no se
sabe de algo, mejor es callar o, al menos, no faltar el respeto a nadie; en
este caso, a la mujer.
Pues bien,
Fernández, metida ya su pata hasta el garrón en sus obsesiones sexuales mal
sublimadas, equipara la libre elección de la propia sexualidad y orientación sexual
a un ataque contra la familia tradicional. Para ello, presenta como modelo de
familia la de Jesús y sus padres en
Nazaret. “¡Qué bonita es la familia, tal
como Dios la ha pensado!”, escribe Fernández. “La familia de Nazaret, compuesta
por Jesús, María y José, es una oportunidad para reafirmar
que sólo en la familia, tal como Dios la ha instituido, encuentra el hombre su
pleno desarrollo personal y, por tanto, la felicidad de su corazón. En la
familia está el futuro de la humanidad, en la familia que responde al plan de
Dios”.
Llama la
atención que el catolicismo se empeñe en presentar como paradigma de familia a
un padre que es tenido por padre sin serlo propiamente (putativo), que no
ejerce su sexualidad durante toda su vida, pues no conoce coyunda carnal y el
niño al que cuida y reconoce es fruto de una misteriosa relación de su mujer
con la divinidad; a una mujer que tampoco ejerce jamás su sexualidad, que está
exenta de la inclinación y del deseo sexual, frutos del pecado original, y que
permanece virgen (los eunucos por el reino de los cielos han mostrado siempre
una fijación enfermiza por el trozo de tejido conjuntivo y adiposo, denominado
“himen” de esa mujer, aun habiendo pasado todo un bebé, cabeza incluida,
(prescindamos ahora de cómo fue
engendrado) por el cuello uterino y el conducto vaginal en el momento del
parto.
En
resumidas cuentas, la mujer-modelo de la familia ideal para Fernández es una
esposa casta, virgen y cuidadora de su marido y de su hijo. Del hijo de la
familia ideal mejor es no decir nada, pues resulta de muy difícil imitación
como modelo alguien que, en cuanto hombre, tiene dos naturalezas –divina y
humana- pero es una sola persona –divina-, pero en cuanto dios, tiene una sola
naturaleza –divina- pero a la vez es tres personas distintas.
Uno de los mecanismos de defensa clásicos en
psicología es el conocido como “reacción”, consistente en intentar ocultar motivos, generalmente
reprimidos, exhibiendo públicamente actitudes que son directamente opuestas a
ellos. Asi, por ejemplo, el hombre de intensos deseos sexuales reprimidos puede
adoptar una actitud estrictamente puritana, haciendo incluso que los demás
participan de sus propias ideas y actitudes; es decir, reprimiendo al vecino.
De hecho, muchos reformadores, intolerantes y fanáticos responderían a este
tipo de conducta. Son, sin duda, los que más han hablado y siguen hablando de
sexo, castidad, familia y feminismo radical. Es algo que debe de ponerles.
Pobres…
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