Publicado el miércoles, 27, en El Periódico de Aragón
Leo que la ley que el Gobierno de Rajoy ultima sobre “seguridad
ciudadana”, “restringe, entre otros, el derecho de manifestación”. Craso error
informativo: los derechos pueden ser reprimidos, pero nadie puede
restringirlos, porque son tan míos como mi hígado, los padres que me
engendraron, mis brazos o mi libertad. Pueden detenerme, encarcelarme, molerme
a palos, imponerme sanciones de 600.000 euros, pero con ello no arrancan ni
restringen mis derechos. Estos me constituyen, me humanizan, me identifican
como ser libre y autónomo. Nadie puede quitarme o restringir mis derechos,
salvo que se me quite la vida. Solo asesinando o “ajusticiando” a otra persona
se eliminan sus derechos y su libertad.
Algunos califican esa ley de “regulación
de la seguridad ciudadana”. Hace muchos años, el candidato de la CDU a
Canciller Helmut Kohl se presentaba
a las elecciones bajo el lema “Sicherheit und Ordnung”(seguridad y orden), lema
también de la policía germana. La derecha repite sin descanso el mantra de la
seguridad y el orden porque así lo exige su clientela: seguridad y orden para
los terratenientes, para los especuladores del suelo y de la vivienda, y para
los bancos, aunque millones de personas vivan diariamente la inseguridad y el
desorden de la hipoteca y de quedarse en la calle. Seguridad y orden para el
contratante en negro, en precario y en condiciones de explotación, aunque quien
pida trabajo y dignidad en la calle junto a decenas de miles de desempleados solo
obtendrá con seguridad del gobernante generalidades y falsas promesas. La ley del ministro del Interior, Fernández Díaz, habla de seguridad
ciudadana, pero tiene poco que ver con la ciudadanía, pues proyecta
convertirnos en súbditos.
El principal cometido de un político es
salvaguardar, explicitar y fomentar los derechos y las libertades de la
ciudadanía. Ese es su norte, ese es el criterio definitivo de su labor: los
derechos y las libertades de la ciudadanía. Las leyes deben regular la
convivencia y la conciliación de estos derechos y libertades en el marco de una
determinada sociedad y cultura, pero en ningún caso pueden coartarlos o
restringirlos según los intereses del poder, las encuestas electorales o la
opinión de su electorado habitual. Una ley que restrinja o reprima derechos es
una ley que no se debe acatar, sino desobedecer, pues nace injusta e ilegítima.
Como decía Emiliano Zapata, “si no
hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el Gobierno”.
Según la “ley de seguridad ciudadana” del
Partido Popular se me podrá imponer una multa de hasta 600.000 euros, por
ejemplo, por perturbar el “orden público” en actos políticos, deportivos o
religiosos, pero no considera delito arrojar al pozo del paro a seis millones
de personas, lo cual constituye una perturbación mucho mayor del orden publico.
Si una ley castiga al ciudadano que reclama un derecho fundamental y al mismo
tiempo deja impune la comisión de grandes estafas, apropiaciones indebidas y
blanqueo de dinero que atentan directamente contra el bienestar de la
ciudadanía en su conjunto, esa ley es solo una excrecencia bastarda al servicio
del poder económico y político.
Asimismo, una ley que castiga con multas
de hasta 600.000 euros una supuesta “intromisión” en las circunstancias y la
“intimidad” de una persona (principalmente, si se trata de un cargo público)
cuando las decisiones de ese cargo público están lesionando derechos
fundamentales de la ciudadanía es una ley sesgada, represora e injustamente
parcial. Una ley, por ejemplo, que se
muestra muy sensible ante la intimidad de una persona políticamente responsable
de la Educación en una Comunidad por estar una persona apostada en el portal de
su casa en plena vía pública, es una ley injusta si omite que las decisiones y
omisiones de ese cargo público conllevan unos recortes salvajes en becas,
ayudas, recursos, infraestructuras, profesorado, servicios y personal auxiliar
que afectan al estómago, al cerebro y al cabal desarrollo físico y mental de
los niños y los jóvenes, así como de sus familias, penetrando así en la intimidad
más personal de sus comedores, sus platos, sus dormitorios, sus cocinas y sus
cuentas de ahorro.
La historia de España relativamente
reciente ya conoce ese tipo de leyes. Construyen un régimen reprimido y
represor a su imagen y semejanza, donde se pretende que la ciudadanía se conduzca
por el miedo al castigo y donde la policía está solo para detener, golpear y
multar. Rajoy, Gallardón y Fernández
Díaz nos vienen ahora con una ley, que, tras enorme maquillaje, quieren
presentar como protectora de una seguridad que no atiende a la ciudadanía, sino
a los ricos y los poderosos. Pretenden engatusarnos con cuentos. Pero sabemos,
con León Felipe, que la cuna del
hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos
del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre... ha inventado
todos los cuentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.