PUBLICADO HOY EN EL PERIÓDICO DE ARAGÓN
Desde hace unas semanas
un grupo de zaragozanas y zaragozanos ocupan semanalmente alguna entidad
financiera de la ciudad. Algunos bancos se muestran bastante tolerantes,
considerando que las personas manifestantes dentro del banco lo hacen en
silencio, mostrando solo unos carteles (“Auditoría a los responsables de la
crisis”, “Deuda de bancos no es deuda del pueblo”, “La deuda pública ilegítima
es inaceptable”, “Banca pública”, etc.). Otros bancos, en cambio, llaman enseguida
a la policía para echar a los manifestantes de la entidad financiera.
Algunos directivos
intentan convencer a los ocupantes de que su banco es inocente de cuanto
denuncian los carteles o de la falsedad o inexactitud de lo denunciado. Algunos
de ellos incluso manifiestan una cierta ignorancia respecto de los datos
desencadenantes de la crisis económica, seguramente debido a que están tan
acostumbrados a que su nariz linde materialmente con el árbol de su sucursal
bancaria que les resulta difícil divisar la panorámica global de la crisis
económica. No es raro encontrar también empleados bancarios y policías muy
interesados en comunicar discretamente a las personas ocupantes su acuerdo con
la denuncia y su desacuerdo con la política económica perpetrada por los
distintos Gobiernos nacionales, autonómicos y locales.
Jean Ziegler, Vicepresidente de Derechos Humanos de la ONU y
autor, entre otros, del recomendable libro Destrucción Masiva. Geopolítica
del hambre (Península), tras analizar la situación económica dominante
en el mundo, recomienda “ocupar masivamente los bancos, nacionalizarlos y
confiscar las arrogantes riquezas robadas por los especuladores financieros”.
¿Por qué especialmente las entidades financieras?
Vivimos, según Ziegler,
en un “orden mundial criminal y caníbal”, donde los especuladores financieros
deciden de forma legal (las leyes y las principales instituciones están al
servicio de los señores del dinero) quién va a morir de hambre y quién no. De
hecho, la crisis tiene unos culpables y responsables que hay que denunciar,
auditar y juzgar ante un Tribunal similar al de Nüremberg. No es de recibo, por
ejemplo, que contando con los recursos agroalimentarios suficientes para
alimentar al doble de la población mundial actual, casi una quinta parte de los
seres humanos sufra y muera de hambre e infraalimentación.
Ciñéndonos a nuestro
país, es inaceptable que sean las grandes empresas (banca incluida) y los grandes
patrimonios los que más defraudan al Estado, al pueblo español. Así, por
ejemplo, según datos del Sindicato de Técnicos de Hacienda, en 2010 defraudaron
42.711 millones de euros (un 71,8% del fraude fiscal total). Si el aparato
gubernamental del Partido Popular tuviera voluntad y autonomía políticas reales
combatiría este fraude fiscal de las grandes empresas, en lugar de liarse a
recortar servicios sociales básicos de la ciudadanía. ¿Tiene sentido ocupar
entidades bancarias para denunciar estos hechos?
Resulta asimismo inasumible que la deuda
española (4,3 billones de euros, un 402% del PIB) solo sea pública en un 19,1%,
mientras que el 74,5% de la deuda española corresponda a empresas privadas y
entidades bancarias. Como en su
totalidad se asume como deuda pública o soberana, tal deuda debe ser declarada
ilegítima y odiosa, y el pueblo español debería negarse a pagarla, por tratarse
de una deuda ilegítima y delictiva. ¿Tiene sentido ocupar entidades bancarias
para denunciar esta estafa al pueblo español?
No debemos resignarnos,
sino indignarnos, tomar la calle y las sedes de los defraudadores, crear una
red de acción ciudadana directa noviolenta, una red de desobediencia civil, a
fin de exigir la creación de un orden mundial más justo. En el “orden” mundial
y el “orden” español, impuestos en contra del bienestar del pueblo, reina una
violencia estructural que, según Ziegler, debe combatirse con “una
contraviolencia basada en la resistencia pacífica”.
Frente a las políticas
de austeridad y los recortes del estado de bienestar, hay que exigir sin tregua
a nuestra maltrecha y corrompida clase política una fiscalidad sustancialmente
más dura dirigida a las rentas más altas y las grandes empresas, una banca
pública sólida, una bolsa social sobre la base de los millones de viviendas
vacías, una auditoría rigurosa y fiable que siente en el banquillo a los
responsables de la crisis, una auditoría de la deuda para determinar qué parte
es ilegítima e inaceptable (con la consiguiente objeción fiscal al pago de la
deuda ilegítima en la Declaración del IRPF), así como una consulta a la
ciudadanía sobre las medidas tomadas por el Gobierno y las medidas efectivas y
reales a tomar para salir de la crisis.
Según ATTAC y el
Sindicato de Técnicos de Hacienda, si España quisiera equipararse a la Europa
más igualitaria y social, podría obtener 63.809 millones de euros de
recaudación adicional, por ejemplo, aplicando un 35% en el Impuesto de
Sociedades (recaudando así 13.943 millones de euros más), reduciendo al menos
en diez puntos la economía sumergida (38.577 millones), prohibiendo las
operaciones en corto contra la Deuda Pública (1.400 millones), implantando un impuesto
a las Transacciones Financieras (5.000 millones), etc.
¿Tiene sentido ocupar
entidades bancarias para denunciar estos hechos?
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