Permíteme que, para empezar,
escuchemos Syrinx, de Claude Debussy, interpretado por Emmanuel Pahud; un
delicioso solo para flauta de pocos minutos de duración, que narra el mito de una náyade de nombre
Syrinx, a la que le gustaba correr y cazar con un arco de cuerno por los
bosques. El dios Pan la encontró un día cuando bajaba del monte Liceo, se
enamoró de ella y empezó a perseguirla hasta que la ninfa se lanzó al río. Allí,
acorralada, pidió ayuda a sus hermanas las ninfas, quienes, conmovidas, la
convirtieron en un cañaveral. Cuando Pan llegó, sólo pudo abrazar las cañas
mecidas por el viento, y el rumor que producían le agradó tanto que decidió
construir un nuevo instrumento musical con ellas. Así nació el syrinx, la
“siringa” (en español), conjunto de varias flautas unidas, y la flauta misma.
Estoy seguro de que percibirás la suave melodía surgida del corazón mismo de Syrinx,
convertida en flauta, entre el viento tranquilo y las plácidas aguas del río.
Hoy comienza el octavo mes en el portal
de la Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de
Aragón.
7 meses ya en el portal. 140 días. 280
horas. Con calor asfixiante y frío congelador. Con mucha gente, con poca gente
o solo. Contento o menos contento. Con salud buena y con salud renqueante.
El perroflauta motorizado vuelve a casa
siempre en su silla de ruedas. Unos 3 kilómetros, aproximadamente, desde la
calle Alfonso hasta el final del Paseo Cuéllar. Solo contando este trayecto
diario, el perroflauta motorizado lleva en estos siete meses 420 kilómetros
recorridos de regreso a casa. Y los que le quedan…
Para variar, hoy -1º y niebla. De vuelta, a las 13
horas, 0º en la Plaza de España. Niebla espesa y muy baja. Niebla que conocen
bien los zaragozanos y zaragozanas. Recuerdo que, viendo El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, en el Teatro
Principal de Zaragoza (aquella noche una de las artistas era Silvia, una ex
alumna, hoy periodista), se me quedó grabada la frase de uno de los
personajes: “Londres es todo niebla y gente circunspecta. No sé si es la niebla la que produce la gente
circunspecta o si es la gente circunspecta la que produce la niebla” (en algunas
traducciones he leído “triste”, en lugar de “circunspecta”). ¿Qué efectos
produce la niebla zaragozana en los zaragozanos y la zaragozanas? ¿Qué niebla
producen los zaragozanos y zaragozanas? Marisol no ha podido acercarse por
tener que cumplir obligaciones perentorias. La soledad ha abierto un boquete
más grande en la calle Alfonso por donde el tiempo apenas si puede abrirse paso
y caminar lentamente, muy lentamente.
Han
saludado algunas personas. Otras han expresado su acuerdo y asentimiento.
Alguna le ha llamado al perroflauta motorizado “el más grande”, una señora le
ha expresado “su penica por verle allí sentadico en la sillica” y Pepín Banzo se
ha acercado un rato para estar con él. Ha prometido volver con Juaco, cantar
juntos y armar allí un buen espectáculo. ¡Será estupendo!
Como sé que os ha gustado el solo para flauta de
Debussy del principio, os dejo ahora su delicioso Clair de Lune, en una puesta
en escena cromática maravillosa
Antes de terminar, no me resisto a dejar aquí la
carta que remití el domingo pasado a mi buen amigo Félix Población, escritor,
poeta, periodista y director de Diario del Aire sobre mi impresión de la Fiesta
de la tarde anterior. No está de más recordar que “expresión” dice relación al
exterior; “impresión”, en cambio, al interior.
Querido Félix:
Me dices en un email que estás esperando, “para compartir esa emoción y publicarla”, un vídeo
o algo de la Fiesta celebrada el viernes, 13 de diciembre, por la lucha y la
sanción impuesta a Marisol y a mí por no abandonar el portal de la Consejera
aragonesa de Educación, donde el próximo lunes iniciamos el octavo mes. “No me
dejes sin tu impresión”, escribes. Y cuando ayer publiqué una breve crónica y
varias fotografías sobre el evento en el Diario de un perroflauta motorizado,
fui consciente de que quedaba sin expresarse parte de esa impresión. “Es
inefable”, te respondí, “la merman las palabras”. Es verdad, pero también el
cansancio me arrastró a no contarte nada más, sobre todo alguna cosilla que
recorrió mi interior.
Recuerdo que un día escribiste que escuchabas la Sexta
Sinfonía con lágrimas en los ojos mientras te dirigías a Heiligenstadt, cerca
de Viena (de hecho, hoy es solo un municipio vienés), donde Beethoven dejó
escrito una carta, su “testamento de Heiligenstadt”, dirigida a sus dos hermanos el 6 de octubre
de 1802. En ella Beethoven volcó su enorme desazón y depresión por su creciente
sordera y clamó por que todo pasara y volviera al sitio de antes para poder
seguir realizando todo lo que percibía que llevaba dentro. Como sabes, ese
“testamento”, metido entre sus papeles privados, no se conoció hasta después de
su muerte.
Beethoven se confiesa contrariado por la distancia
existente entre la imagen social que tenía de hombre malhumorado, testarudo y
misántropo, y su sentimiento de bondad (“temperamento ardiente y vivo”) y su
voluntad de realizar acciones generosas. Achaca todo a que la enfermedad le
lleva a aislarse, vivir en soledad, “al borde de la desesperación”, atormentado
por la dolencia del órgano sensorial que más necesita para su dedicación
artística. Pero también afirma, como compensación, que “solo el arte me
sostuvo, ah, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que
yo sentía que estaba llamado a producir”.
¿Por qué Heiligenstadt ahora y aquí? Porque de algún modo
define algunas de mis pautas y mis emociones. Vivo al día en su sentido más
concreto y directo: recuerdo otros tiempos en que planificaba como lo más
natural del mundo el próximo veraneo o un viaje a dos años vista. Vivo al día,
al minuto, al instante. Es lo que me da fuerza suficiente, pues sé que mis
energías huyen si pienso al medio o largo plazo, me siento entonces aplanado,
agotado. Es ese carpe diem, ese vivir cada mañana y cada tarde y cada noche por
sí mismas lo que me posibilita continuar adelante. Mi estancia cada mañana en
el portal de la Consejera la imagino como una caja en cuyo interior hay cuatro
quesitos (cada quesito/treinta minutos). Me aferro con uñas y dientes a estar
allí quesito a quesito. Eso me da vigor. Eso hace posible continuar. Eso me
hace diferente de la mayoría de quienes me rodean, pues parecen vivir, por un
lado, como si en su bolsillo tuvieran cordilleras y cordilleras de días y meses
y años a su disposición, y por otro, como si hubiese tiempo de sobra para que
la cosas se fuesen arreglando por sí solas, como si existiese algún taumaturgo
que las arreglase, pues en el fondo, lo admitan o no lo admitan, lo que
acontece, especialmente a los más desfavorecidos, les concierne personalmente
poco o bien poco.
El viernes por la tarde me lo pasé muy bien. Mis
sentimientos eran básicamente de agradecimiento y de cariño. Allí había gente a
la que quiero entrañablemente. Pero al mismo tiempo mi ánimo descansaba lejos,
a la luz de un viejo candelabro, sentado en un polvoriento sillón, en
Heiligensatadt, diciéndome que no soy “admirable, ni un “referente” ni otras
muchas cosas que me habían estado diciendo aquella tarde con su mejor buena
voluntad muchos amigos y amigas. Algun@s tienen la suerte de trabajar, otr@s
están jubilad@s, otr@s sobreviven como pueden. Allí, sentado en mi sillón de
Heiligenstadt, me preguntaba: ¿por qué no en el portal de la Consejera, o en
cualquier otro portal, institución u organismo de la Administración?
Suelo decir que la casa no necesita reformas, sino que se
está quemando en un voraz incendio: pensiones, sanidad, becas, tasas, ratios,
dependencia, aborto, represión policial…. Es difícil darse cuenta de ello si
cada vez tu nariz se topa con el confortable árbol de una casa con luz,
calefacción y electrodomésticos que parecen eximir de ver el bosque. Pero la
casa se quema, está en pleno incendio.
Beethoven escribió en plena pesadumbre su testamento de
Heiligenstadt, pero supo sobreponerse a las dificultades. Desde 1802, fecha en
que escribió el Testamento, hasta su muerte en 1827, nos fue regalando gran
parte de su grandiosa obra; entre otras, seis sinfonías (las n.º 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9), los últimos
tres conciertos para piano, el Triple concierto y el Concierto para violín, cinco cuartetos de
cuerda (n.º 7 al 11), varias sonatas para piano (incluyendo las sonatas Claro de luna, Waldstein y Appassionata), la Sonata Kreutzer para violín, su única ópera, Fidelio,
la Missa Solemnis, los cinco últimos cuartetos de
cuerda (incluyendo la Grosse fugue) y las cinco últimas sonatas para
piano…
Hago lo que debo, esa es mi fuerza. Para recuperarla, he
de entrar en mi interior, templar bien las cuerdas de lo que puedo y lo que
quiero, equilibrar mi espíritu, tonificar mi identidad. Después, los otros y
sus entornos se abren ante mis ojos y quedo esperanzado de que cada jornada se
vayan sumando más y más personas a la lucha por su propia dignidad y su propia
libertad, que nunca será completa mientras haya una persona a su alrededor sin
dignidad, sin trabajo, sin recursos suficientes para vivir, sin libertad, sin
una escuela pública, laica y de calidad.
Nada temo porque nada puedo perder. Esa es la gran arma
que aún tenemos la ciudadanía: no tener miedo alguno de los que pretenden
atemorizarnos. Decir alto y claro por qué y para qué vivimos cada día de cada
año. Ni más ni menos esas fueron las impresiones básicas de ese viernes, 13 de
diciembre de 2013.
Un fuerte abrazo
Vale, de acuerdo, te dejo más música por si te apetece
escucharla: Chica Boo de Lloyd Glenn
Hasta mañana
UN ABRAZO MUY FUERTE
ResponderEliminarGUILLERMO
Otro muy grande para ti
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