Se me
ocurre solo una interpretación bastante freudiana del affaire Esperanza Aguirre
y su desembocadura en la empresa privada. Brillantes e influyentes analistas
políticos, buenos conocedores de cuanto se cuece en el ámbito político del
país, nos esclarecerán unas cuantas claves de la decisión de la actual
presidenta del PP de Madrid. Sin embargo, a mí solo me sale una interpretación
freudiana, producto de mis limitadas herramientas y fuentes con las que cuento.
Cada
persona hace con su libido lo que puede y lo que quiere, pero la libido no se
deja controlar así como así. Toda la fuerza vital de la naturaleza (=la
libido), que lucha con todas sus energías por conservarse y expandirse sin
reconocer demasiadas reglas y normas de juego, se ve constreñida, a medida que
pasen los años, a atenerse al medio sociocultural donde vive cada persona. Eso produce una enorme fuente de placer. Hay
quien cuida y da lustre a su sexualidad (sinónimo de libido) sin que vaya en
menoscabo de su integración en la sociedad donde vive y consiguiendo de paso un
cierto equilibrio en un su forma de vivir y relacionarse con los demás.
Hay
otras personas, en cambio, que no acaban de saber qué hacer con su libido y el principio básico del placer natural. Unas
la reprimen y se convierten en catarata de negaciones, racionalizaciones,
sublimaciones, compensaciones vicarias, etc. Otras, por el contrario, no le
ponen dique alguno razonable, por lo que suelen significar una fuente potencial
de agresión, dominación o desprecio hacia otras personas, principalmente si pertenecen
al género femenino.
Esperanza
Aguirre se me antoja paradigma de la confusión entre el yo real y el ideal del
yo, de tal forma que el personaje acaba por devorar a la persona, y viceversa.
Su libido se ha abierto camino hacia ese yo devorado por ella misma, arrollando
si es preciso cuanto le salga al paso. Entre las puntillas de su alta cuna le
quedaron prendidas los tirabuzones de Grande de España y condesa consorte.
Asimismo, se abrió las carnes para enseñar al pueblo votante su ideología
liberal y acabó desembocando en las procelosas mareas de la política, donde se
movió desde el principio como pez en el agua. La liberal Esperanza se tomó la
libertad de hacerse a su medida un principio de realidad que fuese a tono con
su liberal personalidad, se construyó un Superego igualmente a su medida,
mediante el que criticar sin piedad al adversario o justificar con una encantadora sonrisa la más vil
tropelía. Su libido logró encontrar así cauce aceptable, y otros se cuidaron
muy mucho desde entonces de contradecir un ápice los principios inconmovibles
del movimiento liberal/neoliberal. (¿Soñó alguna noche que tenía cara y
despacho de Margaret Thatcher, si bien no se sentía totalmente cómoda en su
papel, pues caso todo parecía estarle demasiado estrecho). Parece, en cualquier caso, que Esperanza Aguirre ha hecho del principio de placer de su libido un explosivo orgasmo, a costa de lo que fuere, incluso a costa del orgasmo de los demás.
Acaba
de abrir sus brazos a la señora Esperanza Aguirre la firma Seeliger y Conde,
una empresa catalana (en su web pone sumo cuidado en dejar clara su sede
también en la madrileña calle Velázquez) especializada en buscar y seleccionar
gente brillante y resolutiva para las grandes empresas (en la mencionada web
hace hincapié repetidamente en que su Fundación se
ocupa asimismo de “la selección de candidatos con discapacidad”, cosa que se
descarta rotundamente en el caso de la señora Aguirre). La servidora pública de
lo público en asuntos públicos aterriza, pues, en la empresa privada. La cabra
siempre tira al monte y la libido de doña Esperanza se sentía quizá mustia y
encorsetada enseñando ya una tarjeta como simple funcionaria del Instituto de
Turismo de España y como presidenta de un Partido madrileño que hiede por los
cuatro costados.
Eso sí, antes se le desaforó la libido como ministra de Educación, donde combatió
con denuedo cuanto le sonara a escuela pública, y en el 2003 llegó a Presidenta
de la Comunidad de Madrid gracias a la deserción de las filas socialistas de
dos tránsfugas, de poco recomendable memoria. Le llegó la enfermedad, arrollada
una vez más por la libido, peleó con adversarios políticos y, aún peor, con
supuestos compañeros de partido, y finalmente dimitió como presidenta. Solo su
dios particular y quizá alguno que otro más conocen sus motivos, proyectos,
maniobras y horizontes. Su libido, en cualquier caso, siempre está con ella. ¿O
es demasiado optimista llamar libido a esos restos de libido Prêt-à-porter?
Me parece un comentario muy bien argumentado y bien expuesto.la verdad es que si uno siguió su forma de comportarse ,de actuar,nos encontramos ante un personaje bastante egocentrico,narcisista,"sus vaivenes mentales andan a cien".¿Porque no terminó su mandato?¿porque miente compulsivamente?¿es es su otro "yo"el que no la deja en paz?.
ResponderEliminarNo es el personaje,como muchos otros,que necesita la buena politica.
Unha aperta agarimosa.
http://intentadolo.blogspot.com.es/2013/01/reaccionamos-o-nos-vamos-muriendo.html