Cabizbajo, el obispo de la diócesis alemana de Limburg,
Franz-Peter Tebartz-van Elst, transitaba en aquellos momentos por el Vaticano,
pues el papa Francisco decidió recibirle en audiencia privada, tras suspenderle
de sus tareas episcopales debido al despilfarro económico y al lujo en que
había estado metido: solo la renovación de su palacio
episcopal parecía ascender a 31 millones de euros, incluida una bañera de 15.00
euros o miles de euros en billetes de primera clase para visitar barrios de
chabolas en India.
El obispo de Limburg había traspasado ya con aire
apesadumbrado los 320 metros de longitud de la Plaza de san Pedro, construida
por Bernini y rodeada por enormes y lujosas 284 columnas y 88 pilastras. Apenas
había levantado la vista para observar el obelisco del centro de la plaza,
traído desde Egipto en el siglo XVI, y las dos fuentes, obra de Bernini y
Maderno. Sonrió levemente al cruzar por su mente el hecho de que la curia
vaticana no viese con malos ojos semejante ostentación de lujo y boato, pero hubiese
prohibido la entrada con tirantes y pantalones cortos tanto a hombres como a
mujeres (los demonios interiores y las represiones consiguientes conllevan a
veces estas cosas…). Su acompañante, cardenal de la curia vaticana, invitó al
obispo de Limburg a pasar después de la entrevista con el papa hasta el
castillo Sant’Angelo por un corredor fortificado de unos 800 metros de
longitud, pero Franz-Peter Tebartz-van Elst cortésmente declinó la invitación.
El camino preferido por el obispo germano pasaba cerca
de la Biblioteca Vaticana, que guarda unos 75.000 manuscritos y más de
1.100.000 libros, de los cuales 8.000 son incunables. Cruzó los Museos
Vaticanos, donde se halla la Capilla Sixtina, el jardín de Belvedere, la famosa
rampa helicoidal de Bramante con sus columnas dóricas, jónicas y corintias, los
Museos Sacro y Profano, los museos Pío-Clementino, el Museo Chiaramonti, el
Museo Gregoriano Etrusco, el Museo Gregoriano Egipcio, la Pinacoteca, además el
museo Misionero-Etnológico, la colección de Arte Religioso Moderno, el Museo de
las Carrozas, el Museo Histórico.
Sin embargo, su acompañante no le indicó dirigirse a
las estancias privadas del Palacio Papal o Palacio del Vaticano, residencia
oficial del Sumo Pontífice, pues el papa Francisco había resuelto residir en la
Casa de Santa Marta, también dentro del Vaticano, buscando una “forma simple de
vivir”: la nueva residencia papal consta de cuatro plantas y un total de 129
habitaciones, de las cuales 106 son suites, 22 habitaciones dobles y un apartamento.
Una vez ante el papa Francisco, el obispo de la
diócesis alemana de Limburg, Franz-Peter Tebartz-van Els, se arrodilló ante él y
besó su anillo. El papa estrechó después entre sus manos las del obispo
germano, y exclamó:
-Te has pasado, Franz, te has pasado. Eso no es evangélico
ni pastoral ni ejemplar para los fieles de tu diócesis.
Otro alemán, Martin Luther, conocido también en otros
lares como Martín Lutero, soltó una estruendosa carcajada, que solo el papa
Francisco y el obispo de Limburg oyeron, pero que hizo temblar las gemas de
cristal de roca que adornaban la lámpara de araña que colgaba del techo.
¡¡¡¿Pero
quién se ha pasado más realmente, decidme?!!! –escucharon.
El papa Francisco y el obispo de Limburg, Franz-Peter
Tebartz-van Elst, nunca han podido saber con certeza si aquella voz era de
Lutero, de Dios o de Belzebú. Pero ambos se sintieron seriamente reprendidos.
Pensaba que el de la carcajada iba a ser Calvino, pero bueno, en cualquier caso y a pesar de no sentir sobre mi la autoridad ecleiástica, moral, pastoral, fraternal, ni de ningún otro tipo del Papa Francisco, bienvenidos sean sus modos y, por lo que a mi respecta, mantengo una expectante y esperanzadora espera, aunque mi estado, insisto, no sea de preñez alguna.
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