Tanto en Ética a Nicómaco como en Política, Aristóteles deja diáfanamente
claro que la política es el arte de posibilitar el pleno desarrollo de las
capacidades de cada ciudadano y ciudadano, tanto en su dimensión personal como
comunitaria.
Observador
atento y de gran sentido común, Aristóteles gustaba siempre de atenerse a los
hechos verificables, constatando así que cada ser del cosmos, animado e
inanimado, y sobre todo los seres vivos, poseen por sí mismos unas capacidades,
características, tendencias y actividades propias y específicas, que les
diferencian del resto de los seres. Estos rasgos específicos de cada ser que
habita en la naturaleza son los que determinan que cada individuo y cada
especie sea como es y se comporte como se comporta.
Por ejemplo,
la naturaleza del orangután (sus capacidades, características, tendencias y
actividades) es bien distinta de la del mosquito, la del pino, la de una
estrella enana roja o la del ser humano. Si nos fijamos en la forma de
comportarse de cada uno, constatamos de inmediato que difieren entre sí, a
tenor de su propia naturaleza: la margarita, el dromedario, la libélula, la
magnolia. la estrella de mar o el ser humano son muy diferentes, al igual que
su comportamiento, aspecto, su estructura fisiológica, sus formas de
alimentación o reproducción, sus modalidades de comunicación, sus medios de
adaptación al medio, etc.
Y sin
embargo, a juicio de Aristóteles, a pesar de todas estas peculiaridades y diferencias,
todos los seres de la naturaleza coincidimos en algo fundamental: estamos en
el mundo para llegar a ser lo más plenamente posible aquello que nos corresponde
ser por naturaleza. Pues bien, Aristóteles denomina a este objetivo fundamental
de cada ser existente en la naturaleza con un término que él mismo inventó al
efecto: "telos". Cada ser, cada especie tiene su propio "telos",
es decir, surge en la naturaleza para hacerse a sí mismo de la forma más
excelente posible, desarrollar cabalmente todas sus potencialidades.
Por
consiguiente, el "deber" primordial de cada ser de la naturaleza
consiste en desplegar y culminar su "telos", es decir, en
hacerse plenamente a sí mismo, alcanzar el pleno desarrollo de su ser. Por lo
mismo, su mayor error consistiría en que se empeñase en desconocer, ignorar o
dar la espalda al pleno despliegue natural de su naturaleza, al propio" "telos"':
cada uno ha de tender a ser él mismo de la forma más acabada posible.
Los seres
humanos estamos sujetos al mismo proceso de consecución del propio
"telos", es decir, a la necesidad de desarrollar nuestras
posibilidades naturales, si es que queremos alcanzar nuestra realización plena
como humanos y, por consiguiente, la felicidad. Cada etapa, cada situación, cada
decisión, cada instante es, pues, un paso, progresivo o recesivo, hacia la
construcción total y plena de uno mismo como ser humano.
Cada hombre y
cada mujer debe esforzarse, pues, a lo largo de su vida por llegar a ser una
persona cabal, por llevar a plenitud sus aptitudes y capacidades, de acuerdo
con sus características individuales propias, por hacer realidad su "telos".
Ahora bien, Aristóteles no concibe el "telos” como algo
acabado, definitivamente hecho, sino como algo que forma parte de uno mismo: es
el propio ser el que está en proceso permanente de autorrealización. A este
proceso constante por ir alcanzando el "telos" lo denomina
Aristóteles "ergon". En otras palabras, nuestra razón de ser
es ante todo un proceso, una actividad, "ergon”. El "ergon” es, pues, la actividad natural que cada
ser ha de llevar progresivamente a cabo a lo largo de su existencia a fin de
desarrollar adecuadamente el "telos”, el desarrollo pleno de su propio
ser, como individuo cabal.
Más aún, el
ser humano no sólo está siempre por acabar, por realizarse, y en esto consiste
radicalmente su esencia (tener que decidir día a día, instante a instante,
quién es y quién quiere ser), sino que -precisamente por ello- cada uno debe
descubrir cuál es su camino a recorrer, cuál es su horizonte a perseguir, pues
lejos de ser un ente abstracto (clónico en lo fundamental, diferente sólo en lo
accidental), es un individuo humano concreto, esta persona, yo, tú...
La vida humana es para cada individuo una empresa siempre por hacer plenamente,
un descubrimiento incesante, un navegar por aguas, a veces quietas, a veces
procelosas, escrutando el rumbo adecuado.
La vida
debería ser, pues, según Aristóteles, ante todo un esfuerzo inagotable por
llevar a cabo del modo más pleno posible el "telos”, el desarrollo de nuestro ser, la
culminación de nuestras posibilidades. De todas formas, somos seres que nos
sentimos limitados e inacabados, por hacer. Siempre aspiramos a más, siempre
estamos en pos de nosotros mismos, de nuestros proyectos e ideales. Parece que
nunca podemos llegar al acabamiento perfecto y definitivo de nosotros mismos.
Que todos los
seres del mundo y de la naturaleza, según Aristóteles, tiendan a su
"excelencia", a su culminación perfecta, a la consecución de su "telos",
al grado sumo de sus capacidades naturales, a su plena madurez, no deja de
ser en cierto modo un ideal, y así lo reconoce el propio Aristóteles: alcanzar
el desarrollo completo y cabal es una "en-telequia", pues se trata principalmente de una
tendencia natural ineludible hacia el modelo ideal en un ser naturalmente perfecto, que
habría alcanzado el pleno y cabal desarrollo de su ser y de su vida. Pero,
claro está, esto es más bien una aspiración, un ideal (de ahí la palabra "entelequia”).
De
ahí una de las mayores paradojas de los seres humanos: sabemos que nunca
alcanzaremos plenamente el "telos" (dejaríamos de ser quienes somos,
víctimas de nuestro propio logro), pero en ningún caso podemos tampoco
renunciar a su consecución (quedaríamos sin objetivo, apresados en un mundo
caótico, sin horizonte ni contornos).
Por
otro lado, nuestra naturaleza tiene una dimensión social, de la que no podemos
prescindir en cuanto humanos. Alguien que afirmase que puede prescindir de la
vida social y comunitaria (=política) sería una bestia o un dios, pero en
ningún caso un hombre. Solo contando con los demás, dentro de un marco
político-comunitario, podemos llegar a alcanzar nuestro telos, el desarrollo
pleno de nuestro ser.
La
política consiste, pues, en la vía socio-comunitaria en que los ciudadanos y
las ciudadanas podemos llegar a ser personas plenas y cabales. La política es “telos”: la tendencia ineludible hacia el
ideal del vivir y el convivir como humanos; la política es también “ergon”: el constante y permanente
esfuerzo por hacer posible –cada vez más posible- ese desarrollo pleno y
excelente de cada persona, a nivel individual y comunitario. Para Aristóteles,
la política es y deber ser siempre el arte de ir haciendo posible e ir haciendo
realidad el deber ético y la necesidad natural de hacernos personas libres,
iguales, con criterio propio, solidarias, comprometidas y permanentemente
inquietas dentro de una sociedad, un país y un mundo justo, libre y noviolento.
Un mundo que siempre es y deberá ser posible, y cada vez más real.
Excelente, profesor. El problema en estos tiempos es que muchas personas desinformadas se preguntan para qué sirve la filosofía. Creo que este artículo es una buena respuesta, siempre y cuando se sepa y se quiera leerlo.
ResponderEliminarGracias y enhorabuena por filosofar con nosotros.
Gracias a ti. Reconfortan mucho tus palabras
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