Hacia las 10,50 de esta mañana se
acerca un cura vestido de cura con un traje, un abrigo y una bufanda de cura. Al
final contaré este encuentro.
Ahora quiero que, si te apetece, puedas escuchar durante la
lectura un fragmento del segundo movimiento de la Sinfonía n.º 3, op. 36, del compositor polaco Henryk Górecki,
sinfonía que me descubrió hace años mi hermana Alicia. Aquí tienes un fragmento
del segundo movimiento, inspirado en un mensaje escrito en la pared de una
cárcel de la Gestapo durante la segunda guerra mundial. Se trata de una
inscripción garabateada en la pared de una prisión de Zakopane, al sur de
Polonia por una adolescente de dieciocho años Helena Wanda Błażusiakówna,
encarcelada el 25 de septiembre de 1944: «Oh mamá, no llores - Inmaculada Reina
Celestial, socórreme siempre»
Buena parte de su familia murió en los campos de Dachau y
Auschwitz y Górecki cuenta, tras una visita a los campos: «En la prisión, toda
la pared estaba cubierta de inscripciones que clamaban: 'Soy inocente',
'Asesinos', 'Ejecutores', 'Liberadme', 'Salvadme', etc. Todo era chillón y
banal. Los adultos escribían este tipo de mensajes, pero he aquí una chica de
dieciocho años, casi una niña. Ella es diferente. No desespera, no llora, no
exige venganza. No piensa en sí misma, en si merece o no este destino. En
cambio, piensa en su madre, que es quien experimenta la verdadera
desesperación. Esta inscripción es algo extraordinario. Y realmente me fascinó».
No tiene explicación racional, pero hoy necesito sentir muy
cerca a todas las víctimas de la violencia, la xenofobia, la esclavitud y la
explotación laboral y sexual, la guerra, el odio. Quizá sea en parte por las
leyes opresoras aprobadas últimamente por el PP, que pretenden arrebatarnos
nuestros derechos y nuestras libertades. Tengo necesidad de estar con la
inocencia del mundo que tanto amó y nos enseñó a amar Albert Camus.
Hoy algo menos de frío que ayer. El día ha comenzado con
unos whatsapps repletos de buenas noticias de mi hija Bego. Bego es valiente y
comprometida. Vive como piensa y piensa como vive. Estoy orgulloso y contento
de ella y por ella.
Cuando ha llegado Marisol, ha empezado a lloviznar.
Hemos tenido unas cuantas visitas, rápidas y bienvenidas.
Gabriel se ha detenido unos minutos a conversar con Marisol y el perroflauta.
Especial alegría ha sido poder saludar a Sergio. El perroflauta motorizado
conoció a Sergio y a Marta, su actual mujer, en una concentración en la plaza
de España. El perroflauta motorizado había anunciado ya por internet que al día
siguiente comenzaba su visita diaria al portal de la Consejera, pero no tenía
una camiseta verde de Marea Verde.
A una decena de metros, el perroflauta
motorizado los vio, les explicó la situación y les pidió hacer un trueque: la
camiseta vede que llevaba Sergio por la camiseta roja –recién estrenada- de
Stop Desahucios que llevaba puesta el desde la mañana siguiente perroflauta
motorizado. Aquella camiseta verde era un regalo muy especial de Marta a
Sergio. ¡Cuánto les agradezco su generosidad! El trueque se realizó y durante
unas semanas, hasta que consiguió otra camiseta más, el perroflauta motorizado
lavaba aquella camiseta los viernes para ponérsela limpia y seca los lunes.
Marta y Sergio acaban de tener a Lidia, una niña que estoy seguro de que será
tan hermosa por dentro y por fuera como sus papás.
Y ahora la anécdota del cura, al poco de llegar el
perroflauta motorizado al portal de la Consejera:
Se acerca un cura vestido de cura
con un traje, un abrigo y una bufanda de cura Me mira condescendiente, menea la
cabeza, sonriendo, durante unos segundos (tiene, al menos una pieza de oro en
su dentadura), y finalmente me dice: “Una
educación sin fe no es una verdadera y completa educación”.
El perroflauta motorizado no
contesta. Mira fijamente al cura, mientras aúlla por dentro de exasperación: no
aprenden, porque ni siquiera preguntan;
no preguntan porque tienen la cabeza tan pequeña que no les cabe la menor duda.
Mairena también sonríe (su sonrisa
nada tiene que ver con la de aquel cura), contemplando la escena. “Antonio”, dice Mairena, “hablan de lo que ni siquiera se atreven a
pensar. Un acto de fe, decía mi maestro Abel Martín, no consiste en creer sin
ver o en creer lo que no se ve, sino en creer que se ve, cualesquiera que sean
los ojos con que se mire, e independientemente de que se vea o no se vea”.
Y añade Mairena (apenas se ven sus ojos entre la gorra y la bufanda que le tapa
boca y nariz): “Cuídate de los que hablan
de la fe como una cláusula más de su profesión: esos no creen nada ni en nada
ni en nadie”.
Aparece entonces Emmanuel Kant,
menudo, con su considerable nariz enrojecida por el frío. Se frota las manos
con fuerza para que entren en calor, y comenta: “Estamos empeñados en crearnos ficciones e ir con nuestra mente más allá
de sus propios límites. Queremos creer en los cuentos, queremos que nos cuenten
cuentos. Hace muchos años escribí en la Crítica de la Razón Pura que parecemos
a una paloma que, al sentir la resistencia del aire cuando vuela, imagina y
suspira por volar en un espacio vacío. Platón inventó otro espacio vacío con el
mundo de las Ideas, donde el color, el sabor, el calor, el sonido, el tacto de
las cosas concretas que tenemos a casa quedan arrinconadas y minusvaloradas
porque Platón prefiere volar en la ficción por medio de las alas de las ideas”.
Llega en esos momentos Nietzsche con
un hombre alto y fuerte, de larfa cabellera y largas barbas. “Hola, os presento a Zaratustra”, nos
saluda así Nietzsche, “acaba de bajar de
las montañas y no para de pensar en el cura ese vestido de cura que ha pasado
hace unos minutos. Di algo, Zaratustra”.
Zaratustra nos mira de hito en hito, y
exclama: “¡Será posible! ¡Este viejo no
ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!”.
Son las doce en punto de la mañana. El
cántico católico “Bendita y Alabada” se expande desde el Pilar por toda la
ciudad.
“¿Y
qué opinas de la enseñanza de la asignatura de religión en la escuela pública
en periodo lectivo y del nuevo tratamiento que recibe en la nueva Ley Wert,
perroflauta motorizado?”, pregunta una mujer, de nombre Ángela Carballino, que
no ha perdido palabra de toda la conversación.
“No
hemos dejado de hablar sobre este tema”, responde el perroflauta
motorizado. “Es un solo, único y el mismo
perro, con distintos collares”.
Hasta mañana.
Eres capaz de llenarme el día, de darlo por aprovechado solo con leer todo lo que escribes. Gracias por mandarnos este maná de sabiduría.
ResponderEliminarAl cura podríamos decirle, para que entendiese eso de la fe, que fe es lo que tenemos en ti. Con educación, eso sí. Gracias, Antonio.
Un fuerte abrazo y gracias, compañero
ResponderEliminarMucho animo Antonio. De los amigos del Frente Cívico.
ResponderEliminar