miércoles, 9 de enero de 2013

Familia, fornicación y el señor Fernández

-->

PUBLICADO EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

El jerarca católico de Córdoba, Demetrio Fernández, ha vuelto a enseñar la oreja y asomar la patita en materia sexual. Anteriormente, había acusado a la UNESCO de planear que la mitad de la población mundial fuese homosexual, o a los medios de comunicación y a los centros de Secundaria de incitar a la fornicación (fornicar: tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio. ¡Manda güebos!. El jueves pasado mostró otra de sus perlas, una misiva a sus fieles, titulada  “La ideología de género rompe la familia”.  
Según Fernández, el sexo de un bebé lo determina antes de nacer una ecografía, y punto pelota. “¿Esperamos un bebé, no? ¿Es niño o niña?”, escribe Fernández. ¿Niña? Pues ya no hay más que hablar. Dejémonos, pues, según Fernández, de que el sexo (el deuxième y el premier) es también  y sobre todo aquello que uno decide ser, como decía Simone de Beauvoir, a la que cita. Fernández pone de manifiesto así que confunde la genitalidad material de una persona con su sexualidad y su inclinación sexual real.
La sexualidad se descubre a la vez que va descubriendo al ser humano. La sexualidad no se tiene, sino que se hace, se ejerce y se comunica. La sexualidad regala grandes dosis de placer y bienestar precisamente porque cada persona quiere ser feliz como puede y como desea. Manda su corazón, mandan sus gónadas y sus hormonas, manda su impulso vital hacia otras personas, según la orientación sexual que le resulta natural. La verdadera naturaleza sexual de una persona no viene marcada por su aparato genital, sino por el deseo y la necesidad de amar a una persona concreta de un determinado género. La sexualidad regala felicidad en la medida en que se desarrolla cabalmente siguiendo el dictado natural concreto del deseo y la entrega a otra persona, con independencia de su género.
Por eso,  cuando Fernández escribe que estas ideas, que condensa en la expresión ”feminismo radical”, son nefastas y dañinas para la juventud y la humanidad toda, pues –según él- rompen “con Dios y con la propia naturaleza”, manifiesta su nesciencia real sobre el asunto. Y si no se sabe de algo, mejor es callar o, al menos, no faltar el respeto a nadie; en este caso, a la mujer.
Pues bien, Fernández, metida ya su pata hasta el garrón en sus obsesiones sexuales mal sublimadas, equipara la libre elección de la propia sexualidad y orientación sexual a un ataque contra la familia tradicional. Para ello, presenta como modelo de familia la de Jesús y sus padres en Nazaret.  “¡Qué bonita es la familia, tal como Dios la ha pensado!”, escribe Fernández. “La familia de Nazaret, compuesta por Jesús, María y José, es una oportunidad para reafirmar que sólo en la familia, tal como Dios la ha instituido, encuentra el hombre su pleno desarrollo personal y, por tanto, la felicidad de su corazón. En la familia está el futuro de la humanidad, en la familia que responde al plan de Dios”.
Llama la atención que el catolicismo se empeñe en presentar como paradigma de familia a un padre que es tenido por padre sin serlo propiamente (putativo), que no ejerce su sexualidad durante toda su vida, pues no conoce coyunda carnal y el niño al que cuida y reconoce es fruto de una misteriosa relación de su mujer con la divinidad; a una mujer que tampoco ejerce jamás su sexualidad, que está exenta de la inclinación y del deseo sexual, frutos del pecado original, y que permanece virgen (los eunucos por el reino de los cielos han mostrado siempre una fijación enfermiza por el trozo de tejido conjuntivo y adiposo, denominado “himen” de esa mujer, aun habiendo pasado todo un bebé, cabeza incluida, (prescindamos  ahora de cómo fue engendrado) por el cuello uterino y el conducto vaginal en el momento del parto.
En resumidas cuentas, la mujer-modelo de la familia ideal para Fernández es una esposa casta, virgen y cuidadora de su marido y de su hijo. Del hijo de la familia ideal mejor es no decir nada, pues resulta de muy difícil imitación como modelo alguien que, en cuanto hombre, tiene dos naturalezas –divina y humana- pero es una sola persona –divina-, pero en cuanto dios, tiene una sola naturaleza –divina- pero a la vez es tres personas distintas.
Uno de los mecanismos de defensa clásicos en psicología es el conocido como “reacción”, consistente en intentar ocultar motivos, generalmente reprimidos, exhibiendo públicamente actitudes que son directamente opuestas a ellos. Asi, por ejemplo, el hombre de intensos deseos sexuales reprimidos puede adoptar una actitud estrictamente puritana, haciendo incluso que los demás participan de sus propias ideas y actitudes; es decir, reprimiendo al vecino. De hecho, muchos reformadores, intolerantes y fanáticos responderían a este tipo de conducta. Son, sin duda, los que más han hablado y siguen hablando de sexo, castidad, familia y feminismo radical. Es algo que debe de ponerles. Pobres…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.