Te encontré en pleno centro de Zaragoza.
“¿Qué tal tus bancos?”, me preguntaste como saludo (el día anterior había
salido un artículo mío sobre la ocupación de bancos en El Periódico de Aragón).
Me limité a sonreír, aunque sospecho que no te percataste del pacto de no
agresión que te estaba ofreciendo. Hablaste como un descosido: lo mal que
estaba la cosa, los incumplimientos del PP, la sinvergonzonería de la clase
política, la corrupción, los chorizos, los mangantes, el paro… Finalmente,
concluiste: “Y lo peor es que nadie hace nada”. Entonces te repliqué que eso
era falso y, sobre todo, por qué entonces no te ponías a hacer algo. “Es que un
mal endémico de este país es que se necesita a mucha gente, que todos hagamos
algo, pero eso es una quimera”, te defendiste. Te respondí que iba con mucha
prisa, que ya nos veríamos otro día con más tranquilidad. Nos despedimos –creo
que los dos bastante aliviados de poder acabar esa conversación-, y te dejé en
el Corte Inglés.
Hoy te escribo para darte mi opinión
sobre qué hacer de y en la crisis social y económica, aun siendo consciente de
que estás en tu perfecto derecho de hacer después lo que creas más
oportuno.
En primer lugar, eso tiene poco de
arriesgado y comprometido, no está mal que te informes de qué pasa realmente,
cómo, dónde y por qué nació lo que ahora llamamos “crisis económica”, quiénes
son los verdaderos responsables de la crisis, por qué la crisis está
conduciendo a la pobreza a una gran mayoría de la población y, en cambio, una
minoría se está enriqueciendo a manos llenas a base de especular en el mundo de
las finanzas y las plusvalías, etc.
A renglón seguido, puedes ponerte a
pensar que puedes hacer y qué quieres hacer al respecto. Hasta que lo tengas
claro, dedícate a pensar mucho y bien, y deja de hablar y repetir tópicos que
no te/nos llevan a ningún lado positivo. Cuando lo tengas claro, pregúntate si
estás dispuesto a llevar a cabo lo que crees que debes y quieres hacer. Si no
estás dispuesto o te reconoces poco dispuesto, pregúntate a qué vienen tus punzantes
críticas a los políticos y tus reproches a “la gente”, como si tú no formases
parte de esa gente.
En el caso de que estés realmente
dispuesto a hacer algo, analiza qué está realmente en tu mano, sin esperar la
llegada de algún líder o el advenimiento de alguna asociación o grupo político
en los que confíes. Analiza asimismo si a tu lado o en tu entorno tienes otras
personas dispuestas a denunciar y construir, juntos, la sociedad y el mundo que
quieres. Si encuentras a una o varias personas, considérate afortunado. Y
poneos manos a la obra sin dilación.
Entonces, sólo entonces, buscad en
Internet o por cualquier otro medio otros grupos y asociaciones que buscan y
hacen lo mismo que vosotros. Hay algunas
que merecen la pena. Por ejemplo, yo opté por asociarme a ATTAC (Asociación
por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana), a
DMD (asociación Derecho a Morir Dignamente) y a Europa Laica.
Ah, y llámame después, por favor. Será un
placer para mí tomarme un café contigo y que me cuentes todo lo que quieres y
haces, también todo los obstáculos que vas encontrando en el camino. Y entonces
sabré que estamos yendo, juntos, por el mismo camino y hacia los mismos
horizontes.
Hasta pronto.
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